Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
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El resto
de la noche prosiguió sin problemas, Maca le prestó uno de sus pijamas a Esther
y ambas se tumbaron a ver un programa de cotilleo que duró hasta casi las dos
de la mañana. Cuando Esther quiso darse cuenta, Maca se había dormido a su lado
pero a distancia, la cubrió con las mantas y pensó que era la mujer más bella y
compleja que había conocido nunca. Luego apagó la luz, y concilió el sueño a su
lado, agradecida por no tener que ser abrazada por aquel cuerpo tibio que la
excitaba sólo con existir.
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Todo estaba quieto, inusualmente
quieto, solo un bum-bum resonaba a lo lejos rítmico y melódico como las pisadas
de un gran elefante. Maca contuvo el aliento un instante, expectante ante aquel
sonido que parecía aproximarse, intensificarse. El vello de su piel se erizó
como si una brisa invisible le soplara, sin darse cuenta empezó a sentir que
cientos de hormiguitas trepaban por sus piernas. Otra vez aquel bum-bum, ya nada
lejano, presente… el cuerpo de Maca tiritó sobresaltado, aquellas hormigas
seguían trepando… no tenía frío, pero temblaba. BUM-BUM… estaba muy, muy cerca…
Maca sentía retumbar aquel sonido dentro de ella como si un amplificador
inmenso de sonido le golpeara todo el cuerpo, ahogo un suspiro, apenas un
aliento, estaba en mitad del bosque y unas ramas habían descendido para
arroparla, protegerla. BUM-BUM, mucho más fuerte, aquella vibración produjo en
ella un desasosiego placentero que no podía explicar, ¿qué sería? La piel
permanecía erizada, las ramas la amarraban pero ya no tenía claro que fueran
para protegerla, de pronto sintió las hormigas trepando por sus muslos al
galope, por su vientre, Maca se tensó como una cuerda. BUM-BUM … BUM-BUM… una
especie de gruñido inconexo le susurró desde su nuca. Maca abrió
instintivamente los ojos…
Se quedó
quieta, inmóvil y aterrada, saboreando aún así lo que estaba ocurriendo. El
bum-bum intensísimo era su propio latido, las hormigas su deseo, aquellas ramas
que la apresaban unos brazos, y aquel gruñido la garganta de Esther adormilada
a su espalda. ¡Esther la abrazaba, y no era un sueño!
“No quiero
moverme, no quiero moverme”… la cabeza de Maca empezaba a luchar con su
instinto. Maca cerró los ojos tratando de encontrar un momento de sosiego,
trató de recordar cuando había sido la última vez que se había dejado abrazar
por una mujer a la que deseara, por una mujer al amanecer sin más intención que
el estar juntas… ya no lo recordaba, no recordaba ningún momento cándido con
Azucena y después de ella no había concedido aquel privilegio a nadie más. Notó
como su cuerpo y su alma se encontraban, todo estaría bien, era dulce e
inocente… Esther descansaba tras ella abrazándola, no había malicia en sus
manos, su respiración era tranquila y reconciliadora… “todo está bien” se dijo,
y notó como el bum-bum lentamente se alejaba, las hormigas se adormecían
familiares, su piel dejaba de tiritar y notaba por fin la tibieza de aquella
piel que la cubría… “todo está bien” volvió a recordarse, y cerró los ojos sin
darse cuenta que su respiración se había acompasado a la de Esther, respiró
aquel aroma de cercanía, se acurrucó un poco más en aquella manta
inesperadamente brindada. Al menos por aquella vez, volvió a sentirse humana.
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El aroma a
café y tostadas recién hechos, se coló por su nariz haciendo que se desperezase.
Parecía que habían pasado siglos desde la última vez que se le habían pegado
las sábanas, Maca sonrió para sí misma, se sentía feliz y relajada. De pronto
el recuerdo de aquel inmenso elefante la hizo abrir los ojos, miró a su
alrededor y vio que Esther no estaba en la cama. “No ha sido un sueño. Fue
real, me abrazaba”… se recordó Maca a sí misma, y abrazó su propio cuerpo
recordando la seguridad y la fuerza de aquella sensación. De un salto salió de
la cama, se pasó las manos por el cabello e instintivamente buscó la gomilla en
su muñeca para recogérselo. Sin preguntarse por qué, se detuvo a mirarse en el
espejo de cuerpo entero del armario, se recolocó el pantalón del pijama y se
planchó sin necesidad la camiseta de licra que llevaba dejando que descansara
por dentro de la cinturilla elástica. ¡Aquel era el primer día de su nueva
vida!
Recorrió
el pasillo y al llegar a la cocina se paró en el quicio de la puerta. Esther
estaba de espaldas a ella, vigilando una tostadora y sacando unas tazas. No
supo cuánto tiempo pasaba, sólo sabía que no podía dejar de mirarla. El
pantalón del pijama que llevaba estaba un poco arromangado para que no rozara
por el suelo, sus pies descalzos descansaban sobre el fino parqué, y una
camiseta de manga corta la cubría con holgura tiñendo su sensualidad de una
cotidianidad encantadora. Una inmensa sonrisa se dibujó en su rostro por
inercia.
- ¡Buenos
días! –dijo Maca-.
Y Esther
se sobresaltó porque no la había escuchado llegar, se giró y se topó de lleno
con aquella cara bella y radiante, sin proponérselo en la suya se dibujó la
sonrisa gemela a la que llevaba puesta Maca.
- ¡Buenos
días, gatita! ¿Has dormido bien? –le preguntó Esther mientras apagaba la
tostadora y colocaba el pan en un plato grande.
- Sí, muy
bien –Maca se mordió la lengua para no decirle que había sido gracias a ella y
a su abrazo, no sabía si Esther querría sacar ese tema, o si se había
despertado ya cuando no la abrazaba-. ¿Y tú?
- Genial
–y le dedicó un guiño que no supo interpretar-. ¿Tienes hambre? He preparado
tostadas y un poco de café.
- Mmmm… me
muero de hambre, pero yo nunca tomo café –le dijo Maca mientras se dirigía
hacia la nevera-.
- ¿Y
entonces que tomas? –le preguntó Esther mientras se preparaba el suyo y lo
dejaba en la mesa-.
Esther no
tuvo que esperar una respuesta, pues al girarse pilló a Maca bebiendo a morro de
una botella de leche fría. Maca se sintió cogida, dejó de beber y se pasó
instintivamente la punta de la lengua por sus labios por si el blanco líquido
había dejado huella en ella.
“Diosssssss….
Que bocaaa… aggg”… pensó Esther que sintió un escalofrió leve pero innegable.
- ¡Leche!
Ya lo sé para la próxima –contestó Esther con una sonrisa-. Anda siéntate,
desayuna conmigo.
Maca
sonrió y se sentó a su lado. Aquello era la primera vez que lo hacían, y se
alegraba de ver que con ella todo podía ser tan fácil y agradable. La
conversación fue fluida entra las dos mujeres, Esther se reía de las anécdotas
familiares de Maca sin esfuerzo y ésta se sorprendía embobada por los
comentarios de Esther mientras devoraban el desayuno.
- Tenemos
que hablar de nuestra agenda –comentó de pronto Esther mientras sorbía otro
dedo de café de su taza-.
- ¿Nuestra
agenda? –preguntó Maca un poco desconcertada-.
Esther la
miró un momento, luego continuó.
- Necesito
coordinar tus acontecimientos con mi trabajo. ¿Has traído tu plan de
compromisos? –le preguntó Esther-.
- ¡Oh… ya…
sí, sí! Espera y lo cojo.. –Maca se levantó de la silla y Esther la vio
rebuscar en una mochila del Coronel Tapioca informal-.
“Le pega…”
pensó Esther sonriendo al saber que no llevaba un maletín de gran ejecutiva,
luego desvió de nuevo su atención a la taza al ver que Maca volvía a la cocina.
Se sentó y extendió una agenda en piel que parecía de caballero.
- Mira ésta
es la agenda de mi hermano… y esto –Maca extendió un hoja doble que había antes
del inicio del mes en el que se encontraban-, son los actos sociales a los que
tengo que asistir, lo que está en negro son las reuniones oficiales, pero lo
que está en rojo son comidas, cenas y actos en sí, ¿lo ves?
Maca se
había acercado hasta Esther para que pudiera ojear bien el calendario, sin
embargo Esther no había podido dejar de mirarla a ella, pues el aroma de su
cuerpo se le colaba hasta un rincón dulce de la memoria. No lo había
mencionado, pero al abrir sus ojos marrones aquella mañana se había topado con
aquella melena de olor afrutado rozándole la nariz. La maravillosa sensación de
dormir abrazada a aquel ángel, había desconcertado tanto a Esther que estuvo al
menos media hora despierta y abrazándola sin poder moverse, oliendo con deleite
su piel, su pelo, su esencia… todo en ella era hermoso y extraño, sin embargo
la racionalidad le decía que no era bueno acercarse demasiado.
- ¿Eh?
¡Sí, si… lo veo! – trató de centrarse Esther ante lo que le mostraba Maca-.
Espera.
Esther se
levantó y cogió una backberry que Maca no había visto antes, observó como
Esther tecleaba unas cosas en la pantalla y acto seguido un calendario digital
se mostró con pequeñas anotaciones. Maca leyó varias iniciales, que dedujo eran
los nombres de sus clientas, y a continuación la franja horaria de alguna cita.
De pronto sintió como la pata del elefante le pateaba el estómago, pero no
pronunció ni el menor quejido.
- A ver,
ve dictándome los días en rojo… -le pidió Esther-.
Y Maca
hizo lo que le pedía, al final sus agendas cuadraron y salvo un par de
acontecimientos, Esther asistiría con ella a toda aquella jauría. Sin querer,
después de aquel golpe de realidad Maca volvió a sentirse vacía.
- Bueno,
será mejor que me vista. Hay muchas cosas que hacer todavía –le dijo Esther
levantándose de la mesa-.
- Sí,
claro… ya recojo yo, no te preocupes.
Maca se
levantó del asiento y recogió el desayuno, Esther observó que volvía a tener
aquel aire taciturno y distante. “¿Qué le pasa?” se preguntó, pero al volver a
mirar los calendarios encima de la mesa cayó en la cuenta de que para Maca todo
aquello era demasiado nuevo, quizá demasiado crudo, demasiado antinatural para
alguien tan sensible. Se lamentó de no haberlo hecho de otro modo, pero la
formalidad y organización le habían brindado a Esther un poco de calma y
control sobre aquel amasijo de sentimientos que sentía por aquella mujer. “Me
voy a arrepentir.. me voy a arrepentir”… se dijo, pero sin poder evitarlo se
levantó y se acercó hasta Maca que seguía ensimismada con los restos del
desayuno de espalda a ella.
- ¿Maca?
–la llamó Esther-.
- Dime –le
dijo Maca dándose la vuelta y recostándose en la encimera-.
- ¿Te
apetecería que pasáramos la tarde juntas? –le preguntó y una punzada enorme
saltó en su pecho ante la aparición de la sonrisa de Maca de nuevo en el
rostro-.
- ¡Sí, me
encantaría!... Bueno… si.. si te viene bien claro –le dijo Maca radiante-.
“Ay Dios…
me perdí… pero es que es tan mona”, se dijo Esther.
- Entonces
te recogeré a las 18h, ¿es buena hora? –le propuso Esther-.
- Sí, sí…
perfecto –aceptó Maca un poco nerviosa, pero encantada de que Esther quisiera pasar
tiempo con ella fuera de aquel calendario laboral-.
- Vale,
pues entonces a las 18h… voy a cambiarme –le dijo Esther y salió rumbo al
dormitorio-.
Maca
recogió la cocina y luego se sentó en el salón distrayéndose con una de las
cajas que le faltaba por desembalar. Cuando Esther reapareció de nuevo con
aquel pantalón negro y aquel suéter rojo que le había acariciado el cuerpo la
noche anterior, Maca sintió que un torrente de deseo se volvía a apoderar de
ella. “Diosss… es que me pone, mierda, me pone”, se lamentó Maca pero no dijo
nada. Esther se acercó a donde estaba y se sentó a su lado, luego la miró.
- Bueno,
me voy a ir… ¿necesitas que te ayude en algo antes de marcharme? –le preguntó
Esther que sentía verdadera urgencia por salir de aquella casa y poner sus
pensamientos en orden-.
- No,
tranquila… me pondré un poco a arreglar todo esto y luego me iré a comer por
ahí para darme un paseo en moto –le dijo Maca-
- Ni se te
ocurra atropellar a nadie, ¿eh? –le bromeó Esther riñéndola con el dedo índice
elevado-.
- jajaja…
dirás, que no me atropellen a mí, ¿no? –le contestó Maca agradecida por aquel
golpe de aire fresco-.
-
jajajaja… está bien, lo dejaremos así, ten cuidado –le dijo Esther y se puso de
pie-.
Maca la
siguió hasta la puerta. No quería que se marchara, pero tampoco estarían sin
verse durante mucho tiempo. Se quedó de pie mientras veía a Esther alcanzar el
pomo de salida.
- Ah, se
me olvidaba… -dijo Esther y se volvió a mirarla-.
- ¿El qué?
–preguntó Maca mirando alrededor para ver si había algún objeto personal de
Esther por ahí cerca-.
Al volver
a mirar a Esther, vio dibujada una sonrisa pícara en su rostro y su cuerpo a
escasos pasos del suyo propio. Sin querer tragó saliva.
- Me
olvido de nuestro ejercicio… -le contestó Esther-.
- ¿De nuestro
ejercicio? –Maca no entendía nada, pero sospechaba lo peor… Esther dio otro
paso-.
- Relájate
vale, no va a pasarte nada… -le dijo Esther-.
Y antes de
que Maca pudiera reaccionar, Esther deslizó las manos por su cintura y se pegó
contra ella. La reacción de Maca no tardó en aparecer, un inmenso calor se
apoderó de su cuerpo recordando el momento anteriormente vivido entre ellas.
Una de las manos de Esther se liberó y fue a acariciar su rostro, Maca cerró
los ojos con fuerza, intentaba contener la tormenta, ya temblaba. “Diosss… es
tan dulce… me encantaría besarla” pensaba Esther, pero antes de que perdiera
toda cordura y besara aquella boca, le giró suavemente la cara y depositó un
beso en la mejilla de aquella diosa que estaba más en otro lugar que allí con
ella. Luego suavemente la liberó del contacto.
Esther
esperó a que Maca volviera a abrir los ojos, debía asegurarse de que todo
seguía bien para ella. Cuando Maca se repuso le sonrió.
- ¿Bien?
–le preguntó Esther-.
Maca
asintió con la cabeza, luego carraspeo.
- Sí.. aún un poco verde, pero me acostumbraré
–le dijo Maca y sonrió-.
- ¡Esa es
mi chica…! ¡Te llamo luego! –le dijo Esther y guiñándole un ojo salió de aquel
apartamento-.
“Madre
mía, madre mía… esto es un tremendo error… un tremendo error, lo sé”… se decía
Esther recostada contra la puerta que acababa de cerrar, notando como su pulso
aún golpeaba acelerado por lo que había vivido en aquella casa en las últimas
12 horas.
“Diosssssss…
no voy a poder, no no… no voy a poder”… pensaba Maca en el otro lado de la
puerta mientras se dejaba caer sobre una silla incapaz de permanecer de pie.
Ambas se
sentían inexplicablemente unidas e incapaces de afrontar lo que se les venía
encima.
Dios mío, el capítulo en que las juntes (de verdad, ya sabes.... *guiño, guiño*) va a ser una explosión brutal; de parte de Maca y Esther porque lo están deseando, y de nosotras, tus lectoras, que no podemos aguantar ya el estado en el que nos dejas (bueno.. hablo por mi, el resto no sé jeje).
ResponderEliminarNo te haces una idea de la forma en la que me tiene engachada este blog, hay entradas que me he leído unas 10 veces y recomendado a mis amigas otras tantas =)
Gracias, de nuevo por estos grandiosos fanfics que nos das, Sageleah!
Ohhhh.... gracias por esa adicción tan insana a mi blog, y gracias por las recomendaciones que les haces a tus amigas... eso es muestra de que te gusta lo que humilde y divertidamente escribo, y no creo que se pueda hacer mayor halago ;-)
Eliminarde nada ^^ Seguiré leyendo y recomendado como loca jejeje
Eliminarla verdad es que este blog me ayudó bastante en una mala racha y fue el empujón que necesitaba para empezar el mío, así que el halago del que hablas es totalmente merecido =)