lunes, 28 de abril de 2014

Dibujada en mi mente (TOMO 3) -cap 13-




13.

Lunes. Hospital Central.

La reunión se celebró a primera hora de la mañana. Maca, se presentó delante de la directiva, y pese a lo tentador de la oferta, tuvo que rechazarla. Salió al pasillo agotada, pero también aliviada, hasta que Cruz la abordó no dándose por vencida.

- Maca, espera.

Maca se detuvo y se volvió hacia ella. Cruz la alcanzó y la tomó del brazo.

- Tenemos que hablar, por favor ven a mi despacho –le pidió, y Maca no pudo negarse-.

Cuando se cerró la puerta tras ellas, Maca ya sabía que a Cruz no le valdrían las excusas y tendría que sincerarse. Bea y ella lo habían hablando ese fin de semana, y habían dado por bueno que Cruz conociera la situación real que las envolvía.

- Estoy… estoy… -Cruz no sabía cómo empezar. Que Maca hubiera rechazado el cargo había sido un duro golpe-.
- ¿Decepcionada? –aventuró Maca, se sentía mal. Cruz era una de las personas que siempre había creído en ella, y fallarle de aquel modo, le afectaba-.
- ¡Confusa! –la corrigió Cruz mirándola a la cara-. Debo haberme perdido algo porque realmente pensé al verte estos días, que deseabas volver a este hospital… ¡Tu hospital!
- Me encantaría… -empezó a decir Maca-.
- ¿Entonces? Entonces explícamelo mejor de lo que lo has hecho allí dentro, porque te juro que no entiendo tu negativa en esa sala. ¿Te haces una idea de a lo que has renunciado, Maca?
- Sí –le contestó ella sabiendo que Cruz no la entendía-.
- ¿Sí? –Cruz estaba desconcertada-. ¿Es por el puesto? ¿te pagan más en Holanda? ¿hay alguna cláusula que te esté molestando o….?
- No es nada de eso Cruz, mis motivos son personales –le comunicó Maca y entonces vio como Cruz se detenía unos momentos para mirarla. Después se sentó algo abatida en su silla-.
- ¡Personales! –musitó Cruz. Contra no estaba segura de poder presentar batalla. Trató de tranquilizarse-. 
- Sí –reconoció Maca-. Dirigir el Hospital Central, poder hacerme cargo del ala de investigación contigo, hubiera sido… -Maca no podía ni pronunciarlo. Volver a sus orígenes y encauzar junto a una profesional como Cruz aquel nuevo reto, hubiera sido un sueño maravilloso-. Me hubiera encantado poder aceptarlo, créeme, pero ahora mismo me es imposible separar mi camino del de Bea. 

Cruz se echó atrás en la silla, sin llegar a entender del todo qué estaba tratando de decirle. Maca tomó aire, y despacio empezó a contarle las circunstancias en las que se encontraban Bea y ella. Se merecía algo mejor que un “no” a ciegas.
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Casa de Kate.

Pese a no gustarle mucho conducir, la inquietud por lo ocurrido el domingo, la trasladó hasta el apartamento de Kate. Había tratado de hablar con ella por teléfono, pero no había podido hacerlo, así que prefirió presentarse en su puerta. Entró con su llave, sabiendo que Kate estaría, pues la había avisado para ir a recogerla.

- ¿Kate? –la llamó-.
- Salgo enseguida –le indicó Kate desde el fondo del pasillo-.
- Tranquila, no hay prisa –contestó Esther dejando la llave en el recibidor y quitándose el abrigo mientras se abría paso-.

Hacía tiempo que no visitaba aquel piso, y ahora que veía aquella cocina, los amplios ventanales, y el espacio de dibujo que tantas veces había compartido con Maca en sus quedadas de estudiante, era plenamente consciente de por qué su alma se resistía a permanecer demasiado tiempo entre aquellas paredes.

- Ya estoy –anunció Kate su llegada, mientras terminaba de secarse el pelo con una toalla-. ¿Ha pasado algo?
- ¿Pasado algo? –se sorprendió Esther de la pregunta-.
- Si, parecías necesitar verme, y no sueles venir hasta aquí muy a menudo, así que… -le contestó Kate parando un momento en su que hacer, para prestarle atención-.
- Quería verte, pero no ha pasado nada malo –contestó Esther-.
- Entonces, ¿algo bueno? –se aventuró a adivinar Kate-.

Esther le sonrió. ¿Por qué tenía que conocerla tanto? Sin contestarle, se perdió entre los lienzos que Kate parecía tener empezados.

- ¿Estás trabajando en algo? ¡No lo sabía! –le preguntó Esther algo curiosa-.

Kate dejó la toalla en una silla y se acercó a ella.

- No es nada importante, simplemente estaba investigando… para las clases, ya sabes –le contó Kate-.

Esther cogió uno de los lienzos que había apoyado contra la pared, su explosión de color llamaba mucho la atención y lo colocó en el caballete para apreciarlo mejor.

- Me gusta… ¿espátula? –preguntó Esther-.
- No del todo… ¿ves estos tramos?
- Ajá
- He diseñado este utensilio –le enseñó Kate su nuevo invento-, y estoy empleando técnicas de reciclado de papel, macilla y pintura para hacer texturas. Lo dejo secar al sol medio día, y después reblandezco con diluyente antes de proseguir con el color y las capas. Me gustaría que fuera un poco más maleable, pero aún estoy trabajando en ello –le explicó-.
- Pues la calidad y resalte de color es magnífico –Esther se acercó para tocar la textura con sus dedos-. Suave –determinó-. ¡Me gusta!
- Gracias –le contestó Kate, y luego se la quedó mirando-. ¿Esther?
- ¿Sí? –Esther siguió deambulando por el estudio sin encararse a ella-.
- ¿Qué es lo que pasa? ¿Aún sigues en shock por lo de mis clases en la universidad?, porque te aseguro que no…. 

Esther se giró para mirarla a la cara.

- No, no es eso. No te preocupes. Sé que tienes que hacerlo… estaré bien, tranquila –le aseguró Esther-.

Es cierto que había tardado un poco en procesar que Kate quisiera separarse de ella, pero entendía perfectamente sus necesidades creativas. Esther la quería demasiado como para seguir acaparándola. En cierto modo, se sentía culpable de que Kate hubiera permanecido tanto tiempo a su sombra, cuidándola.

- Ayer hablé con Maca –disparó Esther mientras se sentaba en la repisa de la ventana-.
- ¿Con Maca? ¿Cuándo? ¿Dónde? –le preguntó Kate cruzándose de brazos frente a ella-.
- En el hospital. Después de comer con mi madre nos pasamos por allí, y por  casualidad coincidimos –le contó ella-.
- ¿Y qué, cómo fue esta vez? –Kate quería saber más-.
- Fue raro, bueno ella estuvo amable como siempre, pero parecía algo insegura… no sé… no fue nada, apenas hablamos quince minutos, pero sentí que de alguna forma, conectábamos de nuevo y… -Esther se paró en aquel punto-.
- ¿Y? –quiso saber Kate-.
- ¡Me encantó! Toda ella me encanta –dijo sin más Esther, y Kate sonrió porque hacía tiempo que no veía en ella aquella trasparencia-.
- Eso nunca ha sido un secreto –apuntó Kate con ternura-.

Esther la miró a los ojos y su rostro estaba en calma. Kate no sabía de qué habrían hablado, ni tampoco le interesaba… lo único que le importaba era volver a ver a aquella Esther no disfrazada, que el tiempo y la vida, habían ido escondiendo. 

- ¡Ya! –admitió Esther-. Sé que va a dolerme, pero no pude decirle que no… Maca nos ha invitado a una cita doble con ellas.
- ¿Tú y yo? ¿Cita doble? –preguntó Kate alzando una ceja-.
- Tengo la impresión de que piensa que somos pareja.
- Jajaja… ¿Sólo la impresión? –Kate tenía que reconocer que desbaratar las neuronas de Maca con la idea, le divertía-. 
- ¿Te hace gracia? –quiso saber-.
- ¡Mucha! –sonrió Kate con malicia-. Claudia y ella solían pensar que mi puesto de profesora me reportaba infinidad de ligues con las alumnas. Mira tú por donde, contigo hasta se cumplió.
- ¡Ja-ja! ¡Muy graciosa! –le dijo Esther, y apartó sus ojos de ella para mirar por la ventana mientras se removían cosas en su foro interno-. Crees que…. ¿qué le molesta? ¿qué siente celos?
- ¿Sinceramente? –le preguntó Kate mientras se sentaba a su lado. Esther la miró antes de asentir-. No lo sé, es posible. Maca y yo éramos amigas antes de que se fuera y bueno, tú has sido alguien muy importante en su vida. Así que sí, supongo que pensar en que estamos juntas, y no saber de dónde viene, por lo menos le escuece. Es curioso, ¿sabes?
- ¿El qué?
- Que aunque haya pasado tanto tiempo, sigas siendo su “excepción” –le dijo Kate-.
- ¿Qué quieres decir con eso? –Esther no la entendía y la miró con el ceño fruncido-.
- Bueno, Maca nunca fue demasiado buena exteriorizándose. Sin embargo contigo… -Kate se detuvo para mirarla a los ojos, y a Esther le entró un escalofrío sólo con ello-… no sé bien lo que le pasa contigo, pero ella siempre era otra cuando andabas cerca. Supongo que la conexión de la que hablabas antes tiene que ver con eso, y también doy por hecho, que pese a lo feliz que pueda ser ahora mismo, sienta algo “raro” al pensar que lo pierde. No lo sé, sea como sea, me alegro de que hayas aceptado esa cita –Kate le acarició la mano en aquel momento-. Aunque no podáis estar juntas, quiero pensar que algún día lograréis la calma suficiente como para poder de nuevo ser amigas, como al principio. ¿No te gustaría?

Esther la miró, había escuchado cada una de sus palabras, y ahora todo se agitaba con fuerza dentro de ella.  ¿Recuperar su amistad? ¿sería aquello posible? Recordando el tibio escalofrío que le producía el simple hecho de olerla mientras se besaban las mejillas, le hacía perder toda esperanza. Aún la deseaba, aún la soñaba, aún… “Estúpido enamoramiento adolescente que me hace actuar como una imbécil”, pensó.

- Claro que me gustaría –contestó Esther-.

Kate la vio mirar de nuevo por la ventana tras pronunciar aquellas palabras. La melancolía y el descorazonamiento, no sólo había teñido su voz, sino también aquel cuerpo, siempre tan enérgico, que ahora de repente se le antojó más pequeño frente al ventanal de su apartamento.

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Hospital Central.

De camino a la parada del metro, Maca cogió su móvil y llamó a Bea. La conversación privada con Cruz había dado un giro inesperado a su toma de decisiones, y estaba impaciente por conocer la opinión de Bea frente a la nueva propuesta.

- Bea… sí, soy yo. No, digo sí… les he dicho que no podía aceptar el cargo, pero espera… Cruz me ha llevado a su despacho. Sí, claro… era de esperar… sí, se lo he contado. ¿Qué me ha dicho? ¡No te lo vas a creer!... No, no, escucha… me ha propuesto algo. ¡Claro que se lo he explicado! Sí, todo… jajaja… Bueno, ya sabes cómo es, no la frenas ni bajo el agua… no… jajaja… no me hagas reír. ¿Te lo cuento o no? Pues le he hablado de nuestra situación, lo del contrato, lo de casarnos… ¡Sí, claro! ¿Cómo no le iba a explicar lo de Tara? Por cierto, que me ha dicho que te va a echar una bronca tremenda por no haberte apoyado en ella antes…. Bea, yo creo que Cruz eso lo sabe, simplemente se sentía un poco mal por estar mirando sus intereses y no haberse percatado antes. Bueno… esa no es la cuestión, me estás liando, deja que te lo cuente…. –Maca se detuvo antes de entrar en la boca de metro, no quería arriesgarse a perder cobertura-. Quiere que nos casemos aquí, sí… como lo oyes. Me ha dicho que ni se atrevió a proponerte un puesto porque sabe lo que significa África para ti, pero al hablarle de nuestros planes y de Tara, todo ha cambiado. Va a hablar con el consejo, y va a proponer que te pongan al mando del ala internacional… Sí, como en Holanda, aunque supongo que aquí tendrás que apañártelas tu sola. Ten en cuenta que si conceden la subvención será empezar de cero con todo el proyecto, y te tocará tirar del carro hasta que la cosa marche. ¿No es increíble? –Maca estaba contenta, y se notaba en su voz. Cruz les había abierto una puerta, una posibilidad de hacer algo grande, importante y desde el principio-. ¿Que yo qué pienso? ¡No lo sé! Me ha pillado así, tan de golpe… ¿Y a ti? ¿Qué te parecería trasladarnos a España? –Maca sonrió aún más con su respuesta-. Bueno, ahora lo hablamos mejor… voy a tomar el metro, te veo en unos minutos. Besos… sí, voy corriendo.


Maca cortó la comunicación y se metió el móvil en el bolsillo antes de bajar las escaleras al trote. Estaba tan nerviosa y tan contenta por que Cruz quisiera contar con las dos en su equipo, que el parpadeo de un nuevo mensaje en su washapp pasó totalmente desapercibido. Ahora mismo lo único que necesitaba era saber qué opinaba Bea al respecto. Necesitaban hablar todo de nuevo mirándose cara a cara.

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