PRÓLOGO:
Han pasado diez años. La prometedora estudiante de pediatría, Macarena Wilson, se ha transformado en una doctora de referencia en enfermedades infantiles del tercer mundo. Sus trabajos de investigación y su protocolo de actuación en desnutrición y enfermedades gastrointestinales pediátricas, son implantadas en hospitales de Europa. Su vida gira completamente entorno a su trabajo, y atrás quedó aquella joven camarera de bar de ambiente de noche, y modelo sin tapujos de día, que le dieron la oportunidad de labrarse un futuro.
Esther García por su lado, también salió de España tras la ruptura sin palabras con Maca. Terminó su carrera y entró en una espiral de autodescubrimiento, que la llevó a afincarse finalmente en Los Ángeles, llegando a tener el reconocimiento de la comunidad de bellas artes más fuera que dentro de su país. Actualmente sus obras alcanzan cifras escandalosas en las galerías de Nueva York, L.A y San Francisco.
9.
Apartamento de Maca.
Maca se metió
en la ducha y dejó el agua caliente correr sobre su cuerpo intentando controlar
aquel temblor involuntario que se había instaurado en su vientre desde que la
mirada indescifrable de Esther le había dicho adiós media hora antes. En su
cabeza los gestos mudos entre Kate y Esther se repetían, y luego aquel beso… “Estamos prometidas. Vamos a casarnos”…
sus propias palabras retumbaron en su cabeza… “¿Por qué diablos lo he hecho?”,
pensó Maca, y con furia cogió el jabón intentando borrar de su cuerpo las
sensaciones que todo aquel inesperado encuentro había despertado. Veinte
minutos más tarde, su mirada frente al espejo le devolvió una imagen más acorde
con la mujer en la que se había convertido. Se cepilló el cabello, y decidió
salir a hablar con Bea. Le debía una disculpa, y aún no sabía cómo hacerlo.
El sonido de
la puerta del baño, anunció su llegada. Bea terminó con su último sorbo, y
depositó la infusión sobre la pequeña mesa.
-
¿Mejor? –le preguntó dándose la vuelta en el sofá para
mirarla-.
-
Sí, lo necesitaba –le contestó Maca-. Me sentía algo
mareada, el alcohol ya no es lo mío –trató de sonreírle-.
-
¡Ya! –Bea chasqueó la lengua, y aquel gesto tan suyo puso en
pre aviso a Maca-. ¿Estás segura de que ha sido el alcohol? ¿o más bien el
volver a ver a Esther?
Maca
enmudeció. Debería saber a aquellas alturas, que Bea era directa como una bala.
-
Supongo que ella también ha tenido algo que ver –le contestó
con la voz algo más tensa de lo que esperaba-.
Bea se puso de
pie y rodeó el sofá hasta quedarse frente a ella.
-
Algo que ver, ¿eh? –repitió los términos que le había dado
Maca-. Es curioso, porque ese “algo” no me pareció muy preocupante, hasta que
Kate y Esther se besaron y decidiste utilizarnos para marcar territorio.
Maca se quedó con
la mandíbula tan tensa, que por un momento no supo que decir. Había cometido un
error imperdonable, y más conociendo como conocía a Bea en aquel sentido. La
miró a la cara, sus ojos eran tan serenos como siempre, y a pesar de la crudeza
de sus palabras, no había tensión en su pose.
-
Lo siento –suspiró cediendo Maca-. De verdad que lo siento.
No… no entiendo que me ha pasado, supongo que no estaba preparada para volver a
verla, verlas… y menos juntas. No sé por qué reaccioné así, por qué les dije lo
de la boda sin consultártelo –se disculpó Maca, seguir negando lo evidente era
peor camino-.
-
Maca, sabes bien lo que opino de lo que vamos a hacer… Te
quiero, eso es así y para mí es lo único que importa, pero sabes que si no
fuera por Tara… -Bea no quería que la mal interpretara y por fin se acercó
hasta ella-.
-
Lo sé, lo sé –Maca le acarició el rostro con las manos-. Lo
siento, estuvo fuera de lugar. No sé por qué lo anuncié de ese modo. Perdona.
Maca y ella se
besaron, y hubo un eterno segundo de conexión entre las dos. Maca volvió a
sentirse en calma, y cerró los ojos cuando se liberaron, sin separar sus frentes.
-
Es sólo que… nunca te había visto un comportamiento así. Lo
dijiste de un modo tan… no sé… ¿posesivo? La miraste como si la retaras, y me sentí como
una mercancía –expuso Bea y se separó con suavidad de ella-.
Los ojos de
Maca le hablaron de lo que le dolían aquellas palabras.
-
No eres ninguna mercancía. Te quiero, sabes lo que sentí por
ella, y lo que luché porque ello cambiara para llegar a ti. Siempre he sido
honesta y sincera contigo… -le dijo Maca-.
-
Se que eres sincera –Bea le acarició la cara-, pero ser
honesto y ser capaz de entregarse a alguien es muy distinto –Maca quiso
replicar, pero Bea no le dejó-. Siempre he pensado que antes de conocerte eras como
otra persona, como si hubiera un antes y un después, pero nunca supe identificarlo
porque te empeñas en refugiarte una y otra vez en ti misma. Sospechaba que
Esther tenía algo que ver, pero verte hoy frente a ella… tus reacciones -Bea no
pudo evitar una sonrisa nerviosa. Luego miró a los ojos a Maca-. Siento que hay
dentro de ti alguien que desconozco, y que te empeñas en no mostrarme.
A Maca le
recorrió un escalofrío porque sabía a lo que se refería, y un acto innato de
supervivencia hizo que se pusiera a la defensiva.
-
¡Bea, es ridículo! No puedo creer que estemos dedicándole
tanto tiempo a esto, de verdad. Por supuesto que Esther ha significado mucho
para mí, yo misma te he hablado de ello, pero han pasado diez años. ¡Por el
amor de Dios! Me he mandado una cagada, ¿vale? ¡Vale! ¡Lo siento! Sí… lo
confieso, no he sabido como reaccionar al volver a verla, se me han revuelto
las tripas por dentro, soy humana. Pero eso no significa nada. Dejamos nuestra
historia de un modo muy duro, y me he puesto nerviosa al encontrármela de
pronto. Pero de ahí, a que dudes de mí… -Maca cogió la cara de Bea entre sus
manos, y suavizó su tono-. Te aseguro que soy la misma persona que esta mañana,
la misma que conoces desde hace años, la misma que te ha hecho el amor no hace
ni 24 horas y que se muere por demostrarte cuánto te quiere -Maca la besó con
dulzura en los labios-, te desea… la misma persona.
-
¿En serio? –preguntó Bea con una sonrisa y un brillo
atrevido en los ojos-.
-
En serio –le aseguró Maca dejando acariciarse la nuca y la
espalda por ella-.
-
¿Quieres demostrármelo? –jugó Bea-.
-
Por supuesto –le contestó-.
Bea la besó
con intensidad, y Maca volvió a sentir que la calma volvía a sus vidas.
-
Entonces, quedemos con ellas –le dijo Bea liberándola del
beso-.
-
¿Con quién? –preguntó Maca aturdida tras las mieles-.
-
Con Esther y Kate –le espetó Bea-.
Maca se separó
y la miró.
-
¿Lo dices en serio? ¿quieres qué volvamos a verlas? –le
preguntó Maca desconcertada-.
-
¿Algún problema? –Bea le sonrió. Sabía que su propuesta la
había vuelto a poner nerviosa, sin embargo Maca aceptó-.
-
No, claro que no. Si es lo que quieres, es lo que haremos.
No hay problema –contestó Maca resolutiva-.
-
Muy bien, eso es lo que quería oír –se sintió satisfecha
Bea, y luego cogió a Maca de la camiseta y tiró de ella hacia la cama-.
Maca la siguió
hasta el dormitorio. Poco a poco se dejó envolver por la sensualidad y seguridad
que Bea siempre le reportaba.
-----
Casa de Esther. 10h.
Esther abrió
los ojos a la mañana siguiente y se dio cuenta de que estaba sola en la cama.
Se incorporó notando el esperado dolor de cabeza, y se frotó la frente buscando
alivio.
-
Maldito champán… y malditas lloreras. En serio, tengo que
dejar de hacer estas mierdas –masculló para si misma, mientras se quitaba a
trompicones la ropa para dirigirse a la ducha-.
En cuanto notó
el agua caliente sobre su cuerpo sintió alivio. Se pegó una buena ducha, y al
salir se preparó una pastilla efervescente para la resaca, mientras se
cepillaba los dientes. Al abandonar el baño, volvía a sentirse humana, encendió
la luz de su vestidor, y sólo cogió una de sus camisetas anchas y unas bragas.
-
¡Por Dios, que Kate haya hecho café! –suplicó mientras se
vestía-.
Nada más
cruzar el umbral de la puerta el olfato le indicó que sus deseos se habían
cumplido.
-
Mmm… la bella durmiente ha despertado –le dijo Kate al verla
entrar en la cocina. Repasó con los ojos de arriba a bajo el atuendo de Esther,
y sonrió con malicia antes de tomar un nuevo sorbo de su taza-.
Esther alzó
una ceja ante aquella mirada inquieta, pero avergonzada como se sentía de haber
pretendido utilizar a Kate la noche anterior, no quiso meter más la pata haciendo
algún comentario inapropiado.
-
Me ha costado con este dolor de cabeza –contestó Esther
mientras se servía una taza de café-.
Kate observó
como Esther se derretía literalmente al sentir el calor humeante de la taza entre
sus manos. Esperó pacientemente hasta verla en aquel ritual en el que primero
olía el café, entrecerraba los ojos y después pegaba el primer sorbo con
cuidado. Sonrió cuando todos los pasos se dieron por cumplidos. Luego continuó
leyendo el periódico y bebiendo de su taza en la armonía del silencio que ambas
compartían.
-
Veo que has encontrado el último suéter que compré para ti
–apuntó Esther pasados unos diez minutos-. ¿Te gusta?
-
Es caliente, y suave… me encanta, pero te he dicho mil veces
que no tienes por qué hacerlo –le contestó Kate dejando el periódico y
echándose hacia atrás en la silla-.
-
Adoro hacerlo –le replicó ella-.
-
Lo sé. Creo que ya hemos hablado antes de tu afición fetiche
–le dijo Kate. Esther simplemente se encogió de hombros y tomó otro sorbo de su
segunda taza de café-. ¿No comenzó con Maca?
Esther la miró
directamente, y al encontrarse con sus risueños ojos, supo que Kate buscaba
algo.
-
Sabes que sí… -Esther dejó la taza en la encimera y se cruzó
de brazos-. No te andes con rodeos, esta mención de Maca no ha sido muy sutil,
dispara... ¿qué quieres decirme?
-
Jajajaja…
Kate soltó una
gran carcajada, y luego apoyó su cara inocentemente sobre sus manos cruzadas en
la mesa. Esther pensó en ese momento, que era una de las mujeres más atractivas
que había conocido en su vida, y maldijo internamente haber acertado con el
color de aquel suéter.
-
Quiero que concertemos una cita –le anunció Kate-.
-
¿Una cita? –preguntó Esther a la defensiva. La conocía
demasiado-.
-
Con Maca y Bea –prosiguió ella-.
Si Esther
hubiera tenido la taza en las manos se hubiera estallado contra el suelo tras
aquella propuesta.
-
¡¿Qué quieres qué?! –Esther abrió tanto los ojos que Kate
tuvo que sonreír-. ¡Ni hablar! ¡Oh no! Puedo ser muchas cosas, pero el
masoquismo lo dejé de lado hace mucho tiempo. Con la reacción loca de anoche
tuve más que suficiente… Maca ha rehecho su vida, y yo la mía. ¿Me alegré de
verla?, ¡sí! Pero también soy consciente
de que me desestabiliza. Así que no, gracias. No tengo ningún interés en volver
a verlas.
Se manifestó
Esther y cogiendo su taza de café la vació en el fregadero porque el estómago
se le había revuelto. Kate se levantó de la silla y llevó su taza a donde
estaba Esther. En cuanto notó el pecho de Kate en la espalda, Esther cerró los
ojos, se daba cuenta de lo desbordada que estaba a causa de Maca y no le
gustaba nada.
-
Siempre has estado muy sexy cuando te enfadas –susurró Kate
con su voz profunda, y Esther abrió los ojos, a punto de enfrentarse a ella
porque no quería que la convenciera ni por un instante-.
-
No me vengas con…
La reacción de
Esther se quedó en el camino, cuando los labios de Kate la estuvieron esperando
al darse la vuelta, envolviéndola en un beso inesperado y húmedo que aturdió por
completo la cabeza de Esther.
-
Vamos a quedar con ellas –musitó Kate mientras la subía con
facilidad a la encimera y acariciaba ascendentemente sus piernas desnudas-.
-
¿Por qué? –quiso saber Esther aunque le era difícil
concentrarse en algo que no fuera la mirada encendida de Kate y sus caricias.
Hacía tiempo que no estaban en aquella tesitura, y estaba sorprendida por sus
reacciones-.
Kate atrapó su
trasero con ambas manos, y atrajo la cadera de Esther hasta la suya con un solo
gesto.
-
Porque ya no tienes veinte años –le contestó-.
-
Si estás haciendo esto sólo para que te diga que sí… -la
respiración de Esther estaba agitada, siempre le había gustado el sexo por las
mañanas, pero aún así se resistió a ella-.
-
Jajajajajajajaja –Kate tuvo que reírse ante aquello porque
bien podía ser una de sus tácticas, aunque no era el caso. Deslizó una mano por
debajo de la ancha camiseta de Esther y tomó uno de sus pechos-. ¿Te lo parece?
–le preguntó acercándose más a ella-.
Esther notó el
cálido aliento de Kate a escasos centímetros de su boca, tentándola, y la
cabeza empezó a darle vueltas.
-
¡Me estoy calentando! –le advirtió Esther- ¡Mucho!
-
Lo sé –dijo Kate divertida-.
-
No lo comprendo… anoche creí entender que…
-
Anoche pensabas en Maca –la atajó Kate y luego la besó de
nuevo hasta que no hubo dudas de lo que buscaba-.
Las
respiraciones se aceleraron, y el pulso de Esther se agitó con fuerza. Kate no
solía tomar la iniciativa, pero cuando lo hacía era difícil no perder la razón
por ella.
-
Dime, ¿está ella ahora en tu cabeza? –preguntó Kate con la
voz tomada-.
-
¿Quién? –Esther era incapaz de pensar ya en nada-.
-
Maca –aclaró Kate recobrando el aliento-.
-
No –contestó con sinceridad Esther. Ahora mismo sólo pensaba
en Kate y su mirada-.
Los ojos de
Kate por fin la aceptaron, y se tiñeron de esas sombras de azul intenso que a
Esther tanto la habían cautivado años atrás.
-
Bien, porque puede que no volvamos a hacerlo, y aún tengo
cosas que entregarte.
Esther quiso
preguntarle qué había querido decir con aquello, pero no tuvo tiempo. Kate
volvió a besarla, y en menos de cinco minutos, Esther ya enrollaba con ansias
las piernas alrededor de su cintura para que no se le escapara. Había pasado
mucho tiempo desde la última vez que habían sucumbido juntas, y las dos se
entregaron en cuerpo y alma, como si no existiera mañana.
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