Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
53
Tras la ducha
ambas se cambiaron y decidieron que era mejor salir de casa. Como fueron en la
moto de Maca para esquivar el tráfico, encomendaron las compras y pidieron que
se las llevaran a casa sobre las seis de la tarde, luego aprovecharon el buen
tiempo para ir a comer juntas. Eligieron esta vez un restaurante chino que
había cerca de casa, podían haberse llevado la comida al domicilio, pero ambas
se sentían más seguras en el restaurante, así que ninguna lo propuso.
- ¿Qué día
era lo de KB? –le preguntó Esther mientras se llevaba una bolita de cerdo
agridulce a la boca-.
- Este
viernes no, el que viene, es una comida. Creo que va a ver una demostración de
caballos o algo así, y luego una recepción, por lo visto han sacado una gama de
hípica hacia Noruega o no sé –le dijo Maca mientras comía-.
- La hora
no te la han dicho aún, ¿no? –le preguntó nuevamente Esther-.
- Creo que
dijeron a las 12h pero no estoy segura, el lunes tengo que ir otra vez a hablar
con ellos, así que me lo confirmarán –dijo Maca-.
- Bueno,
yo dejaré el día libre por si acaso, si es tan importante para ti ese proyecto
será mejor que causes buena impresión… ¿no te parece? –le dijo Esther esbozando
una sonrisa-.
- Te lo
agradezco, contigo voy más tranquila –le contestó sinceramente Maca.
Maca notaba
algo en el ambiente, Esther se comportaba distante con ella, y no trataba de
tontearle con sus bromas. Algo iba mal, pero no se atrevía a preguntar, sabía
que aquel beso había tenido la culpa de todo. Justo cuando iba a decirle algo,
el teléfono de Esther sonó… Maca no podía escuchar quien era, pero notó que a
Esther se le cambiaba la cara.
- ¡Estás
loca! –le dijo a su interlocutora-. Bueno, vale… para, para… ahora estoy
comiendo, nos vemos a las seis… que sí, sí pesada. Adiós. Besos.
Maca fijó
su mirada en los tallarines, una ola de celos estaba luchando por salir, y
sabía que sus ojos la delatarían… “¿Quién coño era esa? … ¿¿para, para… nos
vemos a las seis… besos?? ¡Se va con esa! ¿una cliente?... aggg ¡yo también lo
soy, qué diferencia hay!… mierda, mierda, mierda” , luchaba Maca internamente
mientras notaba como sujetaba el tenedor con tanta fuerza que casi lo doblaba.
Esther
alzó la vista, y notó que Maca estaba molesta, pero no dijo nada. Necesitaba
alejarse de ella durante unas horas y poner en claro su cabeza, así que aceptó
quedar con Daniella, al fin y al cabo ahora Elena y ella parecían estar juntas.
Un poco de charla con alguien que no le causara tantos estragos como Maca le
vendría bien.
- ¿Una
amiga? –preguntó Maca mientras disimulaba enroscando unos tallarines que
parecían interminables-.
“Dios,
¿por qué tienes que preguntar?” se inquietó Esther, pues que Maca no la mirara
a los ojos la hacía sentirse peor por lo que tendría que decirle.
- No, y lo
sabes –le dijo Esther y esperó a que Maca reaccionara-.
Pero Maca
no reaccionó, levantó la vista del plato y se obligó a dar otro bocado a su
comida sin inmutarse. Esther se inquietó al verla de nuevo tan inexpresiva, por
alguna razón, el que Maca no se comportara con normalidad le dolía, le
importaba.
- Ah,
entonces trabajo… Bueno, la verdad es que yo también me tendría que poner con
el mío, además tengo que esperar a los del supermercado -le relató Maca sin
signos ni de disgusto ni de excesiva felicidad, simplemente estaba fría-
¿Quieres que te espere para cenar? ¿O…?
Maca dejó
la pregunta en el aire, y se metió otro bocado de aquella pasta en la boca
aunque sentía unas ganas enormes de vomitar.
Esther se
limpió las manos con la servilleta, y luego bebió un poco de su
refresco…”Joder, joder… ¡no puedo pasarme tanto tiempo a tu lado! ¡no puedo!
¿no lo entiendes?...” Esther estaba fuera de sí, recordaba perfectamente la
humedad en la boca de Maca, tan clara y cristalina era la sensación que
recordaba su cuerpo que necesitaba algo de tiempo para volver a su lado como
Maca pretendía, pues no se sentía con fuerzas de detenerse la próxima vez, y
aquello la asustaba.
- Maca, no
sé si podré cenar contigo y tampoco sé si podré ir a casa esta noche, te juro
que haré lo que pueda, ¿vale? –le dijo Esther tratando de ser lo más dulce
posible-.
Maca se
quedó en silencio por unos segundos, incapaz de asimilar aquel jarrón de agua
fría. “¿No va a dormir conmigo? ¿Va a pasar la noche fuera? ¿con esa?”… la
impotencia que sentía despertaba en ella una ira que no quería, no podía
permitírsela.
- No te
preocupes, lo entiendo… ¿quieres que pidamos algo de postre? –le preguntó de
pronto, incapaz de disimular más tiempo que todo iba bien-.
Esther la
miró sorprendida, apenas habían terminado de comer lo que tenían en la mesa, y aunque
ella no tenía más hambre, Maca siempre gozado de buen apetito.
- No, yo
estoy llena –contestó Esther-.
- Bien, yo
ya no tengo hambre –dijo Maca sin mirarla y levantó una mano para llamar a la
camarera-.
En apenas
diez minutos ya estaban en la calle, Maca estaba tan lejos de ella que Esther
no pudo evitar abrazarse a su cintura cuando se subieron en la moto. Maca
tiritó, seguramente no se esperara que Esther lo hiciera, pero no dijo nada y
le consintió permanecer abrazándola. Cuando llegaron al portal, Esther subió al
apartamento con la escusa de que necesitaba unas cosas, aunque la realidad era
que no quería despedirse de Maca con aquella sensación entre ellas.
Maca no
dijo nada, Esther se refugió en el baño para tranquilizarse antes de marcharse,
y al salir vio que Maca estaba sentada en el sofá con el mando de la tele en la
mano. Sin pensarlo fue hacia ella.
- Maca…
-la llamó-.
- Sí
–contestó ella sin mirarla-.
- No
quiero irme así –le dijo Esther, Maca la miró-.
- ¿Así
cómo? –se hizo la idiota Maca-.
- Sé que
te has molestado –le dijo Esther y se sentó a su lado, temblando por lo que iba
a decir-. Si crees que no vas a poder sobrellevar lo que soy, será mejor que lo
dejemos, yo no quiero hacerte daño.
Maca
tiritó, aquello no podía estar pasando. Por primera vez en mucho tiempo
encontraba a alguien con quien empezaba a salir de aquella cueva oscura en la
que se hallaba, y acto seguido veía que podía perderla por unos celos que no
tenía derecho a sentir.
- ¿Qué?
–Maca la miró con pavor- ¡Yo no quiero dejarlo!
- Y yo no
quiero hacerte daño cada vez que no pueda quedarme contigo –le dijo Esther-
- No me
haces daño, entiendo que no estoy sola, es tu trabajo –le dijo Maca,
mintiéndose a sí misma como mil veces antes lo había hecho-. Es sólo que has
estado rara desde que bueno…. Desde esta mañana, no estás igual conmigo, no
quiero que estés enfadada y que me huyas por un error que he cometido.
Esther no
se esperaba aquella contestación. “¿Enfadada contigo? ¡Noooo!...¿huir?... Dios,
¿es eso cierto? ¿estoy huyendo de ella?...”, no lo sabía, verdaderamente no lo
sabía. Su cabeza decía que no, que era su trabajo, su corazón le decía que sí…
y no podía encontrar un momento de paz para poner sus cosas en claro.
- ¡No
estoy enfadada contigo! ¡no podría! –le dijo Esther dulcemente, y cogió la cara
de Maca entre sus manos para que la mirara a los ojos-.
- Siento
lo de esta mañana, en serio –le dijo Maca con aquella mirada que volvía a ser
cálida y cercana-.
- ¡Yo, no!
–dijo Esther sin pensar y acto seguido tembló por su reconocimiento, era
cierto, ella no se arrepentía, la verdad era que se moría por repetirlo pero
sabía que no debía-. Así que olvídalo ya, lo hecho, hecho está, ¿de acuerdo?
- Sí –le
dijo Maca con una sonrisa clara-.
A Esther
le entraron unas ganas enormes de besarla, de hacerle el amor hasta morir, pero
no debía, no podía… así que se conformó con besarle la frente, besar aquella
mejilla, y soltar aquella bella cara que dejó un vacío inmenso entre sus manos.
- Te
llamaré, aprovecha para adelantar trabajo, porque mañana no te voy a soltar,
¿vale gatita? –le dijo Esther con una sonrisa que pretendía reconfortarla-.
- Vale –le
dijo Maca tratando de parecer más animada-.
Maca vio
como Esther cogía una pequeña mochila y se acercaba para darle un último beso
de despedida en la mejilla, pero Maca sentía que la perdía y la abrazó con
intensidad no dejando que se separara de su cuerpo. Esther cerró los ojos…
“¿por qué me haces esto?... ¿por qué me haces esto?” se quejaba Esther tratando
de contener unas nubes que luchaban por no chocar y que amenazaban con lluvia.
Maca era ajena a aquello, solo quería retener aquel calor y aquel olor el mayor
tiempo posible, así que continuó abrazándola, acariciando aquel pelo sedoso,
aquella espalda infinita. Esther se rindió y soltó la bolsa, también se abrazó
a ella durante interminables minutos, envuelta por aquellas caricias, por aquel
calor… no sabía por qué Maca estaba haciendo aquello, pero la conocía lo
suficiente como para no romper aquel encuentro. Llegado el momento Maca suavizó
el abrazo, y la besó en la cabeza.
- Sólo
quería recordarte –le dijo Maca en un susurro casi inaudible, sus ojos estaban
como adormilados-.
Esther
notó que los suyos empezaban a escocerle. Así que le besó en la mejilla, le
regaló una tímida sonrisa y le dijo que la llamaría, luego salió de allí todo
lo rápido que pudo. A salvo, en su coche, no pudo soportarlo más y rompió a
llorar como hacía años no lo hacía. Su vida volvía a dar un giro de 180º.
54
El agua
corría sobre su cuerpo como una capa purificadora, los ojos ya no lloraban, la
piel estaba abrasada por la temperatura del agua, y el corazón volvía a estar
protegido bajo llave entre las paredes de su casa y su monotonía.
“Debo
estar con el periodo premenstrual…” se dijo Esther mientras trataba de reírse
de sí misma por su ataque de histeria. Salió de la ducha y con el albornoz
puesto se encerró en su vestidor. Aún le quedaba una hora y media antes de
verse con Daniela, pero quería ir tranquila y prepararse con calma. Primero
pensó que no quería dar falsas esperanzas a Daniela y que era mejor ponerse un
vaquero y algún suéter discreto; pero luego se dio cuenta de que estaba
tratando de cambiar sus principios, y terminó por elegir un pantalón de
terciopelo negro y una camisa de seda rosa que resaltaban sus encantos. “Qué
coño, lo que se van a comer los gusanos… que lo disfruten los humanos.. humana en
ese caso”, y se guiñó un ojo en el espejo mientras se miraba el trasero y
elegía la chaqueta que iba a juego. Se alisó el cabello, sabía que Maca la
prefería al natural, pero quizá por eso mismo hizo lo contrario, aquella tarde
no estaba con ella. Se puso perfume y tras darse un último repaso, enfiló hacia
el garaje… no iba en busca de nada, no esperaba nada, pero calzarse el uniforme
de nuevo, le devolvía un poco de paz.
A las seis
y cinco el BMW de Esther entraba en el aparcamiento privado del edificio donde
vivía Daniela.
- Soy yo
Le había
dicho sonriente a la cámara cuando llamó al timbre, e inmediatamente Daniela le
abrió. Casi la había oído chasquear la lengua al verla, y se sorprendió a si
misma deseando estar con ella.
- ¡Estás
guapísima! –le dijo al abrir la puerta y de un tirón, introdujo a Esther dentro
del apartamento besándola en la cara-.
- ¡Veo que
te alegras de verme! –le dijo Esther con una sonrisa conquistadora-.
- Cómo no
voy a alegrarme, hace casi dos semanas que no tengo el gusto de toparme contigo
–le dijo Daniela- ¿Te preparo algo?
- Un
refresco si acaso -le dijo Esther y la siguió a la cocina-. Bueno, tú también
has estado muy ocupada con Elena, ¿no?
Daniela se
giró justo a tiempo de contemplar aquel movimiento de cejas insinuantes, y
aquella sonrisa traviesa.
- Bueno,
digamos que no hemos perdido mucho el tiempo, no… -sonrió Daniela de forma sensual-.
Le tendió
el vaso con el refresco y se puso a la espalda de Esther.
- ¡Te
extrañé! –le susurró, y Esther notó como el juego volvía-.
No dijo
nada, no hacía falta, notó que Daniela cercaba con los brazos su cintura y
luego su nariz acarició su pelo. Esther por un momento se estremeció,
recordando lo distinto que era con Maca, lo diferente de sus olores, de la
suavidad del gesto…. “Diooooooooosss…. No entressssssssss en miiii….
Veteeeeeeee”, le gritó Esther calladamente a aquel recuerdo, y para borrarlo
acarició el brazo que la cercaba y se giró para ver la verdadera cara de con
quien estaba.
- ¿Y
Elena? ¿creí qué estabais juntas, qué iba en serio? –le preguntó Esther notando
que el calor en Daniella crecía, la conocía demasiado para no saber lo que
esperaba de ella-.
- ¡Ella no
va a enterarse!, ¿no es eso? -le susurró Daniela y empezó a acariciar a Esther
por encima de la ropa-.
No, no iba
a enterarse, nunca lo hacían, pero eso no significaba que le pareciera bien
estar entre dos clientes.
- Sabes
que no, pero… ¿estás segura que quieres seguir con esto? Podrías perderla si no
sientas un poco la cabeza –insistió Esther viendo que Daniela alcanzaba uno de
los botones de su camisa-. Además, sabes que no me gusta que me metan mano sin
más, apenas acabo de llegar.
Esther le
pegó en la mano para que se estuviera quieta, Daniela sonrió y se incendió por
la reprimenda mientras veía como aquella pantera volvía a coger su refresco y
bebía de él mirándola con descaro.
- Hemos
hablado, sabe que quiero ir despacio. Me gusta sí, pero no nos hemos jurado
amor eterno. Además creo que ella también quiere verte, la pillé el otro día
con tu tarjeta en la mano –le dijo Daniela y se apoyó en la barra americana que
tenía instaurada separando la cocina del comedor-.
Esther se
sorprendió.
- ¿Crees
que me llamará? –le preguntó Esther-.
- Es
difícil desprenderse de ti, sabes… -le dijo Daniela echándole una mirada
lasciva-. Creo que deberíamos hacer un trío las tres.
- Ni lo
sueñes –le dijo Esther con una sonrisa-.
- ¿Por qué
no? Ni que fuera la primera vez –le susurró Daniela y volvió a acercarse a
ella-.
Esther no
dijo nada al respecto, aquello formaba parte del pasado y ahora lamentaba que
Daniela supiera aquella historia.
- ¡Anda
baila para mí! –le susurró Daniela en el oído, y con el mando en la mano activó
la cadena de música-.
- No tengo
ganas de bailar –le dijo Esther, estaba molesta con la situación y no sabía el
motivo-.
- ¡Venga…
un poquito! –repitió Daniela y le apartó el pelo para besarla-. ¡Me pones tan
caliente!
Esther
estaba poniéndose nerviosa por momentos.
- En
serio, no me apetece –le dijo con suavidad-.
- Un
pequeño streptease, por favor… me encanta como te mueves, como te quitas la
ropa –volvió a insistir Daniela-.
- ¡He
dicho que no! –le espetó Esther apartándose de ella, jamás le había importado
lo más mínimo aquellas cosas, pero por alguna razón le molestaba como la estaba
tratando Daniela en aquel instante-.
La alta
mujer se sorprendió por la sequedad de Esther, jamás la había visto así.
- ¡Lo siento,
Esther! Yo no pretendía… -se disculpó Daniela con ella-.
- Perdona,
perdona.. es que no he tenido un buen día, sé que no querías molestarme –le
dijo Esther pasándose las manos por el cabello, estaba completamente
desquiciada-.
Daniela no
se atrevía a cruzar la distancia por si Esther se molestaba, pero cuando la oyó
hablar no pudo contenerse.
- Mira,
quizá sea mejor que lo dejemos … creo que va siendo hora de que empieces a
volar sola –le dijo Esther y con ello pretendía dejar zanjada su extraña relación-.
- No, no..
no por favor, Esther… no me hagas esto, aún no puedes dejarme –le dijo Daniela
abrazándose a ella-. Te prometo que no te molestaré, perdóname.
Esther
quiso apartarla, pero no pudo, no se sentía ella misma. Sabía que tenía que
dejar tarde o temprano a Daniela, se estaba volviendo demasiado posesiva y no
dejaba entrar otro tipo de relaciones más serias en su vida aferrándose a lo
que le daba Esther.
- ¡Esto no
está bien Daniela!... ¡Es lo mejor, créeme! –le dijo Esther en un intento de ser
firme con el paso que inesperadamente había dado-.
- ¡Por
Dios, dame al menos una noche más! –le dijo Daniela suplicante-.
Pero
Esther trató de separarse de ella. Daniela no pudo soportarlo y en un último
intento de solucionar aquel desastre, cogió a Esther y la besó en la boca
apasionadamente. Esther forcejeó primero, luego se rindió al sabor… sabía que
Daniela no le importaba, pero necesitaba acallar el huracán que Maca había
despertado, y se entregó en un beso frenético que dejó a Daniela sin aliento.
- ¿Te
quedas conmigo? –susurró Daniela colmada de deseo-.
- Sólo una
vez más –le dijo Esther encendida-.
- Pero…
-Daniela quería negociar aquel ultimátum-.
- Shhh..
no lo estropees –le dijo Esther y empezó de nuevo a besar aquella boca
sustituta-.
----
El
encuentro fue intenso y salvaje, Esther desvistió con prisas y sin miramientos
el cuerpo de Daniela, ahogando su fuego en aquella mujer que se dejó llevar por
su tormenta. El primer orgasmo les llegó en el sofá, Daniela trató de llevar a
Esther a la cama pero no quiso, estaba desatada y anulaba cualquier acto o
caricia de Daniela que conllevara ternura o adoración hacia ella. Sólo
necesitaba sentirla, y así se lo hizo saber… con una energía atronadora, y con
gemidos que Daniela aún no le conocía, Esther le exigió y obtuvo… luego la
compensó de manera brutal, dominándola por completo hasta que Daniela suplicó
no poder más.
Aún
exhausta por el encuentro, Esther no accedió a quedarse con ella. Daniela tenía
esperanzas de que Esther se replanteara las cosas después del encuentro y los
besos que se habían dado, pero no lo hiz. Al despedirse dejó un beso en su
mejilla y le dijo que se verían, pero como amigas. La relación laboral había
terminado entre ellas dos, “pero de qué forma”, pensó Daniela mientras la veía
alejarse hacia su vehículo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario