domingo, 23 de marzo de 2014

Dibujada en mi mente (TOMO 3) -cap 10-




PRÓLOGO:

Han pasado diez años. La prometedora estudiante de pediatría, Macarena Wilson, se ha transformado en una doctora de referencia en enfermedades infantiles del tercer mundo. Sus trabajos de investigación y su protocolo de actuación en desnutrición y enfermedades gastrointestinales pediátricas, son implantadas en hospitales de Europa. Su vida gira completamente entorno a su trabajo, y atrás quedó aquella joven camarera de bar de ambiente de noche, y modelo sin tapujos de día, que le dieron la oportunidad de labrarse un futuro.

Esther García por su lado, también salió de España tras la ruptura sin palabras con Maca. Terminó su carrera y entró en una espiral de autodescubrimiento, que la llevó a afincarse finalmente en Los Ángeles,  llegando a tener el reconocimiento de la comunidad de bellas artes más fuera que dentro de su país. Actualmente sus obras alcanzan cifras escandalosas en las galerías de Nueva York, L.A y San Francisco.





10.

Jueves (cuatro días después). Hospital Central.

La semana fue pasando sin grandes sobresaltos. Cruz no desaprovechó la oportunidad de presionar a Maca para que aceptara el puesto, y Maca se limitó a aguantar su pulso con prudencia mientras le pedía más tiempo. Al final, para tranquilizarla, Maca había aceptado hacer una conferencia exponiendo los avances de su última investigación. No era la primera vez que lo hacía, sin embargo se notó ansiosa al estar de nuevo entre aquellas paredes.

-       ¿Cómo lo llevas? –le preguntó Bea entrando en la pequeña habitación donde Maca se había refugiado para repasar sus notas-.
-       Bien, un poco nerviosa, pero se me pasará en cuanto empiece –le contestó ella-.

Bea se acercó y se sentó en su regazo. Maca la rodeó por la cintura y dejó descansar la cabeza sobre su pecho cálido.

-       Los vas a dejar con la boca abierta, no te preocupes –le susurró Bea mientras le acariciaba la espalda para relajarla-.
-       Me conformo con no cagarla, francamente –le contestó Maca, y al levantar la cabeza vio la sonrisa de Bea-.
-       ¿Tú, cagarla? Tendría que ser en un mundo paralelo, no conozco a nadie que se exija más a sí misma que tú.

Maca arrugó la nariz tras aquello.

-       Eso no ha sonado muy atractivo que digamos –bromeó Maca. Bea solía meterse con ella por no saber relajarse y dejarse llevar-.
-       Jajaja… ¿Querías que sonara atractivo? –le preguntó Bea riendo tras aquello-.
-       Escuchándote pareciera que soy como aquella catedrática con cara de culo fruncido que me daba disección en cuarto –le espetó Maca-.

Bea estalló en risas tras su comentario, y Maca liberó tensiones uniéndose a ella.

-       Más bien eres como una de esas catedráticas súper sexys con las que fantasean todos los alumnos -la corrigió Bea pasándole los brazos por el cuello-. Te faltan sólo las gafas y esas faldas con medias tan provocadoras.
-       No pienso ponerme falda, que lo sepas –le dijo ella bromeando-.
-       jajaja…. Menos mal –Bea la besó, y luego acarició con la nariz la nariz de Maca-, porque estos vaqueros te hacen un culo estupendo.
-       Pervertida –le dijo Maca dándole un beso divertido-.
-       Sólo un poco –contestó Bea-.

Tras diez minutos más de tonteo y conversación. Maca se preparó para dar la cara y acabar con aquello.

-       ¿Lista? –preguntó Bea mientras ambas se ponían de pie.
-       Qué remedio –le contestó Maca ya saliendo con ella de la habitación-. Oye, ¿te ha dicho algo más Cruz?
-       No, la verdad es que no. ¿Y a ti? –le preguntó Bea-.
-       No, desde el martes no me ha vuelto a insistir, y ya te digo yo que eso es raro. Normalmente es de las de “acoso-derribo” cuando quiere algo –le dijo Maca-
-       Lo sé. Supongo que intenta darnos un poco de manga ancha para luego apretarnos. Deberíamos procurar poner algo en claro este fin de semana, sino te veo dando conferencias aquí todo el año –le dijo Bea-.
-       Conociendo a Cruz, seguro –reconoció Maca-. Encontraría cualquier excusa para acapararnos.
-       ¡Acapararte! –la corrigió-. En realidad sólo está interesada en ti, y yo empiezo a sentirme culpable y no me…

Maca se plantó delante de Bea y detuvo su paso e hilo de pensamiento.

-       ¡Basta! –le dijo Maca con dulzura pese a su imperativo-.

Bea suspiró mientras se miraban a los ojos, luego los cerró cuando Maca dio un paso más y tomó su cara entre las manos.

-       Vamos a hacerlo, esto no cambia nada… -le susurró Maca besándola en la frente-. Quiero hacerlo, no porque lo necesites ni porque nos hayan puesto contra la espada y la pared, sino porque os quiero –Maca levantó la barbilla de Bea y ambas volvieron a mirarse-. Os quiero Bea, y nada es tan importante para mí como vosotras. ¿De acuerdo?
Bea asintió sin saber qué decir. Maca notó la emoción en sus ojos, y sonrió para que no llorara. Las dos se besaron olvidándose de dónde estaban.

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El móvil de Esther empezó a sonar interrumpiendo la playlist que estaba utilizando para desahogarse mientras corría por el parque. Contestó sin mirar la pantalla mientras aminoraba el paso para coger aliento.

-       ¿Sí?
-       Cariño, ¿cómo estás?
-       Mamá… bien, muy bien, aquí… corriendo un poco. ¿Y tú? –le preguntó Esther alegrándose de oírla-.
-       ¿Ah, no estás trabajando? Pensaba que estarías en la galería –se interesó su madre-.
-       No, no… iré más tarde a dar una vuelta y eso. Tenemos a alguien para el horario de cara al público, y supongo que Kate se pasará un rato también –le contestó Esther-. ¿Y tú? ¿estás libre?
-       ¡Ay hija, qué más quisiera! ¡Qué va! Hoy tengo turno doble –le dijo su madre-.
-       Oh… -Esther arrugó la nariz, no le gustaba que su madre trabajara tanto, y menos ahora que ella podía mantenerla sin problemas, pero Encarna había dejado muy claro que su profesión iba por delante-. Ojalá te lo tomaras con mas calma, mamá. Sé que no quieres dejarlo, pero podrías al menos limitarte a hacer tus turnos.
-       Lo sé, lo sé… pero es que Paquita necesitaba la tarde porque su hija se casa y hoy tenían que ir a ver los retoques del vestido. No te preocupes, hoy es sólo una excepción, no trabajo tanto –la quiso tranquilizar su madre-.

Esther sonrió porque no se la creía nada, pero era inútil discutir con ella, y al menos la tranquilizaba saber que Víctor estaba de su parte y la refrenaba en aquel sentido.

-       ¿Entonces, cuando voy a poder verte? ¿Vas a venir a cenar hoy? –le preguntó su madre-.
-       Ni de coña, acabarás a las tantas y necesitas descansar. ¿Mañana trabajas? –le preguntó Esther-.
-       Si, hago turno de noche, pero descanso el fin de semana –le dijo su madre-.
-       Mmm… ¿quieres qué me pase y tomamos algo ahora? Estoy sólo a dos manzanas del hospital. Podemos tomarnos un café en la cafetería de enfrente, y planificamos para el fin de semana, ¿te parece? –sugirió Esther. Sabía que si su madre la había llamado era porque deseaba verla-.
-       ¡Ohh, estupendo! Vale –Esther sonrió al notar la alegría en la voz de su madre-. Voy a terminar de mirar unas cosas y nos vemos allí, ¿cuánto tardas?

Esther se miró el reloj.

-       Nada, diez minutos.
-       Vale, hasta ahora cariño.
-       Jaja… hasta ahora mamá –se rió Esther al notarla acelerada-.

La llamada finalizó y la música volvió a los oídos de Esther que apretó de nuevo el paso rumbo al Hospital Central.

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El salón de actos rompió en aplausos tras la ponencia de Maca.

-       ¡Es increíble! Me parece mentira volver a tenerla aquí –dijo Cruz dirigiéndose a Bea que estaba a su lado, mientras los aplausos proseguían-. Nos ha dejado a todos con la boca abierta, estáis haciendo un trabajo maravilloso.
-       Gracias, pero el mérito es sólo suyo –le contestó Bea, y Cruz se volvió a mirarla-.
-       No digas tonterías. Sé que has dejado el puesto de coordinación para acompañarla, y que has movido los hilos para que la investigación saliera adelante. Cuando Rubén me dijo que no volvías a Sudáfrica no me lo podía creer, tu hogar siempre estuvo allí.

Cruz y Bea se miraron con entendimiento. Ambas se conocían desde hacía años, y pese a que Bea tenía la virtud de camuflarse como un camaleón allí donde iba, Cruz siempre había sabido que su naturaleza no terminaba de encajar en el mundo capitalista y desarrollado.

Bea le sonrió con la mirada y luego le dijo una frase en un dialecto que Cruz no entendió.

-       “El hogar habita en el corazón, escapando de los límites del tiempo y de la tierra” –le tradujo Bea y Cruz asintió con la cabeza mientras le regalaba una sonrisa-.
-       No me extraña nada que Maca se enamorara de ti –le soltó Cruz de pronto-.
-       Jajajaj… ¿No? –Bea se rió tras aquel comentario tan espontáneo-.
-       No.. jajaja… hasta a mí me entran ganas de hacerme lesbiana sólo con veros –bromeó Cruz y se echaron unas risas-. No sé, desprendéis un aura de comprensión y calma cuando estáis juntas, que os aparta de todo lo demás. Hace un rato cuando os he visto en el pasillo hablando, he de reconocer que hasta he sentido envidia. ¿Suena raro? –preguntó Cruz arrugando la nariz-.

Bea le sonrió, sabía lo que quería decir y le estaba agradecida por atreverse a pronunciarlo con tanta confianza.

-       Un poco, pero gracias. Eres una buena amiga –aceptó el cumplido Bea y le apretó el brazo con afecto-. Anda, vamos… en cuanto baje del escenario la acribillarán a preguntas, y no se le da muy bien lo de hacer “sociales”.
-       Jajaja... Pues sabes que cuando corría por estos pasillos la llamaban la “Diosa de fuego” o ¿era la “Diosa de hielo”?, no lo recuerdo muy bien –le comentó Cruz-.
-       Jajaja… ¿En serio? ¿y eso? –se rió Bea, aquella anécdota no la sabía-.
-       En serio, tengo entendido que se le pegaban como moscas a la miel y que fuera de estas paredes lo de socializar se le daba mejor que bien. Vamos, que era una casanova.
-       Mmm… interesante, y a mí que me cuesta chantajearla para que simplemente salga conmigo a bailar –le dijo Bea con una sonrisa, y después las dos siguieron hablando hasta llegar a las escaleras por las que Maca había bajado del escenario, y donde ya compañeros de carrera la rodeaban para felicitarla-.

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Al poco de llegar Esther y pedirse un “Acuarius”, entró su madre por la puerta pidiéndole a la camarera lo de siempre.

-       ¿Hace mucho que esperas? –quiso saber su madre dándole un beso y un abrazo-.
-       No, que va… acabo de llegar prácticamente. ¿Cómo va el día? –se interesó por ella-.
-       Uf, pues como siempre. A partir de las tres entraré en quirófanos y ya sabes que ahí se sabe cuando una entra pero no cuando sale, pero la mañana, tranquila. Además, Maca está dando una conferencia…. –empezó a decir sin más Encarna, pero Esther se atragantó nada más escuchar aquel nombre, y su madre se paró para ayudarla-. ¡Santo Dios!... ¡Chiquilla, que te atragantas!
-       Jo… der… mamá… No me des… tan fuerte, que sólo se me ha ido por el otro lado –le pidió su hija para que parara de darle golpes en la espalda-.
-       Es que bebes muy rápido, cualquier día tenemos un disgusto –la regañó su madre por haberla preocupado-.
-       Eres una exagerada –le sonrió ella-
-       Si vieras lo que yo tengo que ver todos los días, otro gallo cantaría.

La camarera sirvió el café con leche de Encarna en aquel momento, y el silencio se posó en la mesa durante un instante. Esther bebió un pequeño sorbo más de su vaso, y esperó a que su madre terminara de prepararse el café antes de preguntarle.

-       Mamá, cuando has… has dicho, que Maca estaba dando una conferencia, te referías a… -Esther tenía miedo de preguntarlo, pero algo en ella la empujaba a hacerlo-.
-       Oh, ¿por eso te has atragantado? –cayó en la cuenta su madre y los ojos se le abrieron chisposos, haciendo que Esther se sonrojara-. Sí, me refería a “Maca”, ya sabía yo que vuestro encuentro de la otra noche dejaría huella.
-       No digas tonterías –contestó Esther-.
-       No digo tonterías, y si te soy sincera te diré que no me hace ni puta gracia –le espetó su madre-.
-       ¡MAMÁ! –se escandalizó Esther, su madre no solía emplear palabrotas-.
-       ¿Qué? ¡Es la verdad! ¡Ni puta ni puñetera gracia! No me malinterpretes, aprecio a Maca, sé que es una buena chica y que lo vuestro no salió bien, que le fuiste infiel y todo eso… pero soy tu madre, y aunque no me entusiasme verte tan “ligerita” en cuanto a tus relaciones, menos aún me gusta verte sufrir, y Maca va a casarse… y tú, vuelves a tener esa mirada rara…
-       jajajja… ¿Qué mirada rara? –Esther se echó a reír, porque no sabía por donde salir frente a aquel ataque de sinceridad de su madre-.
-       No te hagas la tonta, que sabes de lo que te hablo –Encarna no quiso irse por la tangente. Esther se puso sería-.
-       No me hago la tonta, mamá, es simplemente que estás exagerando –Esther cogió la mano de su madre entre las suyas-. Ya no tengo veinte años,… tranquila, no van a hacerme daño.
-       Nunca se tiene edad suficiente para que no te hagan daño –puntualizó con acierto su madre-.
-       Vale, pero ya sabes a lo que me refiero –le contestó-. Así que dejemos de hablar de esto, y pasemos a lo importante. ¿El sábado? ¿dónde te gustaría que comiéramos?


La sonrisa aduladora de Esther, terminó embaucando a su madre, que pronto se olvidó del tema y se ilusionó con poder hacer planes con su hija.

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Esther se dispuso a pagar la cuenta, mientras su madre iba un momento al baño.

-       ¿Puedo? –le preguntó a la camarera-.
-       Sí, claro, están para eso –le dijo ella entregándole el periódico-.
-       Gracias, sólo será un momento –le contestó Esther con una sonrisa, y luego se dispuso a buscar la sección de cultura y espectáculos-.

A pesar de que habían pasado cinco días desde la inauguración de su obra, aún encontraba reseñas significativas de ella en la prensa local, y Esther quiso comprobar que el anuncio de su galería seguía vigente como reclamo al público. Cuando lo encontró, una sonrisa ilusionada cruzó su cara y sus ojos. “Es increíble… quién me lo iba a decir”, pensó para sí. Si de niña alguien le hubiera dicho que cumpliría sus sueños tan pronto, no lo hubiera creído. Ella siempre pensó que sería como aquellos artistas cuya obra, con suerte, quizá alguien reconocería a título póstumo.

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-       Aquí estaremos mejor, ya verás…. No pensé que se abalanzarían así. Ya se lo diré yo a Jaime y a Teo cuando los pille entre guardias –decía Cruz entrando en la cafetería de enfrente del hospital-… jajaja… tanta traumatología y pitos y flauta, y parecían que habían hecho un master en pediatría con tal de impresionarte. De verdad, que estos hombres… -se reía Cruz con ellas mientras las dejaba pasar-.


De pronto, Maca alzó la mirada, y sus ojos le jugaron una mala pasada. Por un segundo pestañeó dos veces, hasta que su cerebro procesó la sonrisa de una Esther frente al periódico en la barra.

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