Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
51
Esther la
miró en silencio un momento sopesando el estado en el que se encontraba.
- Bueno,
he pensado que como aún no sabemos dónde están tus fronteras deberíamos empezar
a buscarlas, y de paso intentar que te acostumbres a que te acaricie… -le dijo
Esther sin moverse de su sitio-.
- ¿Qué me
acaricies? –Maca emitió aquella pregunta en forma de gritito atragantado-.
Esther
tuvo que reírse, porque la cara de susto-sorpresa de Maca no era para menos.
- jajajaj…
Bueno, por algún sitio tendremos que empezar, y yo no soy la que tiene
problemas con las caricias, ¿no te parece? –le dijo Esther enarcando una ceja y
esbozando una sonrisa tranquilizadora-. Podemos empezar con algo sencillo como
en el cine, y paramos cuando tú quieras.
Le propuso
Esther y Maca sintió que el corazón empezaba a correr descontroladamente: “Ay
madre, ay madre, ay madre… “ su mente no daba para nada más que aquel único
pensamiento.
- Anda
túmbate y respira… que no voy a comerte –le dijo Esther manteniendo la calma, y
se hizo a un lado para invitar a Maca a que se recostara en la cama-.
- Esther…
yo ya estoy nerviosa –le dijo Maca suplicante-.
- ¿Pero
por qué cariño? –le susurró Esther tranquilizadora- En serio que no voy a
propasarme, ¿confías en mí?
Otra vez
aquella pregunta. Maca la miró a los ojos, y eran sinceros a su pesar, así que
asintió con la cabeza incapaz de articular palabra. Jamás imaginó que aquello
era lo que le esperaba al regresar a casa.
- Anda
túmbate, no va a ser nada sexual… sólo vamos a probar… -le dijo Esther-
Maca se
tumbó finalmente en la cama, aún el corazón le latía con demasiada fuerza. “Tranquilízate,
tranquilízate… no va a pasar nada, es una profesional, no va a pasar nada”,
trató de autoconvencerse Maca, pues Esther no era lo que más le preocupaba
realmente.
- ¿Estás
respirando? –le preguntó Esther que se tumbó junto a ella sin tocarla-.
- Si, ¿no?
–Maca no sabía muy bien si lo estaba haciendo-.
- jajajjaja…
anda respira tranquila. Ponte de lado, quizá sea mejor para ti si me miras –le
sugirió Esther-.
Y Maca se
puso de lado como ella, la verdad es que mirar su cara la ayudaba, sobretodo
por aquella sonrisa cómplice que le regalaba.
- ¿Mejor?
–le preguntó-.
- Sí –le
respondió Maca-.
- Voy a
empezar por acariciarte el brazo, ¿vale? –le dijo Esther y deslizó sus dedos
hasta la mano de Maca-.
- Vale
–aceptó Maca-.
Maca no
estaba preparada para sentir el calor de aquella mano, y notó como la piel se
erizaba bajo la caricia de Esther sobre su brazo desnudo.
- ¡Me
pongo nerviosa! ¡el silencio y la cama me ponen demasiado nerviosa! –le dijo
Maca cogiéndose el brazo que Esther había acariciado-.
- Vale, ¿y
si hablamos de algo mientras te acaricio? No sé, algo trivial… ¿te ayudaría?
–le propuso Esther-.
- Puede
ser –le concedió Maca, pues aunque fuera una tortura, aún quería probarse a sí
misma-.
- ¡Está
bien! –Esther enlazó sus dedos a los de Maca, para que liberara el brazo-…
Entonces el proyecto del extranjero les ha encantado, ¿no es eso?
Maca cerró
los ojos un segundo cuando notó deslizar la mano de Esther otra vez por su
brazo, luego los abrió clavándolos en aquella sonrisa. Esther estaba preciosa con
la cabeza apoyada en su mano y el codo en la cama, tranquila, como si no pasara
nada de nada entre ellas.
- Sí, eso
parece -le dijo Maca, pero al notar que se acercaba más a ella se paró-.
- Voy a
acariciarte la espalda, sigue hablando –le dijo Esther-
Maca pensó
que estaba loca, ¿cómo iba a seguir hablando? Pero la mirada de Esther la
alentó a seguir y Maca lo hizo.
- Por lo
visto, es algo que no habían hecho antes -los ojos de Maca se entrecerraban,
Esther acababa de posar su mano en la parte baja de su espalda y empezaba a
ascender distraídamente por ella-… lo… lo de… lo de exportar vinos, me refiero.
La
electricidad empezaba a aparecer en su cuerpo.
- Bueno,
¿y eso no te preocupa? El que no hayan exportado vinos antes –le preguntó
Esther que trataba de distraer a Maca de las caricias que le estaba regalando-.
- No, no…
ellas son, son muy buenas en lo que hacen –le dijo Maca tratando de encontrar
el equilibrio, las caricias de Esther parecían repetitivas en su recorrido y
aquello le ayudó-.
- ¿Ellas?
–preguntó Esther y se acercó tanto a Maca que sus pechos se rozaron-.
Maca sin
poder evitarlo tiritó y soltó un pequeño gemido.
- Esther…
-ahogó su nombre en la garganta-.
- Lo
siento, lo siento… no pasa nada, sigue, sigue hablando. Todo está bien –le
tranquilizó Esther sin separar sus cuerpos. Aquel gemido acababa de encender una
fogata en ella que también tendría que luchar por contener-. ¿Quiénes son “ellas”?
Maca
respiró hondo, agradeciendo que al menos la mano de Esther en su espalda le
diera una tregua deteniendo su caricia. “Diosss… Diosss…. Respira, sólo es como
cuando la abrazas… no pasa nada”, se dijo a sí misma e intentó hablar de nuevo.
- Bea y
Kate, las propietarias de la KB internacional –dijo Maca y sintió como Esther
le apartaba el cabello de la cara acariciándola-.
- Las
conozco, no nos han presentado personalmente pero las conozco, parecen muy
agradables –dijo Esther embobada con aquella cara tan linda que tenía en su
mano, por más que quisiera ser profesional, le costaba muchísimo con ella-.
Pasó
distraídamente un pulgar por aquellos labios que se entreabrieron a su paso, y
por un segundo notó como una fuerza la empujaba para besarlos. “Diooossss….
Nooooo…” se asustó, no podía permitírselo. Apartó su mirada y sus dedos de
aquella zona tan peligrosa y se dedicó a acariciar el pelo de Maca, mientras
ésta cerraba los ojos.
- ¿Todo
bien? –le preguntó Esther, aún notando que su voz empezaba a oscurecerse.
El calor
del cuerpo de Maca era más que apetecible y ni la sesión de abdominales, ni la
ducha fría que se había dado antes de que ella llegara, eran suficientes para
aplacarlo.
- ¿Todavía no me he desmayado, no? –le dijo
Maca a modo de respuesta-.
Esther
esbozó una adorable sonrisa que a Maca más que tranquilizarla la inquietó, era
demasiado dulce como para no doler.
- No
cariño, aún no te has desmayado –le contestó Esther- Anda, cuéntame como ha ido
la cena.
Maca
volvió a sentir como Esther se pegaba más a ella, y como su mano volvía a
recorrer su espalda. Durante unos segundos sólo trató de apartar la fuente de
deseo que aquella mujer despertaba.
- Cené con
Bea, Kate está de viaje, aun no la conozco -dijo Maca-
- Me han
dicho que Kate es de cuidado –le dijo Esther, y sin avisar a Maca, introdujo su
mano por debajo de su camiseta-.
El calor
de la mano de Esther abrasó la piel de Maca que enmudeció de pronto.
- Sigue
hablando –le susurró Esther con la voz un poco tomada, pues para ella también
estaba siendo una tortura tener tan cerca a aquella mujer y no lanzarse a
devorarla por entero-.
Era tan
dulce, tan apetecible… y su reacción hacia la proximidad era tan impactante,
que Esther no quería ni imaginar cómo sería Maca en realidad cuando se dejaba
llevar.
- Esther…
-la llamó Maca sin querer abrir los ojos-.
Esther no
contestó, siguió acariciando aquella espalda desnuda bajo su mano mientras
notaba como toda la piel de Maca se erizaba a su paso. Si la escuchaba se
detendría y no quería. Sin pensarlo, la besó en la cara.
La
respiración de Maca se entrecortó, los labios de Esther empezaron a descender
por su mejilla, aquella mano cálida quemaba cada fibra nerviosa de su médula.
Los labios de Esther alcanzaron su cuello y se posaron delicadamente.
- Diossss…
-gimió Maca, luchando por contener aquel golpe de marea que en un momento
Esther había enviado-.
- Shhhsss…
no va a pasar nada… -la tranquilizó Esther, pero en realidad sus palabras también
se las decía a si misma, porque no estaba muy segura de poder detener lo que
estaba sintiendo-.
Antes de
que se diera cuenta, Maca se recostó completamente en la cama incapaz de
soportarse en un brazo. Esther sacó la mano de su espalda y la cambió a su
vientre, acarició con la otra la cara de Maca.
- shhss..
todo va bien, no va a pasar nada, respira –le decía dulcemente, pero su mano ya
nadaba sobre aquel ombligo y sintió como a Maca la recorría un tremendo
escalofrío-.
Reposó con
cuidado su mano hasta que notó que el temblor disminuía, luego volvió a besarla
en la cara dulcemente.
- Abre los
ojos Maca, no voy a hacerte nada –le pidió Esther, angustiada por no saber qué
es lo que escondían-.
Maca hizo
un esfuerzo y la miró, Esther tiritó, estaban oscuros y brillaban notablemente.
La boca de Maca se entreabría confirmando el deseo que habitaba en ella, y
Esther sintió que hacerla suya era todo lo que quería. Sin darse cuenta, su
instinto hizo que deslizara la mano un poco más, hasta topar con el contorno de
aquel pecho que se alzaba agitadamente.
- mmmmm…
no… -Maca ahogó un gemido, y luego una negación que le obligó a cerrar los ojos
con violencia-.
- Lo… lo
siento… -se disculpó Esther asustada, pero Maca no contestó, se tapaba los ojos
con las manos y negaba con la cabeza como si luchara con lo que sentía-.
Esther no
se veía con fuerzas de parar, jamás pensó que aquella carga sexual entre ellas
pesara tanto, pero sí, pesaba hasta aplastarlas y Esther sentía que sus brazos
y piernas eran de plomo contenido. Retiró la mano de la tripa de Maca y en su
lugar, tumbó primero medio cuerpo suyo sobre el de Maca, ésta se agitó por la
presión.
-
Es..Esther.. yo… -Maca quería decir algo, pero no podía perder fuerza por la
boca. Le lanzó una mirada suplicante a Esther-.
Esther la
miró de frente, pero colocó una de sus piernas entre las de Maca sin esfuerzo y
se tumbó completamente sobre ella despacio, si aún no había tenido que
asistirla con primeros auxilios es que estaban progresando y ella tenía que
conocer cuál era el límite.
- Diosss…
mmm…-gimió Maca dejándose caer nuevamente en la cama y apretándose los ojos con
las manos nuevamente, mientras sentía como el cuerpo de aquella mujer se
encaramaba al suyo acoplándose-.
- Shhhsss…
no me moveré, no me moveré… -le dijo Esther para tranquilizarla, y le apartó
suavemente una mano de la cara-. Lo estás haciendo muy bien, cariño. Ya casi
hemos terminado.
Le dijo
tranquilizadora. Maca vio otra vez aquella sonrisa luminosa en el rostro de
Esther, a pesar de que sus miradas parecían distorsionadas.
- ¿Me
abrazas? –le pidió Esther con sonrisa cómplice-.
Maca se
dio cuenta de que Esther no iba a ir más allá, y la rodeó con sus sólidos brazos.
Era tan agradable volver a tener un cuerpo sobre sí. “Tan agradable como aterrador”
pensó, pero en ese momento no quería pensar en nada más que en sostenerla.
- Gracias
por confiar -le dijo Esther en un susurró mientras enterraba la cara bajo su
barbilla y descansaba la cabeza sobre su hombro, dejándose inerte sobre aquel
maravilloso cuerpo-.
Maca no
dijo nada, cerró los ojos conteniendo cada resquicio de terremoto que aún
habitaba en ella, poco a poco se relajó notando que Esther permanecía sobre
ella respirando acompasadamente. La estrechó con más fuerza, casi aplastándola
contra sí para retener aquella sensación de candidez que le había regalado.
Tras al menos diez minutos en aquella posición, le besó en la frente y estiró
un brazo para apagar la luz.
- Gracias
a ti, por devolverme un poco de humanidad –le susurró despacio, y volvió a
abrazarla pensando que Esther estaba dormida sobre ella-.
Esther no
se movió, escuchaba el corazón de Maca cada vez más acompasado y quería
permanecer dormida sobre ella, no separarse nunca de aquel calor que emanaba. Sin
embargo aquellas palabras de Maca cerca de su pelo hicieron que tuviera que
contener unas lágrimas que hacía mucho tiempo no sentía.
52
El sol
empezó a colarse por la persiana entreabierta. Esther fue la primera en
despertar, movió la cabeza y sintió que tenía el cuello dolorido. No recordaba
cuando habían cambiado de posición, pero ahora era ella la que tenía a Maca
entre sus brazos, su dulce cabeza reposaba sobre su pecho y la mano de Maca
volvía a descansar como en el día anterior sobre su teta derecha. “Dios… ¿esto
qué va a ser? ¿un tic que tiene?” pensó Esther divertida, en el fondo se estaba
encariñando con ella. Le apartó el cabello de la cara, y pensó que aquella
mujer era un ángel caído. Esther no pudo evitar besarla en la cabeza y
agradeció que Maca ni se inmutara por ello. De pronto, Esther pensó que quizá
era la oportunidad perfecta para conocer sus reacciones. Sin planteárselo dos
veces deslizó el brazo que tenía sobre Maca y empezó a acariciarle el hombro,
el brazo… nada, Maca ni se inmutaba. “Esto,… esto es la leche.. ¿y si?”, la
mente de Esther trabajaba con voluntad propia. Su mano se coló por debajo de la
camiseta de Maca y empezó a acariciar su espalda. El cuerpo de aquella mujer
reaccionó acurrucándose más contra Esther, pero nada que ver con las respuestas
de la noche anterior. A aquellas alturas Esther estaba ya más que intrigada,
cogió con la otra mano y mientras le acariciaba la espalda empezó también a
acariciarle la tripa, Maca ronroneó de pronto y por instinto apretó la mano que
contenía el pecho de Esther…
“Diossssssssss….
Agggg… pero no aprietesssssss niñaaaaaaaaaaa” pensó Esther, pero no dijo nada
por no despertarla aún.
Se giró y
se amoldó un poco al cuerpo de Maca. La bella durmiente dio un leve suspiro,
pero se dejó acunar en aquel abrazo. Esther empezó a besarla en la cara, luego
descendió al cuello mientras acariciaba aquella espalda con las dos manos… la
respiración de Maca empezó a agitarse, e inconscientemente deslizó una pierna entre
las de Esther a pesar de estar dormida. Esther se vio de pronto incapaz de
pensar en nada más que en aquel cuello que besaba y en el suave perfume a piel
que despedía.
“Ay madre…
ay madre.. que me estoy sobrepasando, que está dormida” se regañaba Esther,
pero justo cuando quiso separarse, la mano de Maca se coló por debajo de su
ropa y alcanzó aquel pecho desnudo que había estrujado.
“Mmm….
Dios”, Esther en un momento vio las estrellas, y tuvo que cerrar los ojos. La
cazadora estaba siendo cazada, Maca levantó su pierna y Esther se estremeció
porque le dio de lleno en el epicentro. “Por Dios santo… que soy yo la que
tiene que investigarrr, por favor” pensaba Esther, y volvió a besar a Maca en
el cuello con tal firmeza, que Maca atrapó su nuca para que no apartara sus
labios. Esther se sorprendió de que Maca la animara a seguir, y se detuvo para
comprobar que seguía dormida.
Al ver que
aún continuaba con los ojos cerrados, Esther pensó que no era justo
aprovecharse más de ella, y decidió despertarla. Pero no contó con que el brazo
de Maca la atraparía, atrayéndola en un abrir y cerrar de ojos contra su boca, robándole
así un beso que la cogió totalmente desprevenida.
El calor
de los labios de Maca sobre los suyos hizo que Esther se quedara inmóvil en un
primer momento, pero luego sintió los dedos de aquella mujer acariciándole la
nuca, y sin querer los entreabrió dando paso a una humedad que hacía tiempo no
se permitía. Inconscientemente, con los ojos cerrados por la embriaguez de
aquel licor, sus labios encontraron el camino, y antes de que se dieran cuenta,
sus lenguas se saludaron en tímido reconocimiento. El cuerpo de Maca tiritó y
la apretó con gran fuerza contra sí. Esther se ahogó en aquel beso sin medida.
-
aummmmmmmmmmmm….
Gimieron
al unísono. Maca abrió los ojos como platos, vio sujetándose a Esther y dónde
estaban sus bocas… y se retiró tan deprisa que cayó de la cama espantada.
-
auuuuu….. –gritó Maca por el golpe-.
- Cuida…
-Esther quiso sujetarla pero llego tarde, Maca ya estaba en el suelo-.
- auuuu…
auu… como picaaaa…. –se quejaba Maca frotándose la espalda y el trasero-.
- Joder…
cualquier día te me matas y todo por… -Esther iba a decir “por su culpa”, pero
se paró en seco, no quería que Maca creyera que había querido sobrepasarse con
ella-… por un sueño.
- Lo
siento, Esther… yo no, yo no quise hacerlo… perdona, perdóname –se disculpó
Maca poniéndose roja como un tomate, por lo visto creía que había sido ella la
que había dado pie a todo aquello-. Jamás te besaría en… -Maca miró
instintivamente aquella dulce boca de la que aún paladeaba su saliva, luego
apartó la vista-… lo siento, sé que tú no quieres.
“Oh
Diosss… no te disculpes, que me haces sentir más culpable, coño” pensaba Esther
sintiéndose una mierda de pronto. Se bajó de la cama y se puso de rodillas
junto a ella.
- No pasa
nada, no es culpa tuya, ¿te duele mucho? –le preguntó pero cuando trató de
tocarla, Maca reculó con acto reflejo-.
Los ojos
de Esther esbozaron una punzada de dolor por el rechazo, Maca se arrepintió al
instante.
- Perdona
Esther, no… no reculo por ti, perdona, no me di cuenta –le dijo Maca y le cogió
la mano-.
La sonrisa
de Maca la reconfortó.
- Déjame
que te ayude a levantarte –le dijo Esther cogiéndola del brazo y de la
cintura-.
Maca no
rechistó y se dejó sentar en la cama, el culo aún le dolía por el golpe.
- Me he
destrozado el culo, te lo juro -se quejó Maca tirándose hacia atrás en la
cama-.
- ¿Te lo
curo? –le dijo Esther tratando de encontrar una salida a ese nerviosismo que se
había instaurado en ella-.
- jajjaja…
no, por favor, ya he tenido bastante tortura … ¡piedad por Dios, piedad! –dijo
Maca en plan de sorna, pues se sentía inmensamente culpable por el beso-. ¿Te
has enfadado mucho conmigo?
Maca no
podía soportar aquella idea, y se incorporó para mirarla, Esther seguía de pie
observándola.
- No,
claro que no… no ha sido culpa tuya, no le des más importancia, ¿vale? –la
tranquilizó Esther, pero Maca vio que esquivaba sus ojos-.
- Sí..
–dijo Maca e instintivamente quiso salir de allí-. Creo que voy a ducharme.
- Vale, yo
iré luego –le contestó Esther-.
Maca se levantó
de la cama y salió hacia el baño. Esther se desplomó en la cama en cuanto se
vio a solas. Instintivamente recorrió con los dedos su boca… “Dios mío… Dios
mío… ¿qué voy a hacer ahora? Casi no puedo ni mirarla a la cara porque no puedo
dejar de desear estar en esa boca… Dios mío, Dios mío… ¿Qué voy a hacer ahora? ¿Qué
voy a hacer?” la cabeza de Esther trabajaba deprisa, todo lo deprisa que podía,
pero la humedad de su cuerpo le recordaba lo que minutos antes había sentido
realmente.
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