sábado, 3 de mayo de 2014

Pretty Bollo -cap 51 y 52-

Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado,  maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer,  se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.

Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.


51

Esther la miró en silencio un momento sopesando el estado en el que se encontraba.

- Bueno, he pensado que como aún no sabemos dónde están tus fronteras deberíamos empezar a buscarlas, y de paso intentar que te acostumbres a que te acaricie… -le dijo Esther sin moverse de su sitio-.
- ¿Qué me acaricies? –Maca emitió aquella pregunta en forma de gritito atragantado-.

Esther tuvo que reírse, porque la cara de susto-sorpresa de Maca no era para menos.

- jajajaj… Bueno, por algún sitio tendremos que empezar, y yo no soy la que tiene problemas con las caricias, ¿no te parece? –le dijo Esther enarcando una ceja y esbozando una sonrisa tranquilizadora-. Podemos empezar con algo sencillo como en el cine, y paramos cuando tú quieras.

Le propuso Esther y Maca sintió que el corazón empezaba a correr descontroladamente: “Ay madre, ay madre, ay madre… “ su mente no daba para nada más que aquel único pensamiento.

- Anda túmbate y respira… que no voy a comerte –le dijo Esther manteniendo la calma, y se hizo a un lado para invitar a Maca a que se recostara en la cama-.
- Esther… yo ya estoy nerviosa –le dijo Maca suplicante-.
- ¿Pero por qué cariño? –le susurró Esther tranquilizadora- En serio que no voy a propasarme, ¿confías en mí?

Otra vez aquella pregunta. Maca la miró a los ojos, y eran sinceros a su pesar, así que asintió con la cabeza incapaz de articular palabra. Jamás imaginó que aquello era lo que le esperaba al regresar a casa.

- Anda túmbate, no va a ser nada sexual… sólo vamos a probar… -le dijo Esther-

Maca se tumbó finalmente en la cama, aún el corazón le latía con demasiada fuerza. “Tranquilízate, tranquilízate… no va a pasar nada, es una profesional, no va a pasar nada”, trató de autoconvencerse Maca, pues Esther no era lo que más le preocupaba realmente.

- ¿Estás respirando? –le preguntó Esther que se tumbó junto a ella sin tocarla-.
- Si, ¿no? –Maca no sabía muy bien si lo estaba haciendo-.
- jajajjaja… anda respira tranquila. Ponte de lado, quizá sea mejor para ti si me miras –le sugirió Esther-.

Y Maca se puso de lado como ella, la verdad es que mirar su cara la ayudaba, sobretodo por aquella sonrisa cómplice que le regalaba.

- ¿Mejor? –le preguntó-.
- Sí –le respondió Maca-.
- Voy a empezar por acariciarte el brazo, ¿vale? –le dijo Esther y deslizó sus dedos hasta la mano de Maca-.
- Vale –aceptó Maca-.

Maca no estaba preparada para sentir el calor de aquella mano, y notó como la piel se erizaba bajo la caricia de Esther sobre su brazo desnudo.

- ¡Me pongo nerviosa! ¡el silencio y la cama me ponen demasiado nerviosa! –le dijo Maca cogiéndose el brazo que Esther había acariciado-.
- Vale, ¿y si hablamos de algo mientras te acaricio? No sé, algo trivial… ¿te ayudaría? –le propuso Esther-.
- Puede ser –le concedió Maca, pues aunque fuera una tortura, aún quería probarse a sí misma-.
- ¡Está bien! –Esther enlazó sus dedos a los de Maca, para que liberara el brazo-… Entonces el proyecto del extranjero les ha encantado, ¿no es eso?

Maca cerró los ojos un segundo cuando notó deslizar la mano de Esther otra vez por su brazo, luego los abrió clavándolos en aquella sonrisa. Esther estaba preciosa con la cabeza apoyada en su mano y el codo en la cama, tranquila, como si no pasara nada de nada entre ellas.

- Sí, eso parece -le dijo Maca, pero al notar que se acercaba más a ella se paró-.
- Voy a acariciarte la espalda, sigue hablando –le dijo Esther-

Maca pensó que estaba loca, ¿cómo iba a seguir hablando? Pero la mirada de Esther la alentó a seguir y Maca lo hizo.

- Por lo visto, es algo que no habían hecho antes -los ojos de Maca se entrecerraban, Esther acababa de posar su mano en la parte baja de su espalda y empezaba a ascender distraídamente por ella-… lo… lo de… lo de exportar vinos, me refiero.

La electricidad empezaba a aparecer en su cuerpo.

- Bueno, ¿y eso no te preocupa? El que no hayan exportado vinos antes –le preguntó Esther que trataba de distraer a Maca de las caricias que le estaba regalando-.
- No, no… ellas son, son muy buenas en lo que hacen –le dijo Maca tratando de encontrar el equilibrio, las caricias de Esther parecían repetitivas en su recorrido y aquello le ayudó-.
- ¿Ellas? –preguntó Esther y se acercó tanto a Maca que sus pechos se rozaron-.

Maca sin poder evitarlo tiritó y soltó un pequeño gemido.

- Esther… -ahogó su nombre en la garganta-.
- Lo siento, lo siento… no pasa nada, sigue, sigue hablando. Todo está bien –le tranquilizó Esther sin separar sus cuerpos. Aquel gemido acababa de encender una fogata en ella que también tendría que luchar por contener-. ¿Quiénes son “ellas”?

Maca respiró hondo, agradeciendo que al menos la mano de Esther en su espalda le diera una tregua deteniendo su caricia. “Diosss… Diosss…. Respira, sólo es como cuando la abrazas… no pasa nada”, se dijo a sí misma e intentó hablar de nuevo.

- Bea y Kate, las propietarias de la KB internacional –dijo Maca y sintió como Esther le apartaba el cabello de la cara acariciándola-.
- Las conozco, no nos han presentado personalmente pero las conozco, parecen muy agradables –dijo Esther embobada con aquella cara tan linda que tenía en su mano, por más que quisiera ser profesional, le costaba muchísimo con ella-.

Pasó distraídamente un pulgar por aquellos labios que se entreabrieron a su paso, y por un segundo notó como una fuerza la empujaba para besarlos. “Diooossss…. Nooooo…” se asustó, no podía permitírselo. Apartó su mirada y sus dedos de aquella zona tan peligrosa y se dedicó a acariciar el pelo de Maca, mientras ésta cerraba los ojos.

-       ¿Todo bien? –le preguntó Esther, aún notando que su voz empezaba a oscurecerse.

El calor del cuerpo de Maca era más que apetecible y ni la sesión de abdominales, ni la ducha fría que se había dado antes de que ella llegara, eran suficientes para aplacarlo.

 - ¿Todavía no me he desmayado, no? –le dijo Maca a modo de respuesta-.

Esther esbozó una adorable sonrisa que a Maca más que tranquilizarla la inquietó, era demasiado dulce como para no doler.

- No cariño, aún no te has desmayado –le contestó Esther- Anda, cuéntame como ha ido la cena.

Maca volvió a sentir como Esther se pegaba más a ella, y como su mano volvía a recorrer su espalda. Durante unos segundos sólo trató de apartar la fuente de deseo que aquella mujer despertaba.

- Cené con Bea, Kate está de viaje, aun no la conozco -dijo Maca-
- Me han dicho que Kate es de cuidado –le dijo Esther, y sin avisar a Maca, introdujo su mano por debajo de su camiseta-.

El calor de la mano de Esther abrasó la piel de Maca que enmudeció de pronto.

- Sigue hablando –le susurró Esther con la voz un poco tomada, pues para ella también estaba siendo una tortura tener tan cerca a aquella mujer y no lanzarse a devorarla por entero-.

Era tan dulce, tan apetecible… y su reacción hacia la proximidad era tan impactante, que Esther no quería ni imaginar cómo sería Maca en realidad cuando se dejaba llevar.

- Esther… -la llamó Maca sin querer abrir los ojos-.

Esther no contestó, siguió acariciando aquella espalda desnuda bajo su mano mientras notaba como toda la piel de Maca se erizaba a su paso. Si la escuchaba se detendría y no quería. Sin pensarlo, la besó en la cara.

La respiración de Maca se entrecortó, los labios de Esther empezaron a descender por su mejilla, aquella mano cálida quemaba cada fibra nerviosa de su médula. Los labios de Esther alcanzaron su cuello y se posaron delicadamente.

- Diossss… -gimió Maca, luchando por contener aquel golpe de marea que en un momento Esther había enviado-.
- Shhhsss… no va a pasar nada… -la tranquilizó Esther, pero en realidad sus palabras también se las decía a si misma, porque no estaba muy segura de poder detener lo que estaba sintiendo-.

Antes de que se diera cuenta, Maca se recostó completamente en la cama incapaz de soportarse en un brazo. Esther sacó la mano de su espalda y la cambió a su vientre, acarició con la otra la cara de Maca.

- shhss.. todo va bien, no va a pasar nada, respira –le decía dulcemente, pero su mano ya nadaba sobre aquel ombligo y sintió como a Maca la recorría un tremendo escalofrío-.

Reposó con cuidado su mano hasta que notó que el temblor disminuía, luego volvió a besarla en la cara dulcemente.

- Abre los ojos Maca, no voy a hacerte nada –le pidió Esther, angustiada por no saber qué es lo que escondían-.

Maca hizo un esfuerzo y la miró, Esther tiritó, estaban oscuros y brillaban notablemente. La boca de Maca se entreabría confirmando el deseo que habitaba en ella, y Esther sintió que hacerla suya era todo lo que quería. Sin darse cuenta, su instinto hizo que deslizara la mano un poco más, hasta topar con el contorno de aquel pecho que se alzaba agitadamente.

- mmmmm… no… -Maca ahogó un gemido, y luego una negación que le obligó a cerrar los ojos con violencia-.
- Lo… lo siento… -se disculpó Esther asustada, pero Maca no contestó, se tapaba los ojos con las manos y negaba con la cabeza como si luchara con lo que sentía-.

Esther no se veía con fuerzas de parar, jamás pensó que aquella carga sexual entre ellas pesara tanto, pero sí, pesaba hasta aplastarlas y Esther sentía que sus brazos y piernas eran de plomo contenido. Retiró la mano de la tripa de Maca y en su lugar, tumbó primero medio cuerpo suyo sobre el de Maca, ésta se agitó por la presión.

- Es..Esther.. yo… -Maca quería decir algo, pero no podía perder fuerza por la boca. Le lanzó una mirada suplicante a Esther-.

Esther la miró de frente, pero colocó una de sus piernas entre las de Maca sin esfuerzo y se tumbó completamente sobre ella despacio, si aún no había tenido que asistirla con primeros auxilios es que estaban progresando y ella tenía que conocer cuál era el límite.

- Diosss… mmm…-gimió Maca dejándose caer nuevamente en la cama y apretándose los ojos con las manos nuevamente, mientras sentía como el cuerpo de aquella mujer se encaramaba al suyo acoplándose-.
- Shhhsss… no me moveré, no me moveré… -le dijo Esther para tranquilizarla, y le apartó suavemente una mano de la cara-. Lo estás haciendo muy bien, cariño. Ya casi hemos terminado.

Le dijo tranquilizadora. Maca vio otra vez aquella sonrisa luminosa en el rostro de Esther, a pesar de que sus miradas parecían distorsionadas.

- ¿Me abrazas? –le pidió Esther con sonrisa cómplice-.

Maca se dio cuenta de que Esther no iba a ir más allá, y la rodeó con sus sólidos brazos. Era tan agradable volver a tener un cuerpo sobre sí. “Tan agradable como aterrador” pensó, pero en ese momento no quería pensar en nada más que en sostenerla.

- Gracias por confiar -le dijo Esther en un susurró mientras enterraba la cara bajo su barbilla y descansaba la cabeza sobre su hombro, dejándose inerte sobre aquel maravilloso cuerpo-.

Maca no dijo nada, cerró los ojos conteniendo cada resquicio de terremoto que aún habitaba en ella, poco a poco se relajó notando que Esther permanecía sobre ella respirando acompasadamente. La estrechó con más fuerza, casi aplastándola contra sí para retener aquella sensación de candidez que le había regalado. Tras al menos diez minutos en aquella posición, le besó en la frente y estiró un brazo para apagar la luz.

- Gracias a ti, por devolverme un poco de humanidad –le susurró despacio, y volvió a abrazarla pensando que Esther estaba dormida sobre ella-.

Esther no se movió, escuchaba el corazón de Maca cada vez más acompasado y quería permanecer dormida sobre ella, no separarse nunca de aquel calor que emanaba. Sin embargo aquellas palabras de Maca cerca de su pelo hicieron que tuviera que contener unas lágrimas que hacía mucho tiempo no sentía.

52

El sol empezó a colarse por la persiana entreabierta. Esther fue la primera en despertar, movió la cabeza y sintió que tenía el cuello dolorido. No recordaba cuando habían cambiado de posición, pero ahora era ella la que tenía a Maca entre sus brazos, su dulce cabeza reposaba sobre su pecho y la mano de Maca volvía a descansar como en el día anterior sobre su teta derecha. “Dios… ¿esto qué va a ser? ¿un tic que tiene?” pensó Esther divertida, en el fondo se estaba encariñando con ella. Le apartó el cabello de la cara, y pensó que aquella mujer era un ángel caído. Esther no pudo evitar besarla en la cabeza y agradeció que Maca ni se inmutara por ello. De pronto, Esther pensó que quizá era la oportunidad perfecta para conocer sus reacciones. Sin planteárselo dos veces deslizó el brazo que tenía sobre Maca y empezó a acariciarle el hombro, el brazo… nada, Maca ni se inmutaba. “Esto,… esto es la leche.. ¿y si?”, la mente de Esther trabajaba con voluntad propia. Su mano se coló por debajo de la camiseta de Maca y empezó a acariciar su espalda. El cuerpo de aquella mujer reaccionó acurrucándose más contra Esther, pero nada que ver con las respuestas de la noche anterior. A aquellas alturas Esther estaba ya más que intrigada, cogió con la otra mano y mientras le acariciaba la espalda empezó también a acariciarle la tripa, Maca ronroneó de pronto y por instinto apretó la mano que contenía el pecho de Esther…

“Diossssssssss…. Agggg… pero no aprietesssssss niñaaaaaaaaaaa” pensó Esther, pero no dijo nada por no despertarla aún.

Se giró y se amoldó un poco al cuerpo de Maca. La bella durmiente dio un leve suspiro, pero se dejó acunar en aquel abrazo. Esther empezó a besarla en la cara, luego descendió al cuello mientras acariciaba aquella espalda con las dos manos… la respiración de Maca empezó a agitarse, e inconscientemente deslizó una pierna entre las de Esther a pesar de estar dormida. Esther se vio de pronto incapaz de pensar en nada más que en aquel cuello que besaba y en el suave perfume a piel que despedía.

“Ay madre… ay madre.. que me estoy sobrepasando, que está dormida” se regañaba Esther, pero justo cuando quiso separarse, la mano de Maca se coló por debajo de su ropa y alcanzó aquel pecho desnudo que había estrujado.

“Mmm…. Dios”, Esther en un momento vio las estrellas, y tuvo que cerrar los ojos. La cazadora estaba siendo cazada, Maca levantó su pierna y Esther se estremeció porque le dio de lleno en el epicentro. “Por Dios santo… que soy yo la que tiene que investigarrr, por favor” pensaba Esther, y volvió a besar a Maca en el cuello con tal firmeza, que Maca atrapó su nuca para que no apartara sus labios. Esther se sorprendió de que Maca la animara a seguir, y se detuvo para comprobar que seguía dormida.

Al ver que aún continuaba con los ojos cerrados, Esther pensó que no era justo aprovecharse más de ella, y decidió despertarla. Pero no contó con que el brazo de Maca la atraparía, atrayéndola en un abrir y cerrar de ojos contra su boca, robándole así un beso que la cogió totalmente desprevenida.

El calor de los labios de Maca sobre los suyos hizo que Esther se quedara inmóvil en un primer momento, pero luego sintió los dedos de aquella mujer acariciándole la nuca, y sin querer los entreabrió dando paso a una humedad que hacía tiempo no se permitía. Inconscientemente, con los ojos cerrados por la embriaguez de aquel licor, sus labios encontraron el camino, y antes de que se dieran cuenta, sus lenguas se saludaron en tímido reconocimiento. El cuerpo de Maca tiritó y la apretó con gran fuerza contra sí. Esther se ahogó en aquel beso sin medida.

- aummmmmmmmmmmm….

Gimieron al unísono. Maca abrió los ojos como platos, vio sujetándose a Esther y dónde estaban sus bocas… y se retiró tan deprisa que cayó de la cama espantada.

- auuuuu….. –gritó Maca por el golpe-.
- Cuida… -Esther quiso sujetarla pero llego tarde, Maca ya estaba en el suelo-.
- auuuu… auu… como picaaaa…. –se quejaba Maca frotándose la espalda y el trasero-.
- Joder… cualquier día te me matas y todo por… -Esther iba a decir “por su culpa”, pero se paró en seco, no quería que Maca creyera que había querido sobrepasarse con ella-… por un sueño.
- Lo siento, Esther… yo no, yo no quise hacerlo… perdona, perdóname –se disculpó Maca poniéndose roja como un tomate, por lo visto creía que había sido ella la que había dado pie a todo aquello-. Jamás te besaría en… -Maca miró instintivamente aquella dulce boca de la que aún paladeaba su saliva, luego apartó la vista-… lo siento, sé que tú no quieres.

“Oh Diosss… no te disculpes, que me haces sentir más culpable, coño” pensaba Esther sintiéndose una mierda de pronto. Se bajó de la cama y se puso de rodillas junto a ella.

- No pasa nada, no es culpa tuya, ¿te duele mucho? –le preguntó pero cuando trató de tocarla, Maca reculó con acto reflejo-.

Los ojos de Esther esbozaron una punzada de dolor por el rechazo, Maca se arrepintió al instante.

- Perdona Esther, no… no reculo por ti, perdona, no me di cuenta –le dijo Maca y le cogió la mano-.

La sonrisa de Maca la reconfortó.

- Déjame que te ayude a levantarte –le dijo Esther cogiéndola del brazo y de la cintura-.

Maca no rechistó y se dejó sentar en la cama, el culo aún le dolía por el golpe.

- Me he destrozado el culo, te lo juro -se quejó Maca tirándose hacia atrás en la cama-.
- ¿Te lo curo? –le dijo Esther tratando de encontrar una salida a ese nerviosismo que se había instaurado en ella-.
- jajjaja… no, por favor, ya he tenido bastante tortura … ¡piedad por Dios, piedad! –dijo Maca en plan de sorna, pues se sentía inmensamente culpable por el beso-. ¿Te has enfadado mucho conmigo?

Maca no podía soportar aquella idea, y se incorporó para mirarla, Esther seguía de pie observándola.

- No, claro que no… no ha sido culpa tuya, no le des más importancia, ¿vale? –la tranquilizó Esther, pero Maca vio que esquivaba sus ojos-.
- Sí.. –dijo Maca e instintivamente quiso salir de allí-. Creo que voy a ducharme.
- Vale, yo iré luego –le contestó Esther-.


Maca se levantó de la cama y salió hacia el baño. Esther se desplomó en la cama en cuanto se vio a solas. Instintivamente recorrió con los dedos su boca… “Dios mío… Dios mío… ¿qué voy a hacer ahora? Casi no puedo ni mirarla a la cara porque no puedo dejar de desear estar en esa boca… Dios mío, Dios mío… ¿Qué voy a hacer ahora? ¿Qué voy a hacer?” la cabeza de Esther trabajaba deprisa, todo lo deprisa que podía, pero la humedad de su cuerpo le recordaba lo que minutos antes había sentido realmente.

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