domingo, 2 de marzo de 2014

Dibujada en mi mente (TOMO 3) -cap 7-




PRÓLOGO:

Han pasado diez años. La prometedora estudiante de pediatría, Macarena Wilson, se ha transformado en una doctora de referencia en enfermedades infantiles del tercer mundo. Sus trabajos de investigación y su protocolo de actuación en desnutrición y enfermedades gastrointestinales pediátricas, son implantadas en hospitales de Europa. Su vida gira completamente entorno a su trabajo, y atrás quedó aquella joven camarera de bar de ambiente de noche, y modelo sin tapujos de día, que le dieron la oportunidad de labrarse un futuro.

Esther García por su lado, también salió de España tras la ruptura sin palabras con Maca. Terminó su carrera y entró en una espiral de autodescubrimiento, que la llevó a afincarse finalmente en Los Ángeles,  llegando a tener el reconocimiento de la comunidad de bellas artes más fuera que dentro de su país. Actualmente sus obras alcanzan cifras escandalosas en las galerías de Nueva York, L.A y San Francisco.


7

Pese a las primeras reticencias, Maca se sintió bastante cómoda con la compañía. El local donde habían hecho la reserva, era una tasca modesta y pequeña, prácticamente vacía a aquellas horas de la noche. La galería había cerrado cerca de las once y media, y aunque Encarna y Víctor habían picoteado bastante en la inauguración, se unieron a ellas en la mesa conduciendo sin darse apenas cuenta, las conversaciones.

- Si lo llego a saber no picoteo tanto –se quejó Encarna a Esther por lo bajo-.

Esther sonrió.

- ¿Quieres? Ya te dije que después cenaríamos –le contestó su hija-.
- Ya, ya lo sé, pero no pensaba que ibas a servir todos esos canapés, tan bien presentados y bonitos. Me ha sido imposible no probarlos todos, parecían sacados de una revista gourmet –reconoció Encarna-. Aunque esos huevos rotos tienen una pinta…
- Jajajaja… Te lo vuelvo a repetir, ¿quieres? –Esther conocía a su madre, sobretodo cuando ponía esos ojitos de cordero degollado. Desde que Encarna salía con Víctor, había adelgazado, y se cuidaba muy mucho de abusar de alimentos poco cardiosaludables a pesar de que Víctor nunca le había dicho nada-.
- No, no, déjalo. Cómetelos tú que te hacen más falta –terminó desistiendo su madre-. Mírate, cada día estás más flaca, aunque con ese ajetreo de vida que llevas y esas deshoras en la alimentación, no me extraña nada.
- Ya vamos a empezar, monotema al canto –se quejó Esther poniendo los ojos en blanco. Ni los huevos se iba a poder comer tranquila-.

Kate se rió tras aquello, porque era cierto que la alimentación de Esther era el tema preferido de su madre cuando se veían.

- Oh, no… Cruz está haciendo un trabajo fantástico –les comentaba por su lado Víctor a Bea y Maca-. Sigue dirigiendo quirófanos, pero lleva como tres o cuatro años inmersa en el proyecto del ala de investigación del hospital, y está a punto de conseguir la subvención. La verdad es que está luchando como una leona porque se lo lleve el Hospital Central y no el de Torrejón, aunque este año lo tenemos difícil porque han obtenido dos galardones, uno en gestión general y otro en cirugía digestiva. Aunque ya sabéis como es Cruz, que a cabezota no le gana nadie, y de seguro nos sorprende con algún as en la manga.

Bea miró a Maca en aquel momento, y las dos empezaron a entender mejor a que se debía la insistencia de Cruz porque acudieran a Madrid. Que la gerencia del Hospital Central recayera en Maca, la pediatra más joven galardonada por dos años consecutivos por sus investigaciones en enfermedades del sistema digestivo infantil, era algo que la comisión de crédito no pasaría por alto a la hora de conceder la autonomía de investigación a un hospital. La sola presencia de Macarena Wilson como responsable del proyecto, ya garantizaba no sólo prensa y publicidad, sino una valiosa experiencia en el desarrollo de futuras investigaciones. 

- Entre las dos me vais a volver loca. Sabéis que os digo… -Esther mojó sus huevos con pan y se llenó de pleno la boca con ellos, ante la mirada de Kate y su madre-. ¡Ala… ya… está!

Kate y Encarna se miraron, y las dos se pusieron a reír. La escena atrajo la atención del resto de la mesa, que vieron como a Esther le costaba hablar con la boca llena y una sonrisa en los ojos.

- Esta niña, es una bruta –comentó Encarna aún riendo-.
- Ya lo creo que lo es. A ver si ahora te atragantas –le advirtió Kate-.
- Me tenéis hasta las “pelotas”, y eso que no tengo… así que ya lo tenéis bien –les soltó Esther sacando carácter, aunque sonreía mientras se limpiaba con la servilleta-.
- ¡Ay, pobrecita ella! –le dijo Kate burlona, y sin previo aviso atrapó la cara de Esther con una mano y la besó en la boca-.

A Maca se le escurrió el tenedor de la mano ante aquello, y el ruido sobre el plato interrumpió el íntimo gesto.

- ¡Oh! ¡lo tengo! Se me ha escurrido, lo siento –se apresuró a hablar Maca, viendo que todas las miradas se habían concentrado en ella-.

Maca estaba segura de que se había puesto roja, pero se negó cualquier posibilidad a sí misma, de mostrarse afectada o perpleja. Bea deslizó una mano sigilosa por su muslo bajo la mesa.

- Cariño, quizá deberías hacer como Esther y pasar de los cubiertos –le sugirió Bea mirándola con ternura, luego se dirigió al resto de la mesa-. Seis años en aldeas africanas no se olvidan de la noche a la mañana. La practicidad de sus costumbres os sorprenderían.

“Cariño… seis años….”, el corazón de Esther empezó a sufrir pura taquicardia al escuchar tales palabras. Sus ojos buscaron sin disimulo los de Maca, llenos de preguntas mudas. Por suerte para ella, Kate estaba de su lado.

- ¿Seis años? ¡Buah!  Yo no sé si podría, pero me parece apasionante el conocer otras formas de vida, otras culturas. Y dime Bea, ¿os conocisteis allí? ¿lleváis mucho tiempo juntas, Maca y tú? –entró a bocajarro Kate, con toda la naturalidad del mundo-.

Bea miró directamente a aquellos ojos azules, a pesar de ser inmensamente claros, escondían demasiadas cosas, y la comisura de sus labios se alzaron con picardía antes de contestar.

- En realidad Maca y yo nos conocimos en su último año de carrera. Tuve un caso de una niña que necesitaba una actuación multidisciplinar con varios especialistas, y Cruz me brindó el Hospital Central para coordinarlo todo desde allí. Maca colaboró a modo de oyente y con la parte de documentación, … 

Encarna miró a su hija cuando sintió la inquietud de sus piernas por debajo de la mesa. Su rostro estaba inexpresivo, pero la ferocidad de su mirada taladraba a Maca. Bea siguió hablando.

- Un año después volvimos a coincidir en Sudáfrica. Me hicieron coordinadora de su proyecto, y pasamos dos años intensos recorriendo los poblados. La amistad se tornó en confianza, y bueno, luego vino lo demás –explicó con sencillez Bea. Maca y ella se miraron en aquel punto, y Esther vio como Maca asentía regalándole una sonrisa tímida a aquella desconocida que parecía tener en sus manos el corazón de su “ex”.
- ¡Vaya! O sea que lleváis de novias, ¿siete, ocho años? –Kate no pudo evitar hacer la pregunta, la cual le salió tan espontánea como un estornudo-. 

Bea se rió, Kate podría tener ¿qué?, ¿cuarenta? ¿cuarenta y tantos? Sin embargo la expresión de su rostro cuando interactuaba y su naturalidad al hacerlo recordaban a la celeridad y ansias de una adolescente.

- Sí, bueno, en realidad yo no catalogaría lo nuestro como “noviazgo”… -empezó a explicarse Bea, pero la voz de Maca la cortó en seco-.
- En realidad estamos prometidas. ¡Vamos a casarnos!

La voz de Maca sonó tan rotunda, como la patada en las entrañas que sintió Esther al escucharlas. El silencio se hizo palpable, y durante unos segundos, ninguna de las dos apartó la mirada de la otra en una especie de pulso que no pasó desapercibido para ninguno de la mesa, ni siquiera para Víctor que era el menos puesto en el tema.

- ¡Oh, enhorabuena! –las felicitó éste último, entendiendo que era lo correcto dado el caso-.
- Muchas gracias –le contestó Maca-.
- ¿Y para cuándo la boda? Si puede preguntarse –añadió Víctor-. ¿No me digáis que por eso estáis en España? Si no me equivoco Holanda también reconoce los matrimonios entre parejas del mismo sexo, ¿no? –preguntó Víctor, que buscó el asesoramiento de las tres mujeres que estaban a su otro lado-.
- Sí, fue uno de los países pioneros –le contestó Kate, más retraída tras la noticia-.
- Bueno, en realidad estamos en España por Cruz –añadió Bea, en un intento de cambiar la conversación-.
- ¿Por Cruz? –preguntó esta vez Encarna-.
- Sí, insistió para que viniéramos –contestó Bea, y a pesar de no tener muy claro si Maca querría o no que lo dijera, continuó hablando-. La verdad es que acaban de proponerle a Maca que dirija el Hospital Central, por eso estamos aquí –añadió-.

Encarna se llevó las manos a la boca de la sorpresa y también de la alegría. Dejando a un lado su papel como madre, como profesional, tenía que admitir que Maca se merecía un ascenso como aquel.

- ¡Oh, Dios mío! ¿La dirección general? ¿En serio? –Encarna no pudo evitar que se le notara la emoción-

Maca le sonrió agradecida, aunque aún no había decidido qué hacer, y así lo expuso.

- Aún no he aceptado. Ha sido todo muy reciente y muy inesperado. La situación es… -Maca miró a Bea que asintió a su lado-, complicada, pero vamos a pensarlo.

En cuestión de segundos, la conversación en la mesa giró entorno a la posibilidad de que Macarena Wilson volviera a ser plantilla del Hospital Central. Todos la felicitaron a pesar de que la decisión no estaba tomada, incluida Esther, que poco a poco se fue alejando a un silencioso segundo plano, mientras Encarna, Víctor, Bea y Maca conversaban sobre la propuesta y las intenciones de Cruz al apostar por traerla de nuevo a sus orígenes. 

- Voy a encargarme de la cuenta, ahora vuelvo  -le dijo Esther a Kate al oído, para no interrumpir al resto-.

Kate atrapó la mano de Esther sobre su hombro, y Esther se sintió obligada a mirarla a los ojos. Sonrió sin mucha confianza en sí misma, y luego apretó con suavidad el hombro de Kate que finalmente la liberó. Maca no pudo evitar estar atenta a la escena que ambas protagonizaron, y vio como Kate miraba a Esther alejarse, para después volver a integrarse en el grupo. En aquel momento los ojos de Maca y Kate se anclaron por encima de cualquier conversación. Había algo tenso en los ojos azul cielo de Kate, y Maca terminó apartando la mirada dejando pasar el momento. Kate cogió su copa de vino y se limitó a beber pequeños sorbos mientras escuchaba al resto de la mesa.

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