lunes, 17 de febrero de 2014

Dibujada en mi mente (TOMO 3) -cap 5-




PRÓLOGO:

Han pasado diez años. La prometedora estudiante de pediatría, Macarena Wilson, se ha transformado en una doctora de referencia en enfermedades infantiles del tercer mundo. Sus trabajos de investigación y su protocolo de actuación en desnutrición y enfermedades gastrointestinales pediátricas, son implantadas en hospitales de Europa. Su vida gira completamente entorno a su trabajo, y atrás quedó aquella joven camarera de bar de ambiente de noche, y modelo sin tapujos de día, que le dieron la oportunidad de labrarse un futuro.


Esther García por su lado, también salió de España tras la ruptura sin palabras con Maca. Terminó su carrera y entró en una espiral de autodescubrimiento, que la llevó a afincarse finalmente en Los Ángeles,  llegando a tener el reconocimiento de la comunidad de bellas artes más fuera que dentro de su país. Actualmente sus obras alcanzan cifras escandalosas en las galerías de Nueva York, L.A y San Francisco.


5.-

Aún no había andado un par de pasos, y Bea fue la que dio con ella.

- ¡Te encontré! Acabas de perderte una representación de escultura en movimiento, que ha sido una pasada. ¿Y mi copa? –le preguntó Bea que emocionada comentaba la actuación que acababan de improvisar en la sala del fondo-.
- Me la he bebido, perdona –se disculpó Maca y le tendió lo que quedaba de la suya-. Toma, apura ésta mientras buscamos otra.
- Gracias princesa –la besó Bea sonriéndole, y luego bebió-. Estaba sedienta. Si ves un canapé con una salsa así verdecita, ni lo pruebes. Lleva algo picante que me ha dejado seca.

Maca no pudo evitar sonreír ante sus muecas. Por un instante, mientras hablaban y bromeaban sobre la comida, se le olvidó qué hacían allí paradas. A Esther por su parte, la retuvieron más de lo que esperaba. Sin embargo, mientras atendía a los asistentes, no pudo evitar volver una y otra vez la mirada en dirección a Maca. Una mujer la había abordado y su “ex” hablaba y sonreía con ella, con una familiaridad que pusieron a Esther en preaviso. “Está con ella”, pensó. La mujer de pelo largo y castaño, acariciaba a Maca constantemente mientras hablaban. Llevaba un vestido sencillo pero que le quedaba estupendamente, y Esther reconoció su belleza física, pese a no tener ningún rasgo particularmente sobresaliente. “¿Irán en serio? ¿qué hará con Maca?”, pese a querer mantener el hilo de conversación, la curiosidad de Esther fue mermando sus capacidades sociales.

- Perdonar, os tengo que dejar. Gracias por venir. Seguir disfrutando de la fiesta, dentro de poco harán un baile en el salón principal –les dijo Esther despidiéndose con cortesía del grupo y enfilando sus pasos hacía Maca y su acompañante-.


- ¿No? ¡No lo dices en serio! –Bea se reía, porque Maca le estaba contando cómo una compañera de trabajo que ambas conocían, se había terminado bebiendo el agua de limón que ponían para lavarse las manos tras servir el marisco-
- ¿No me crees? Pues pregúntale a Eric cuando volvamos, él estaba a su lado –le dijo Maca también riéndose-.
- Jajaja… ¡Qué fuerte! Esa mujer arrasa con todo. ¡Es tremenda!
- Lo es.. jajaja
- Perdona la espera, me han retenido más de la cuenta –intervino Esther haciendo que Maca se sobresaltara al escucharla de cerca-.
- Oh… tranquila. Me hago cargo –Maca se azoró un instante, mientras Esther le sonreía traviesamente para después fijar sus ojos curiosos en Bea-. Ah, perdonar. Bea esta es Esther, la responsable de esta maravilla.

Bea miró por un instante a Maca y luego extendió una mano amable y abierta hacia Esther.

- Mi más sincera enhorabuena. Aún no los he podido ver todos, pero tengo que decirte que lo que he visto me ha dejado francamente impresionada. Son una maravilla, de verdad –le comunicó Bea con una sonrisa sincera-.
- Gracias. ¿Entonces no te han parecido demasiado… no sé… “escandalosos”? –bromeó Esther, y las comisuras de sus labios se ensancharon coquetas-. Maca y yo comentábamos antes que quizá me había pasado un poco con el “picante”. 

Maca no supo si el tono que acababa de escuchar en Esther era casual, aunque su actitud así lo transmitía.

- jajajajaja… -Bea se rió tras aquel comentario, y Esther se lamentó interiormente de encontrarla aún más atractiva-. A mí me parecen fabulosos. Hay un alto grado de erotismo en tu obra, pero también aprecio la sensibilidad en los trazos de las figuras, y los colores le dan una viveza increíble. Picantes o no, te mueven desde dentro, y me han encantado, de verdad –comentó Bea tras las risas, y la sinceridad y naturalidad que despedían sus ojos mientras le hablaba directamente, acabaron rindiendo a Esther, que sonrió tímidamente mientras asentía agradeciendo el cumplido-.
- Acabas de recordarme a mi mentora. Kate es de la opinión que “el arte, sólo es arte, si agita las entrañas” –dijo Esther parafraseando una de sus lecciones-.
- Entonces lo tuyo es arte, no me cabe la menor duda –señaló Bea y no había doblez en lo que decía ni cómo lo decía-.

Las dos miraron a Maca que seguía callada la conversación de ambas.

- ¿Aún hablas con ella? –le preguntó Maca para despejar la atención de si misma-.
- ¿Con quién? ¿Con Kate? –preguntó Esther, y Maca asintió-.

La sonrisa de Esther se ensanchó visiblemente.

- Pues la verdad es que sí, y a veces más de lo que mis neuronas aguantan. ¡Espera un momento! –Esther alzó una mano invitando a alguien a sus espaldas-. Hablando de la reina de Roma, por aquí asoma.
- ¡¡¡¿No?!!! ¡¿No es posible?!! –los ojos de Maca se abrieron como platos y se giró para mirar-.

Kate se fue acercando despacio hacía donde Esther la estaba reclamado, pero en cuanto vio girarse aquel rostro conocido, casi tuvo que contenerse para no correr.

- ¡Oh Dios mío! ¡Maca! ¿Qué haces tú aquí? –Kate cogió entre sus brazos a Maca y la despegó varios palmos del suelo de la alegría-.
- ¡Dios mío Kate! ¡Cuánto tiempo! –Maca se dejó aupar entre sus brazos con una franca sonrisa-. ¡Cuánto me alegro de verte!
- ¡Estás guapísima! –Kate la bajó y luego empezó a recorrerla con la vista. Acarició su largo cabello, sus hombros, sus brazos. No podía creer que fuera de carne y hueso-. ¡Guapísima!
- Gracias, tú como siempre, espectacular. No tengo ni idea de cómo lo haces.

Kate volvió a estrecharla entre sus brazos un poco más. Esther contempló la imagen con cariño y nostalgia. Kate solía estar para todo el mundo, pero nunca hablaba de sus propios sentimientos… no hacía falta. Quien la conocía sabía que era como una mañana clara, hacía lo que le pedía el corazón en cada momento, y decía lo que pensaba pasara lo que pasara. Viendo su ancha sonrisa y sus ojos alegres emocionados, Esther supo que había sufrido tanto como ella, la carencia de noticias sobre Maca.
 
- Kate… -musitó Esther con dulzura-, deja de achucharla, que no es tu almohada.

Kate rió tras aquel comentario.

- Tienes razón, ella huele mucho mejor –le contestó Kate guiñándole un ojo a Esther, pero liberando un poco a Maca de sus garras-.
- A mí no me importa. Puedes achucharme todo lo que quieras –respondió Maca-.
- ¡Me alegro tanto de verte! –Kate la miró a los ojos. Las dos estaban muy contentas, y no se separaron-. Pero cuéntame… ¿qué has estado haciendo todo este tiempo? Creíamos que vivías fuera, ¿cuándo has regresado? ¿vives en Madrid? ¿te va todo bien?...

Kate empezó a formular preguntas tan deprisa y tan seguidas, que Maca terminó riéndose ante tal bombardeo que no dejaba contestación ninguna.

- jajaja… Kate, la estás acribillando, no seas pesada –se rió también Esther-. Ya sabes cómo es, su curiosidad no tiene límites –le dijo a Maca en una mueca burlona hacia Kate-.
- Oh, mira quién fue a hablar –Kate se soltó de Maca, y esta vez la pagó con Esther a la que abrazó, y sujetó la cara con una mano-. No se cuándo empecé a dejar que te metieras conmigo, pero te la estás jugando.
- Jajajaja… demasiado tarde, ahora ya se que el lobo lleva piel de cordero –siguió tomándole el pelo a Kate, que entrecerró los ojos amenazante, pero que terminó riendo junto a ella, mientras le daba un beso en la cabeza-.
- ¡Bruja! –le  espetó-.

Maca se quedó embobada contemplando la complicidad que ambas tenían, mientras Kate la besaba, y Esther acariciaba su estómago en armonía. Inexplicablemente, algo se removió en su interior. Aquel síntoma hizo que el momento de euforia por ver a Kate se difuminara, y volviera a tomar consciencia de lo callada pero presente que seguía Bea a su lado.

- ¡Oh, perdonarme! Bea, te presento a Kate, una buena amiga –le dijo Maca, presentándolas finalmente-.

Kate, que había visto a la mujer integrada en el grupo, pero de la cuál no había tomado mucha conciencia, se apresuró a prestarle su atención y saludarla.

- Un placer. Perdona la revolución del momento, pero hacía que no nos veíamos… no sé…¿cuánto? –Kate se disculpó con una sonrisa amable mientras trataba de calcularlo-.
- ¡¡Diez años!!

Esther y Maca contestaron a la vez, y las dos se miraron delatando lo presente que estaba todo ese espacio de tiempo entre ambas. Kate hizo como si nada.

- jajaja.. ¡Joder, diez años! Me estoy haciendo vieja a pasos agigantados –rompió el hielo Kate, y todas sonrieron, incluida Bea que no dejaba de mirar a la alta morena de ojos intensamente azules que aún le sostenía la mano-. Pues eso, Bea, encantada de conocerte.
- Lo mismo digo, Kate.

Las luces mermaron en ese momento, paralizando el revuelo de la sala.

- ¡Oh, ya es la hora! –dijo Kate y soltó a Bea para mirar su reloj de muñeca-. ¡Esther!

Esther asintió.

- Ve, tranquila. Ahora nos vemos –le contestó sin necesidad de que añadiera nada más-.
- Chicas, tengo que dejaros –Kate les dio un par de besos a Maca y a Bea, y luego besó en la frente a Esther-. No dejes que se vayan, ¿de acuerdo?
- De acuerdo –asintió Esther con una sonrisa y luego la vio marchar, mientras una voz en off hacía la introducción del espectáculo-.

Las luces bailaron en la galería principal, y empezó a salir una cortina de humo por los pies de los asistentes. Los espectadores se fueron aproximando y apretándose unos junto a los otros, mientras los bailarines entraban en escena haciéndose un hueco en mitad de la sala. Todo el mundo estaba sorprendido y fascinado, incluida Maca que no se dio cuenta que la aglomeración terminó acorralándola entre Bea y Esther hasta que fue demasiado tarde.

- Espero que te guste –le susurró aquella voz inconfundible detrás de su oreja-.

Maca intentó pegarse más a Bea que estaba delante de ella mirando el espectáculo con entusiasmo, pero la gente empujaba ligeramente por detrás para acercarse, y volvió a sentir claramente el cuerpo de Esther pegado a su espalda. “Madre mía…. Madre mía, esto no me puede estar pasando”, pensó Maca mientras tomaba aire y trataba de serenarse. Apretó sus manos entorno a la cintura de Bea, y ésta le acarició la cara con una mano sin girarse.

- Es precioso –musitó Bea con sus ojos puestos en la danza-.

El calor y el sonido de Bea la reconfortaron, y Maca por fin pudo centrar su atención en el espectáculo, alejando de su mente la presencia silente de Esther en su espalda. Esther observó la caricia de Bea sobre el rostro de Maca, y el corazón le dio un vuelco que la hizo dar un paso hacia atrás. “¿Qué hay entre ellas? ¡Tengo que averiguarlo!”, se dijo. Esther fue incapaz de disfrutar de la actuación, porque después de tanto tiempo, después de creer haber superado, racionalizado y exhortado su obsesión adolescente y amor por Maca, sus ojos volvían a estar eclipsados por su mera presencia, hormigueándole el cuerpo de pies a cabeza. 



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