jueves, 6 de marzo de 2014

Pretty Bollo -cap 39 y 40-


Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado,  maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer,  se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.

Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.




39

- ¡No! – dijo Maca en un susurro entrecortado y horrorizado-.

Esther se detuvo, no se esperaba que Maca gimiera y se arrepintió inmediatamente de presentarse allí para torturarla. “¡Qué diablos me pasa! ¿Desde cuándo antepongo mis deseos a lo que quiere la cliente?... Dios…”… pensaba Esther avergonzada.

- Perdona, perdóname Maca… -se disculpó Esther liberándola-.

 Maca encogió las piernas sobre el sofá y las protegió contra su pecho.

“No, por favor… no me des esa imagen… no me tortures más”… Esther quería salir corriendo, Maca aparecía como en aquel horrible sueño en el que ella se moría por abrazar a aquella dulce niña y no podía.

- Ha sido un error mío, perdona… no volveré a tocarte –le aseguró Esther-. ¿Estás… estás bien?

Maca no contestaba y aquello era una tortura para Esther porque no sabía que le estaba pasando por la cabeza. De pronto Maca habló.

- Perdóname tú a mí… -empezó a decirle Maca sin atreverse a mirarla-… deseo tanto que me toques que no puedo soportar que lo hagas, sé que estoy loca, pero es lo que siento, perdóname.

Los ojos de Maca se clavaron en una Esther paralizada por aquellas palabras. Maca también quería disfrutar de aquello, sólo que le ¿dolía? ¿le asustaba?... Esther no sabía que pensar, no sabía que decir.

- Si no te importa, voy a cambiarme…

Y diciendo aquello Maca trató de ponerse en pie pero aún tenía adormecido el tobillo, lo apoyó y le dolió hasta tambalearse. Esther vio la escena a cámara lenta, de un salto se puso de pie y la cogió para que no se cayera al suelo apresándola contra su cuerpo. Maca pegó un pequeño grito contenido, y a Esther se le paró la circulación. La toalla había caído entre ellas y entre sus brazos se encontraba una Maca desnuda y medio mojada. El sonido de sus corazones era tan estremecedor que les dolían los oídos.

Esther no podía moverse, no quería moverse. La tibieza del cuerpo desnudo de Maca era un regalo que no podía permitirse soltar. A pesar de haberse bañado con ella, era la primera vez que la veía completamente desnuda, porque con el sofoco de la fiebre, no había querido quitarle la ropa interior aquella noche… pero aquello era distinto, era real e intenso, y Esther hubiera hecho locuras con aquella mujer si ella hubiera querido.

Maca por su parte notaba que todo su cuerpo se tensaba, el roce del suéter de Esther sobre sus pechos desnudos iban a hacer que se desmayara de un momento a otro, y rogaba en silencio porque aquella mujer no moviera ni un ápice su cuerpo y la soltara, pues un movimiento como el que sintió la primera vez que la apresó contra el armario la haría jadear y no quería.

Las respiraciones se entrecortaban, ninguna quiso mirar a la otra, pero se escuchaban.

- ¡Esther! –a Maca apenas le salía un hilo de voz cerca del oído de aquella mujer que la contenía-.
- ¿Sí? –le contestó Esther sin atreverse a moverse, pues ya empezaba a conocerla-.
- ¿Te importaría soltarme? –le pidió Maca-.

Si aquello se lo hubiera pedido otra persona quizá la hubiera ofendido, quizá el tono le hubiera molestado, pero la pregunta de Maca había sido en realidad una súplica ahogada y Esther empezó a temer por lo que se encontraría al mirar aquellos ojos. Con cuidado se desprendió de ella sintiendo que las manos que habían tocado por un instante aquella piel seguían quemando. Separó su pecho del de Maca y a un par de pasos de aquella diosa desnuda pudo mirar unos ojos indescifrables entre la pasión y el odio. Como Maca no se movió ni habló, Esther se agachó a recoger la toalla sin poder evitar deleitarse en aquella figura que recorrió de arriba abajo, y abajo arriba. Extendió la toalla y cubrió a Maca con ella.

- Maca, ¿estás bien? –Esther estaba preocupada… Maca parecía concentrada en algo que no se hallaba en aquella habitación-.

Vio a Maca cerrar los ojos mientras levantaba la mano y el dedo índice, como si le estuviera indicando que le diera un minuto.

“Diooossssss… ¿¿¿pero que pasaaaaaaaa??? ¡Esta impotencia acabará conmigo!” quería gritar Esther, pero esperó. Por fin el peso de su estómago desapareció, la sonrisa de Maca volvió a aparecer en aquel bello rostro.

- Ayúdame a llegar al dormitorio, necesito vestirme –le pidió Maca con ternura-.

Y aunque Esther no sabía que es lo que estaba pasando, le tendió su brazo de bastón, incapaz de atreverse a tocar una vez más a Maca. Cojeando un poco llegaron al dormitorio, Maca le indicó donde se encontraban los pijamas, y Esther eligió para ella el que más le gustaba, se lo tendió y salió de la habitación para darle privacidad.

“Joderrr… siempre voy a cagarla con ella, ¿o qué?... O me tranquilizo o acabaré matándola. Diosss… Laura tenía razón, esta mujer no es terrestre, es una Diosa… una Diosa que está loca y me está enloqueciendo a mí”… pensaba Esther. Al cabo de unos minutos Maca la llamó y entró de nuevo en la habitación. Maca estaba vestida, pero seguía siendo tan sexy como desnuda.

40

El conjunto de pantalón de rayas azul marino de cintura baja y camiseta azul cielo de tirantes de Maca no le pareció tan preocupante hasta que lo vio enfundado en ella. Sus pechos respiraban turgentes y firmes, y aquel escote lo dejaba patente. Esther tragó saliva, aquella iba a ser otra gran noche de insomnio.

- ¿Cómo estás? ¿Sigue doliendo? –Esther decidió que lo mejor era centrarse en el tobillo de Maca y evitó mirar más arriba mientras se acercaba a la cama-.

Maca se frotó la torcedura.

- ¡No, ya no duele casi! –“¿cómo coño me va a doler, si casi me muero pegada a ti?”.. pensaba Maca, pero como no podía decirlo esbozó una gran sonrisa-. ¿Y tú, cómo estás?
- ¿Eh? –Esther abrió los ojos, “¿es que acaso lee mis pensamientos??”-
- Sé que te asusté, ¿me has perdonado ya? –le aclaró Maca mirándola con una cara tierna y seductora-.

“Diosss… ¡quieres pararrrrrr!”… Esther necesitaba algo con lo que distraerse.

- No tengo nada que perdonarte, además me encanta torturar a las mujeres, ¿no te habías dado cuenta ya? –le contestó Esther con una gran sonrisa y un guiño-.
- jajajaja… sí, me di cuenta, pero pensé que me tendrías algo de piedad –bromeó Maca aliviada porque Esther volviera a estar normal junto a ella-.
- ¡Piedad, contigo… nunca! ¡Estás demasiado buena! –le respondió Esther riendo, pero en el fondo sus palabras eran más que ciertas-.
- jajaj… ¡Vaya gracias! ¡Bueno saberlo! –le contestó Maca, y se encogió para frotarse nuevamente el tobillo-.

Esther la observó, daría cualquier cosa por tocarla de nuevo, pero ¿qué podía hacer?

- ¿Esther? –la llamó Maca-.
- ¿Sí? –le contestó levantando su vista desde el tobillo de aquella mujer a su cara-.
- ¡Me gustó! –le dijo y no le miró a la cara-.

“¿El quéeee?”… Esther no podía estar oyendo aquello.

- ¿Te gustó? ¿el qué exactamente? –quiso cerciorarse Esther antes de permitirle a su corazón el volver a bombear con urgencia-.
- Me gustó tu caricia, me gusta que estés cerca de mí… -le dijo Maca mirándola esta vez a los ojos, porque no quería que aquella mujer pensaba que se avergonzaba de aquello-.

“Nino…ninoniiii…. ¡atención todas las unidades! ¡paro cardiaco en breve!... ¡a que aún pillo esta noche!”… Esther se hubiera caído de culo, sino fuera porque aquella cama era gigante, y ella no tenía el culo tan gordo. Se sentó con éxito a los pies de la cama y observó a Maca.

- ¿Qué tratas de decirme Maca? –le preguntó Esther, aunque su alegría destilaba por cada poro-
- No lo sé exactamente, pero supongo que me gustaría repetirlo si tú… bueno, si tú te atreves –le dijo Maca-.

“¿Qué si me atrevoooo?? ¿¿Qué si me atrevoooo??? ¡Quien coño dijo miedo… aquí nos morimos las dos, pero de gusto, o no me llamo Esther García! ¡qué hostiasss!”… el deseo de Esther se extendió por toda su piel, aquello no era a lo que estaba acostumbrada, pero que importaba, lo único que tenía sentido era la firme realidad de aquel cosquilleo urgente que trepaba por sus piernas ante la visión de aquella apetecible mujer.

Esther se acercó más a ella, y Maca instintivamente tiritó. Entonces se dio cuenta realmente a lo que se estaba refiriendo Maca, por un momento la calentura de su cuerpo había obviado que aquella mujer literalmente sí se moría ante el contacto físico, y que no podía arrollarla sin más.

- Perdona –se disculpó Maca por haberse retraído-… es que, es que no puedo evitarlo, me quedare quieta.
- ¿Tienes miedo? –le preguntó Esther, tendría que encontrar la forma de tranquilizarla-.
- Un poco, pero no por ti, sino por mí… no sé como reaccionaré, hace mucho que no dejo que me toquen –le dijo Maca y trató de sonreír-.

Esther quería tocarla, lo deseaba más que cualquier otra cosa, pero no estaba muy segura de que aquella mujer pudiera soportarlo. Sabía que lamentaría lo que estaba a punto de hacer, pero viendo aquella mirada temerosa que se le estaba clavando en el alma, decidió que era lo mejor.

- ¡Maca, creo que aún no estás preparada! Tenemos todo un mes por delante, y creo que deberías conocerme mejor antes… es importante que vayamos paso a paso, no sabemos todavía como reaccionarás y hoy ya ha sido algo intensa la noche. Quizá el ansia que ambas tenemos por estar juntas, y en eso me incluyo, esté haciendo que precipitemos algo que debería ser más natural para ti si queremos que funcione –Esther hablaba preocupándose por lo que era mejor para Maca, aunque ella estuviera a punto de desfallecer por perder la oportunidad de acariciar aquella piel que la enloquecía-. Tenemos que ir probando poco a poco, pero de momento me bastará con que te acostumbres a mi presencia y me dejes acercarme en momentos de normalidad hasta ti.

Maca la escuchó con atención, deseaba tanto no perderla que estaba dispuesta a dejarle hacer cualquier cosa aunque aquello supusiera perder completamente su control. El sentir sobre su piel desnuda el contacto de Esther momentos antes, la había enloquecido, y por un momento sus fuerzas habían flaqueado por completo. Mientras se ponía aquel pijama decidió que se arriesgaría, que olvidaría sus miedos, pero instintivamente su cuerpo había reaccionando cuando Esther se había acercado a ella. Quizá el daño había sido demasiado grande, quizá ella misma había luchado durante mucho tiempo… quizá ya no se trataba de lo que ella quisiera, sino de un subconsciente que también tenía mucho que decir. Esther tenía razón… ¡aun no estaba preparada!

- ¡Momentos de normalidad! –Maca repitió aquellas últimas palabras como una lejanía sin esperarse que Esther se acercaría hasta ella y la tomaría de la cara-.

Maca se quedó tiritando entre aquellas manos, Esther no dejó de sostenerla y de mirarla a los ojos. Esbozó una sonrisa plena y espero a que Maca pudiera concentrarse en lo que estaba pasando, luego la besó en la mejilla con mucha dulzura pero sin ninguna prisa, descansando largamente en aquel contacto y aquella piel cálida que aún se estremecía entre sus manos.

Esther retiró muy despacio sus manos sin dejar de mirarla, Maca tardó bastante en reponerse, pero lo hizo sin morirse en el intento.

- ¡A esto me refiero! Hasta que un simple beso en la mejilla no deje de suponer para ti una tortura atroz, no podemos pensar en dedicarnos otro tipo de caricias y menos estando sobria…-le dijo Esther con una sonrisa-. ¿U olvidas, qué eres mi vampiresa alcoholizada?

La sonrisa abierta de Esther y aquella burla hacia ella, la hicieron sonreír sin esfuerzo. “¿Cómo puede conocerme mejor que yo misma?... ese beso… ese beso me ha dejado sin aliento… ¡Me muero porque cada paso sea tan dulce como este!”… pensaba Maca para sí, mucho más tranquila sabiendo que estaba en aquellas manos tan profesionales.

- ¿Pensé que era “la buenorra de la moto”?... –le dijo Maca con un ceja elevada suspicazmente-

- ¡Ya no!... ¡No desde que vi como te defendías en mi cuello! –Esther sonrió ampliamente-.
- Ohhh cállate… me da vergüenza –le dijo Maca dándole con un cojín que había en la cama-.
- jajjajaja…. ¡No empiecesss con los cojines, que luego mira como terminamos! –le provocó Esther y Maca se echó a reír-.
- jajjaja… Como si no lo estuvieras deseando… jajajaj –le dijo Maca y le espetó otro cojinazo-.

Esther cogió otro y volvió a pelearse con ella.

- jajjajja… Bueno, si me vas a hacer lo mismo, me dejo encantada… jajajj… -le espetó Esther y Maca se paró en seco muerta de la vergüenza-.
- ¡Ohhhh… pero que zorra eres! –le dijo Maca con malicia y frunciendo el ceño-.
- jajajjajajjaja…. Contigo gatita, todo lo que quieras… jajajja –le espetó Esther haciendo un juego con las cejas-.

Y las dos se echaron a reír como locas, porque aquella familiaridad ya era otra cosa muy diferente. Volvían a conectar sin esfuerzo alejando aquel deseo feroz que a las dos atemorizaba por distintas razones.

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