domingo, 4 de mayo de 2014

Dibujada en mi mente (TOMO 3) -cap 15-






15


El ascensor se detuvo. Kate vio respirar profundamente a Esther y le tendió la mano.

- ¿Preparada?

Su mirada clara la llenó de confianza.

- Sí, vamos –le contestó-.

Las dos salieron al rellano, y en la puerta del apartamento, Maca las esperaba.

- ¡Ya estamos aquí! –anunció Kate luciendo su mejor sonrisa-.
- Ya os veo, ya –se la devolvió Maca, mientras Kate llegaba hasta ella y la abrazaba-.
- ¿Qué tal? ¿Cómo estás? –le preguntó Kate después de darle dos besos-.
- Bien, la verdad es que muy bien –le contestó Maca mientras Esther llegaba hasta ellas-.
- Hola –saludó Esther-.

Kate se separó, y tanto Esther como Maca se sintieron un poco torpes a la hora de saludarse. Finalmente se dieron un abrazo y un único beso en la mejilla.

- Hola –le contestó Maca con una sonrisa-. Anda, pasar… pasar –las invitó a entrar-. ¡Bea, ya están aquí!

Bea salió de la cocina con un bol de ensalada en las manos. Con apremio lo dejó en la mesa y fue a saludarlas.

- Espero que no os hayáis mojado mucho –les dijo Bea mientras las saludaba-.
- El taxi nos ha dejado en la puerta, así que apenas hemos abierto los paraguas, aunque están un poco mojados –Kate los levantó en su mano-.
- Dame… los dejaré en la bañera –dijo Maca haciéndose cargo de ellos-.

Esther y Kate se quedaron a solas con Bea.

- Os enseñaría la casa, pero… -Bea abrió los brazos batiendo la estancia-… todo lo que veis es lo que hay –sonrió-.
- Tranquila –Kate le devolvió la sonrisa-, la conocemos. La verdad es que siempre me gustó este piso, aunque no me cabría ni una décima parte del material que utilizo.
- Ah, es cierto… Espero que me perdones, pero hasta que no me lo dijo Maca el otro día, no sabía que tú también pintabas –reconoció Bea-. La verdad es que me quedé impresionada cuando busqué tu nombre por internet, no tenía ni idea. Pensaba que sólo representabas a artistas y dabas clases.

Kate la miró con gratitud y una picardía en la comisura de los labios.

- ¿Me buscaste en internet? –preguntó-.
- Jajajaja… Sí, hoy en día es el método más rápido para conocer el currículum y los trapos sucios de alguien, ¿no te parece? –le dijo Bea bromeando, y su naturalidad cautivó a Kate-.
- Desde luego que sí –sonrió ésta-. ¿Y dime? ¿qué trapos sucios sobre mí suelta la red?
- ¿No prefieres que te hable de tu currículum?  –sonrió Bea-.
- Jajajaja… no, creo que eso ya me lo sé. Los trapos sucios siempre son más divertidos –rió Kate-.
- Sí…
- Bueno, paraguas en su sitio… -las interrumpió Maca reapareciendo-. ¿De qué habláis?
- Les comentaba que tuve que buscar a Kate en internet, y que no sabía que también pintaba –la introdujo Bea mientras Maca se ponía a su lado-. La verdad es que había una obra preciosa tuya… como se llamaba… “Duna nocturna”, ¿puede ser?

Kate se le quedó mirando, había pasado mucho tiempo desde aquella obra, y no era precisamente de las más conocidas

- Sí –contestó-.
- Reconozco que me cautivó al instante, es tan pequeñita y sin embargo tan rica en detalle. En serio, me enamoró. ¿Aún la tienes o la vendiste? –preguntó Bea con curiosidad-.
- La verdad es que… -Kate carraspeó en aquel momento, y aquello llamó la atención de Esther-, nunca estuvo en venta. No tenía ni idea de que estuviera colgada en la red.
- Bea es una sabueso de la información, seguro que lo sacó a través del enlace más rocambolesco –apuntó Maca con una sonrisa-.

Bea rió por su comentario, era cierto que por su cargo y trabajo, era experta en la búsqueda de recursos tanto en documentación y biblioteca, como a través de la red. A veces había encontrado expedientes y artículos médicos para sus casos, en los lugares más recónditos del planeta.

- Yo no diría tanto, pero la verdad es que si que me defiendo –contestó al comentario de Maca y luego dirigió de nuevo su atención hacia Kate-. Pues si aún la tienes, me encantaría verla de cerca. Me pareció preciosa.
- Gracias, veré lo que puedo hacer. Hace tanto que la pinté que no sé muy bien ni donde la guardo –le dijo Kate, aunque no era del todo cierto-.

Bea sonrió conformándose con su respuesta, y luego las invitó a sentarse a la mesa.

- ¿Y tú, Esther? ¿Cómo va la exposición? –preguntó Bea con interés-.

Esther, que había estado hasta entonces callada, se vio de pronto saliendo a la palestra.

- La verdad es que muy bien. La afluencia es buena, y ya se han vendido un par de cuadros –reconoció-.
- ¡Vaya! ¿Tan pronto? Eso es estupendo, ¿no? –se alegró Bea por ella-.
- Sí, la verdad es que sí lo es.
- Sobretodo teniendo en cuenta lo que han pagado por ellos –comentó Kate-.
- ¿Sí? ¿Valían mucho? –preguntó con ingenuidad Bea, mientras terminaba de servirles algo de bebida y se sentaba al lado de Maca-.
- Bueno… un poco –a Esther no le gustaba hablar de dinero. De hecho ella nunca ponía los precios, de eso se encargaban Kate y su asesor de marketing-.
- ¿No se lo vas a decir? –la pinchó Kate divertida. Esther la miró con cara de odio, y eso la hizo reír con ganas-… jajaja… Se han llevado dos piezas que forman parte de una mini colección dentro de la exposición, les ha costado la friolera de dieciocho mil euros.

Maca casi se atragantó con su copa tras escucharlo.

- ¿Dieciocho mil euros? ¿En serio? –preguntó asombrada Bea-.

Esther sonrió con timidez. A pesar de los años, aún se sentía abrumada por la cantidad de dinero que la gente era capaz de pagar por sus obras. Kate la miró con orgullo.

- Tan en serio –pronunció Kate-. Es mi pequeña gran genio.

Esther la miró tras aquel apelativo tan familiar, y Kate le guiñó un ojo haciendo que su sonrisa se ensanchara al instante. Maca no pudo apartar su mirada de ambas. Por mucho que le hubiera dado tiempo a racionalizar la idea de que estaban juntas, algo se agitaba en su interior al contemplar la realidad de la imagen que proyectaban.

Tras el pequeño paréntesis, Bea sugirió empezar con los aperitivos, y entre vino, ensalada, canapés y charla, las cuatros fueron intercambiando opiniones y experiencias, hasta sentirse realmente a gusto con la velada. Ya estaban dando las últimas cucharadas a los postres cuando Esther se atrevió a sacar a colación la conversación que Maca y ella habían tenido en el hospital la semana anterior.

- Entonces, ¿ya habéis tomado una decisión? Se te veía bastante preocupada el otro día cuando nos vimos –le dijo Esther-.
- ¿No te lo ha contado tu madre? –se sorprendió Maca de que Esther aún no lo supiera-.
- ¿Mi madre? –preguntó sin entender-.
- Bueno, como estuvo en la reunión pensé que te lo diría… -aclaró Maca un poco aturdida, pues Encarna y ella se habían estado viendo esos días, y dada la ilusión que le había hecho conocer que se quedaba finalmente en Madrid, había supuesto que Esther ya estaría al corriente de la noticia-. Rechacé el puesto, pero al final Cruz ha conseguido que nos contraten a las dos, así que nos vamos a quedar en Madrid. ¡Vuelvo al Hospital Central! ¿No es increíble?
- Jajaja… Está como una niña con zapatos nuevos, no para de sonreír –apuntó Bea, dándole a Maca un beso en la mejilla-. La verdad es que nos lo han puesto muy fácil. Cruz se empeñó en que Maca fuera la directora, y hasta que no me han atado a mí para conseguirlo, no ha parado.

“Dios mío… no se quedaba por ella. Dejaba esta oportunidad atrás por Bea”, pensó Esther y todo su estómago se revolvió de golpe. Si algo sabía de Maca era que su vocación era su vida, en eso se parecían tanto que hasta daba miedo. La pasión con la que se entregaban a lo que hacían era tan natural y visceral, que las atrapaba alejando todo a su alrededor. Pero Bea había conseguido atarla en corto, colarse en medio de todo aquel remolino, hasta tal punto que iban a casarse… hasta el extremo de que Maca la hubiera seguido a donde fuera dejando atrás el ascenso en su carrera.

- Enhorabuena, nos alegramos mucho por vosotras –se pronunció Kate en nombre de las dos, y enlazó sus dedos a los de Esther que se había quedado fría ante la perspectiva-.
- Sí, es una noticia estupenda –reaccionó Esther felicitándolas-. Me alegro de que al final todo se haya solucionado.
- Gracias –les dijo Maca-. La verdad es que ha sido muy inesperado y rápido.
- ¿Rápido?... jajaja… ¡Yo aún estoy en shock! La próxima semana me veía volviendo a mi vida en Holanda, y hoy tras la firma del contrato me he encontrado con la charla surrealista de Cruz queriendo ser testigo de nuestra boda. Si eso no es ir a velocidad de vértigo, dime tú entonces qué es –mencionó Bea-.

A Esther se le congeló la sonrisa, y no pudo acompañar a Maca y Bea en sus risas tras el comentario. Kate disimuló como pudo por las dos, y viéndola tan tiesa, le pasó un brazo por los hombros pegándose a ella.

- Bueno chicas… yo siento interrumpir, pero creo que antes del cafecito me voy a fumar un cigarrillo –cortó el hilo Kate-.
- Que vas a fu… -Esther se sorprendió tanto por el comentario, que reaccionó girándose hacia Kate sin sospechar que su gesto, se vería interrumpido por aquellos carnosos labios que le robaron un beso largo hasta dejarla en completo silencio-.
- Sí, un cigarrillo –le dijo Kate abriendo los ojos tanto como Esther mientras dibujaba una sonrisa perversa en su rostro-.
- Te acompaño –se apuntó sin previo aviso Bea-.
- ¿En serio? ¡Vaya! Creía que los médicos desaprobabais este vicio insano –le dijo Kate-.
- Y lo hacemos, en realidad no fumo… a no ser que me digas que lo que tienes ahí guardado es un canuto de “maría”, entonces me cayo –sonrió Bea-.
- Jajajajaja… ¡Joder con Bea! ¡Perdón! –a Kate le salió del alma-.
- ¡¿Qué?! La marihuana tiene efectos muy positivos en según que casos, recuerdo una vez… -empezó a relatar Bea con una gran sonrisa-.
- Anda… no pongas excusas, que se que la acompañas para librarte de fregar los platos –la acusó Maca introduciéndose en la conversación de aquellas dos-.
- Jajajaja… ¡Qué bien me conoces! –admitió Bea mientras se ponía de pie-. ¿Kate, vamos?
- Claro, ¿hay terraza? –preguntó Kate-.
- No sé, ¿hay terraza? –preguntó Bea divertida-.

Maca la miró conteniendo la sonrisa. Era evidente que a Bea le había caído fenomenal Kate, y que de paso quería dejarla a solas con Esther un rato.

- No, vais a tener que bajar a la calle. Por cierto, que podríais acercaros al veinticuatro horas que hay ahí al lado, y pillar algún licor si queréis tomar algo después del café. Al final no compramos ni pastitas ni nada –mencionó Maca-.
- Cierto, pues vamos –dijo Bea y le dio un ligero beso en los labios a Maca para despedirse-. Ahora volvemos.
- De acuerdo –le contestó Maca y antes de verlas salir por la puerta…-. Portaos bien.
- Ni hablar, que es muy aburrido -le gritó Kate desde el rellano-.

Maca y Esther se atrevieron entonces a mirarse a los ojos, y sin saber porqué ambas empezaron a reírse.

- Sigue igual de loca –afirmó Maca refiriéndose a Kate-.
- Igual no, peor. No sabes las que forma –señaló Esther-. Bea en cambio es encantadora, y muy simpática.
- Sí, lo es. Además de una excelente persona, le debo mucho –mencionó Maca con una afable sonrisa-.
- Me alegro por ti, por las dos –Esther tomó aire, era momento de afrontar las cosas-. Se nota que os queréis.

El rostro de Esther mutó en un segundo para luego lucir una sonrisa educada que Maca nunca le había conocido. Se quedó cortada.

- Gracias.
- De nada. ¿Te ayudo? –preguntó Esther poniéndose de pie-.
- No, no hace falta que te molestes –Maca también se incorporó de la mesa viendo que Esther empezaba a recoger platos-.
- Insisto. Si lo hacemos entre las dos acabaremos antes.

Esther se encaminó a la cocina, y Maca no pudo más que seguirla. La nube de expresividad que normalmente envolvía a Esther, pareció de pronto apagarse frente a sus ojos. Maca la contempló un segundo de espaldas, mientras volvía a ser consciente de su presencia frente al fregadero que una vez vio sus besos y caricias.

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“Por una vez en la vida, hazlo bien. Se valiente y no te mires únicamente el ombligo”, se dijo a sí misma Esther para darse fuerzas. Entender que Maca y Bea, ahora, eran “una”, se le atragantaba hasta el punto de no dejarla respirar, pero tenía que aceptarlo. Debía por su bien exorcizarse de aquel enamoramiento estúpido, y seguir con su vida, como todo el mundo a su alrededor parecía estar haciendo, incluida su madre… incluso Kate. Abrió el grifo del fregadero, y empezó a lavar los vasos.

- Por favor… -la mano inesperada de Maca sobre la suya, hizo que Esther temblara sin remedio. Maca se quedó parada apenas un segundo al sentirlo-. Déjame a mí.

Pese a notar el efecto que había provocado en ella, Maca respetó su silencio, y continuó fregando el vaso que acababa de robarle a Esther de las manos.

- ¿Puedo enjuagar al menos? –preguntó Esther intentando reponerse con una sonrisa-.
- Claro –aceptó Maca-. Yo enjabono y tú enjuagas, ¿hecho?
- Perfecto.

Las dos empezaron a fregar en silencio. Maca se sentía nerviosa después de haberla tocado. Le daba miedo haber metido la pata, notarla tan retraída… al final terminó poniendo en su boca, preguntas que de otro modo jamás se hubiera atrevido.

- ¿Y qué hay de lo tuyo con Kate? –disparó Maca sin previo aviso-.
- ¿Lo mío con Kate?
- Sí, reconozco que cuando os vi juntas, me descolocó un “poco” –Maca sonrió nerviosamente al notar que Esther se giraba para mirarla-, pero supongo que era lógico que acabarais juntas. Me alegro por vosotras –le dijo Maca, y esta vez se atrevió a mirarla a la cara. Le debía al menos, la misma sinceridad que ella le había demostrado antes-.
- Maca, Kate y yo no estamos juntas. No al menos como pareces estar pensando –le contestó Esther, y la cara de aturdimiento de Maca consiguió sacarle una verdadera sonrisa-.
- ¡¿NO?! ¿En serio?... viéndoos, pensé… bueno… -Maca estaba francamente desubicada-.
- Jajajaja… -Esther rió liberando tensiones, y Maca volvió a enamorarse de su risa espontánea-. Bueno, nos queremos, eso no es ningún secreto. Pero ya sabes como es Kate, muy libre… y bueno yo, yo no es que sea una persona demasiado “estable”, y a nuestra antigua relación me remito –admitió Esther a su pesar-. Kate y yo estuvimos juntas un tiempo, lo intentamos en serio, pero no terminó de funcionar. Ahora sólo somos amigas… lo de antes –Esther se encogió de hombros para referirse al beso-, es simplemente una más de sus muestras de afecto.
- Oh, entiendo –dijo Maca. Sin darse cuenta que una especie de nudo empezaba a deshacerse silenciosamente en ella-.


Esther volvió a su que hacer tras aclarar aquel punto, y Maca la siguió, procesando lo que acababa de decirle.

- ¿Y por qué no funcionó? Bueno, quiero decir que… siempre os habéis entendido tan bien, compartís muchas cosas, os queréis… no sé –Maca no pudo resistirse a preguntarlo-.

Esther se negó a admitir ante ella, la incapacidad que sentía no sólo de entregarse plenamente a Kate, sino a todas las mujeres con las que había estado. Con los años se había vuelto una experta en detonar sus relaciones, hasta el punto de esquivarlas por completo, siendo el origen primario de su devastadora afición, Maca.

- No lo sé. Lo nuestro surgió inesperadamente, yo estaba en un momento muy oscuro de mi vida y…
- ¿Muy oscuro? –Maca no pudo evitar que le temblara la voz tras escuchar sus palabras-.

Esther alzó su mirada de los platos y se encontró el miedo en sus hermosos ojos, se quedó parada.

- Maca, no puedes pretender que te cuente esto ahora –Esther casi susurró aquellas palabras atrapada entre las exigencias y la preocupación que veía en su rostro-.

El corazón de Maca se aceleró en un instante ante sus reservas, e instintivamente apagó el grifo para prestarle toda su atención. En silencio, Maca aguardó pidiéndole confianza. Esther suspiró de pronto y luego cerró los ojos mientras cogía aliento para hacer lo que calladamente le pedía.

- Cuando volví de Londres y me enteré de que te habías ido, todo se desmoronó a mi alrededor. ¡No te culpo! En serio que no. Sé que habíamos roto, que tuve la culpa al traicionarte con Alex, pero… supongo que en el fondo creía que podríamos solucionarlo a mi regreso… que tendría tiempo de pedirte perdón, no sé, recompensarte por el daño que te hice, ganarme de nuevo tu confianza, tu amistad… –Esther no se atrevió a decirle que también había soñado con volver a ganarse su corazón. Empezó a sentir como le temblaba el abdomen y tuvo miedo de desmoronarse-. Cuando regresé y me enteré de que habías aceptado una beca y te habías ido sin decir nada… yo… -no pudo continuar y agachó la cara-.
- ¡Oh, lo siento! Esther… yo… -Maca no sabía que decirle, como explicarle…- Sé que probablemente no hice lo correcto, pero en aquel momento, pensé que era lo mejor para…
- ¡¿Lo mejor?! –Esther alzó la vista hacia ella, y en sus ojos aparecieron los inicios de unas lágrimas. A Maca se le congeló la sangre y un nudo comenzó a apretar su garganta ante aquella imagen-. Maca, yo te amaba… ¿lo entiendes? Fui una hija de puta, pero te amaba, y tú te fuiste sin decir nada. Cogiste la maleta, cortaste todas las amarras y no miraste atrás. Me abandonaste, me dejaste como si no hubiera significado nada para ti como persona, como amiga… ¿Sabes cómo me sentí tras aquello? Eras lo más importante para mí, y me tiraste en un rincón sin preocuparte de decirme adiós ni de decirme a dónde ibas. Me desechaste como si nada, abandonándome como mi padre… -Esther abrió los ojos asustada por lo que acababa de decir, y se tapó la boca con las manos mientras las lágrimas comenzaban a bañar sus mejillas sin contención-.

Maca no pudo resistir tanto daño, y dando dos pasos, la abrazó fuertemente contra su pecho. El cuerpo menudo de Esther tembló entre sollozos partiéndole en dos el alma, una vez más.

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