sábado, 22 de marzo de 2014

Pretty Bollo -cap 43 y 44-


Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado,  maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer,  se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.

Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.

43

Maca pasó el resto del día recolocando los objetos personales que había traído consigo. Como era fin de semana, no tenía que realizar ninguna llamada laboral, así que aparcó el trabajo en el pequeño despacho que Ana tenía habilitado y dejó enchufado su portátil para trabajar en otro momento. Al finalizar de desembalar la última caja, se duchó y se cambio para su cita. Esther le había llamado cerca de las 16h para avisarla de que pasaría a buscarla a su casa, y Maca se sorprendió a si misma frente al armario deseando elegir un atuendo adecuado para gustarle. Eran las seis y diez, cuando el pequeño móvil empezó a sonar, Maca se lanzó a por él, pero se controló para no descolgarlo en el segundo tono.

- ¿Sí? –dijo Maca tras descolgar el teléfono-.
- ¡Hola preciosa! ¿Estás preparada o necesito aparcar el coche? –le preguntó una Esther relajada al otro lado de la línea-.
- No, no… ya estoy lista –dijo Maca-.
- ¡Estupendo! Entonces ve bajando, yo estoy llegando… besitos…

Y diciendo aquello se cortó la comunicación. “Besitos… BESAZOS te daba yo…” pensó Maca mientras se terminaba de mirar en el espejo del recibidor, y se colocaba la cazadora. Luego salió de la casa y del edificio. El BMW de Esther no tardó en aparecer, apenas hacía unas cuantas horas que se habían visto, sin embargo la alegría que sentía de volver a estar con ella era tan patente que daba miedo.

- Mmmm… pero que bombón, por Dios… -le dijo Esther mientras paraba el coche justo delante de una Maca enfundada en unos pantalones oscuros, una camiseta celeste y una cazadora negra que iba a juego con el pantalón-

Maca sonrió por el exagerado comentario.

- No sabía que ponerme para una cita por la tarde -le contestó Maca que había elegido algo informal pero con un diseño elegante-.
- Anda sube, estás guapísima -le invitó Esther a entrar y Maca la obedeció alegre-. ¿No se te olvida algo?

Le preguntó Esther una vez Maca entró en el auto y se puso el cinturón. Maca elevó las cejas en forma de contestación.

- Mi beso… -le dijo Esther con una ceja elevada y señalándose la mejilla con el dedo índice-.

Maca sonrió y se acercó hasta Esther para darle un beso.

- Ahora sí, nos vamos -le dijo Esther riendo con Maca y arrancó el vehículo-.
- ¿A dónde me llevas? –le preguntó Maca finalmente-.
- He pensado que podíamos ir a tomar algo y luego a dar un paseo, así podremos hablar. ¿Te apetece? –le preguntó Esther mirándola de reojo mientras conducía-.
- Por mí estupendo –le contestó Maca algo más aliviada ahora que sabía que estarían rodeadas de gente-.

La inquietud que había dejado Maca en ella al despedirse ambas aquella mañana, había hecho que Esther se refugiara varias horas en el gimnasio para aclarar su mente respecto a la situación que se le venía encima con aquella mujer. Tras liberar la adrenalina acumulada, relajarse en un buen baño y comer un poco en su casa tranquilamente, se había convencido a sí misma de que aunque Maca le gustara, no había nada que temer. Muchas de sus clientas le gustaban, y aunque lo que sentía por Maca era distinto, estaba segura de que quedaría en nada una vez se normalizara el tema físico entre ellas. Con aquel pensamiento, planificó la velada con aquella Diosa de carne y hueso, un poco de charla y un buen paseo antes de volver con ella al apartamento, le brindarían la oportunidad de aproximarse más a aquella extraña mujer.

Esther no era de frecuentar locales muy típicos, siempre tenía zonas tranquilas y de confianza que le dejaban moverse con verdadera libertad. Maca aceptó aliviada ser dirigida, y tras pasar la tarde tomando unas cervecitas en un local tranquilo hablando de trabajo, familia, amigos, etc, Esther le propuso dar un paseo.

- ¿Quieres que hablemos un poco ahora de lo que te pasa? –le sugirió Esther andando a su lado, pues Maca parecía mucho más relajada después de haber conversado con ella de otras cosas-.
- Sabes que no soy muy buena para sacar el tema, así que tendrás que preguntarme lo que quieras saber –le contestó Maca, pues aquella era su forma de decirle que sí-.
- ¿Qué es lo que esperas de mí, Maca? –Esther se puso delante de ella para que se miraran a la cara-.
- Aún no lo sé, supongo que espero que me ayudes a superar esto –le dijo Maca encogiéndose de hombros-.
- Eso es bastante difícil si no sé lo que tratas de superar –dijo Esther esbozando una sonrisa tranquilizadora-. Sé que tienes problemas con el contacto físico, pero realmente no sé dónde está la raíz, aunque tengo mis hipótesis, claro.`

Maca se detuvo y alzó las cejas inquisitivamente.

- ¿Y qué hipótesis son esas? –quiso saber-.

Esther se paró también, miró a Maca evaluando si debía exponer o no sus opiniones tan pronto.

- Bueno hay varias…   la primera es que esa mujer de la que me hablaste, Azucena, te debió hacer algo muy gordo que te hace estar a la defensiva. Para saber eso no hay que ser ninguna lumbreras. Al principio, pensé que sólo era eso, luego me he dado cuenta que hay más… mi otra hipótesis es que eres tú misma la que te estás castigando por algo –Esther esperó ver alguna reacción en su rostro, pero Maca se había vuelto inexpresiva de repente-. ¡No sé, son sólo hipótesis! ¡Quizá voy mal encaminada!

“¿Cómo.. cómooo…. puede verme?” pensaba Maca incapaz de reaccionar, aquella mujer la sorprendía tanto. De dónde había sacado ese poder intuitivo, esa capacidad de ver a través de alguien que ponía tantas barreras para que no se acercaran a ella.

44

Maca se quedó callada durante unos instantes, Esther que era paciente no quiso decir nada más por si aquella mujer se decidía a arrancarse y hablar con ella. Tras un silencio considerable, habló.

- Mi relación con Azucena digamos que no fue lo que yo esperaba –dijo Maca y luego miró a Esther que aguardó en silencio prestándole atención, así que continuó mientras andaban-. Su familia y la mía se conocen desde siempre, de pequeñas jugábamos juntas, pero al venirse sus padres a vivir aquí todo cambió bastante. Yo hice mi vida, y ella hizo la suya, pero hará unos cuatro años tuve que venir a Madrid a realizar un máster. Sus padres no viven aquí ya, pero ella sí, así que lo típico, nuestras familias hablaron de que si yo iba a estar por aquí, que si Azucena vivía aquí sola… por “H” o por “B” acabé en su piso. No pasó mucho tiempo hasta que descubrimos que las dos éramos lesbianas, ella me puso al día del movimiento madrileño y salíamos constantemente… hasta que un día, sin más, nos enrollamos. Yo hasta que la conocí había tenido un par de relaciones serias, y unos cuantos rollos de noche, pero nada parecido al mundo que me brindaba ella. Al principio todo fue bien entre nosotras, era formal, natural y agradable, pero luego todo se fue haciendo más y más intenso, a Azucena le gustaba jugar a juegos peligrosos y en el tema sexual no tenía límites, yo la quería así que… me dejaba llevar. Tardé un par de años en darme cuenta de que aquello no era bueno para mí, pero ya fue demasiado tarde, ella me conocía mejor que nadie así que ejerció un control sobre mí del que no me siento orgullosa… intenté dejarla, pero fue a peor, hasta que un día tocó el límite…

Maca de pronto se detuvo, Esther la observó calladamente, sabía que en la mente de aquella mujer los temores y demonios de su pasado convivían, luchaban por salir o quedarse reprimidos dentro. Maca no decía nada, Esther tenía demasiada experiencia para no poder imaginarse que tipo de mujer era Azucena, sobre qué tipo de juegos sexuales o control podría ejercer sobre una mujer como Maca.

Esther dio un paso, y sin mediar palabra enlazó sus dedos a los de Maca, la bella mujer tiritó sobresaltada pues por un momento se había olvidado de dónde estaba. Miró hacia aquellas manos enlazadas y la apretó, luego miró a Esther que la miraba de un modo muy distinto al que solía hacerlo, sin pretenderlo se relajó.

- ¿Quieres seguir? ¿contarme lo que pasó? –le preguntó Esther sin ningún tipo de presión en su voz -.

Maca se encogió de hombros para quitarle importancia, luego resumió la situación.

- Acabamos en la cama, como siempre… yo atada, ella sacó fotos como diversión primero, luego para chantajearme… y la humillación que sentí a pesar de que no llegó a mostrarlas nunca, no se puede comparar con nada que pueda dolerme más en la vida. Lo peor de todo fue, que no tuve la suficiente fuerza de voluntad para impedírselo, yo la deseaba –a aquellas alturas de la conversación la voz de Maca era sólo un hilo fino y atragantado-.

Esther vio como una lágrima callada resbalaba por aquella mejilla, Maca no lloraba, seguía firme aunque temblaba, pero aquella lágrima se escapó de un saco de dolor que aún contenía demasiada angustia.

“No, por favor…”, pensó Esther con el alma encogida. Todo el mundo tenía derecho a derrumbarse pero Maca no se lo permitía. Seguía erguida, firme… dejando unas barreras alzadas que no dejarían pasar a nada ni a nadie. Lo peor es que aquellas barreras no sólo eran para la gente de fuera, también eran para contenerla a ella y no salir a la superficie. Esther no lo pensó, cogió la cara de Maca entre sus manos y se bebió aquella lágrima. Maca primero tiritó, luego cerró los ojos por el dulce contacto, incapaz de abrirlos por miedo a desbordarse. Esther no entendía porque Maca despertaba en ella aquella dulzura, pero la abrazó y sintió como poco a poco aquella bella mujer se acostumbraba a su piel como si la engullera, pronto notó los brazos de Maca también abrazándola, pero esta vez su respiración no estaba entrecortada.

Tras unos minutos se separaron.

- ¡Gracias! –le dijo Maca mirándole a los ojos, en su rostro apareció una tímida sonrisa-.
- ¡No tienes por qué darlas! –le dijo Esther regalándole una gran sonrisa-. Me alegro de que me lo hayas contado… por hoy creo que ya hemos tenido bastantes confesiones, ¿no te parece?
- Sí –le contestó Maca y sin que Esther se lo esperara le cogió la mano y volvió a enlazar los dedos con los de ella-.

Esther fue ahora la que se sobresaltó, Maca parecía más tranquila que nunca.

- ¡Me gustan tus manos! –le dijo Maca y una bella sonrisa se dibujó en su cara y en sus ojos-.

“Diosssss…. Es guapísimaaaaaa”… pensó Esther para sí, mientras notaba como volvía a aparecer aquel cosquilleo molesto en su estómago.

- Bueno, entonces estamos en paz -contestó Esther dedicándole una mirada pícara-… porque a mi tus manos me pusieron como loca.

“Diosssssss no me lo recuerdesssssssssss….. lo que daría por repetir”.. pensaba Maca sintiendo que todo el mal trago del recuerdo, se transformada en una oleada plácida de calor por su cuerpo.




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