viernes, 9 de mayo de 2014

Pretty Bollo -cap 53 y 54-

Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado,  maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer,  se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.

Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.


53


Tras la ducha ambas se cambiaron y decidieron que era mejor salir de casa. Como fueron en la moto de Maca para esquivar el tráfico, encomendaron las compras y pidieron que se las llevaran a casa sobre las seis de la tarde, luego aprovecharon el buen tiempo para ir a comer juntas. Eligieron esta vez un restaurante chino que había cerca de casa, podían haberse llevado la comida al domicilio, pero ambas se sentían más seguras en el restaurante, así que ninguna lo propuso.

- ¿Qué día era lo de KB? –le preguntó Esther mientras se llevaba una bolita de cerdo agridulce a la boca-.
- Este viernes no, el que viene, es una comida. Creo que va a ver una demostración de caballos o algo así, y luego una recepción, por lo visto han sacado una gama de hípica hacia Noruega o no sé –le dijo Maca mientras comía-.
- La hora no te la han dicho aún, ¿no? –le preguntó nuevamente Esther-.
- Creo que dijeron a las 12h pero no estoy segura, el lunes tengo que ir otra vez a hablar con ellos, así que me lo confirmarán –dijo Maca-.
- Bueno, yo dejaré el día libre por si acaso, si es tan importante para ti ese proyecto será mejor que causes buena impresión… ¿no te parece? –le dijo Esther esbozando una sonrisa-.
- Te lo agradezco, contigo voy más tranquila –le contestó sinceramente Maca.

Maca notaba algo en el ambiente, Esther se comportaba distante con ella, y no trataba de tontearle con sus bromas. Algo iba mal, pero no se atrevía a preguntar, sabía que aquel beso había tenido la culpa de todo. Justo cuando iba a decirle algo, el teléfono de Esther sonó… Maca no podía escuchar quien era, pero notó que a Esther se le cambiaba la cara.

- ¡Estás loca! –le dijo a su interlocutora-. Bueno, vale… para, para… ahora estoy comiendo, nos vemos a las seis… que sí, sí pesada. Adiós. Besos.

Maca fijó su mirada en los tallarines, una ola de celos estaba luchando por salir, y sabía que sus ojos la delatarían… “¿Quién coño era esa? … ¿¿para, para… nos vemos a las seis… besos?? ¡Se va con esa! ¿una cliente?... aggg ¡yo también lo soy, qué diferencia hay!… mierda, mierda, mierda” , luchaba Maca internamente mientras notaba como sujetaba el tenedor con tanta fuerza que casi lo doblaba.

Esther alzó la vista, y notó que Maca estaba molesta, pero no dijo nada. Necesitaba alejarse de ella durante unas horas y poner en claro su cabeza, así que aceptó quedar con Daniella, al fin y al cabo ahora Elena y ella parecían estar juntas. Un poco de charla con alguien que no le causara tantos estragos como Maca le vendría bien.

- ¿Una amiga? –preguntó Maca mientras disimulaba enroscando unos tallarines que parecían interminables-.

“Dios, ¿por qué tienes que preguntar?” se inquietó Esther, pues que Maca no la mirara a los ojos la hacía sentirse peor por lo que tendría que decirle.

- No, y lo sabes –le dijo Esther y esperó a que Maca reaccionara-.

Pero Maca no reaccionó, levantó la vista del plato y se obligó a dar otro bocado a su comida sin inmutarse. Esther se inquietó al verla de nuevo tan inexpresiva, por alguna razón, el que Maca no se comportara con normalidad le dolía, le importaba.

- Ah, entonces trabajo… Bueno, la verdad es que yo también me tendría que poner con el mío, además tengo que esperar a los del supermercado -le relató Maca sin signos ni de disgusto ni de excesiva felicidad, simplemente estaba fría- ¿Quieres que te espere para cenar? ¿O…?

Maca dejó la pregunta en el aire, y se metió otro bocado de aquella pasta en la boca aunque sentía unas ganas enormes de vomitar.

Esther se limpió las manos con la servilleta, y luego bebió un poco de su refresco…”Joder, joder… ¡no puedo pasarme tanto tiempo a tu lado! ¡no puedo! ¿no lo entiendes?...” Esther estaba fuera de sí, recordaba perfectamente la humedad en la boca de Maca, tan clara y cristalina era la sensación que recordaba su cuerpo que necesitaba algo de tiempo para volver a su lado como Maca pretendía, pues no se sentía con fuerzas de detenerse la próxima vez, y aquello la asustaba.

- Maca, no sé si podré cenar contigo y tampoco sé si podré ir a casa esta noche, te juro que haré lo que pueda, ¿vale? –le dijo Esther tratando de ser lo más dulce posible-.

Maca se quedó en silencio por unos segundos, incapaz de asimilar aquel jarrón de agua fría. “¿No va a dormir conmigo? ¿Va a pasar la noche fuera? ¿con esa?”… la impotencia que sentía despertaba en ella una ira que no quería, no podía permitírsela.

- No te preocupes, lo entiendo… ¿quieres que pidamos algo de postre? –le preguntó de pronto, incapaz de disimular más tiempo que todo iba bien-.

Esther la miró sorprendida, apenas habían terminado de comer lo que tenían en la mesa, y aunque ella no tenía más hambre, Maca siempre gozado de buen apetito.

- No, yo estoy llena –contestó Esther-.
- Bien, yo ya no tengo hambre –dijo Maca sin mirarla y levantó una mano para llamar a la camarera-.

En apenas diez minutos ya estaban en la calle, Maca estaba tan lejos de ella que Esther no pudo evitar abrazarse a su cintura cuando se subieron en la moto. Maca tiritó, seguramente no se esperara que Esther lo hiciera, pero no dijo nada y le consintió permanecer abrazándola. Cuando llegaron al portal, Esther subió al apartamento con la escusa de que necesitaba unas cosas, aunque la realidad era que no quería despedirse de Maca con aquella sensación entre ellas.

Maca no dijo nada, Esther se refugió en el baño para tranquilizarse antes de marcharse, y al salir vio que Maca estaba sentada en el sofá con el mando de la tele en la mano. Sin pensarlo fue hacia ella.

- Maca… -la llamó-.
- Sí –contestó ella sin mirarla-.
- No quiero irme así –le dijo Esther, Maca la miró-.
- ¿Así cómo? –se hizo la idiota Maca-.
- Sé que te has molestado –le dijo Esther y se sentó a su lado, temblando por lo que iba a decir-. Si crees que no vas a poder sobrellevar lo que soy, será mejor que lo dejemos, yo no quiero hacerte daño.

Maca tiritó, aquello no podía estar pasando. Por primera vez en mucho tiempo encontraba a alguien con quien empezaba a salir de aquella cueva oscura en la que se hallaba, y acto seguido veía que podía perderla por unos celos que no tenía derecho a sentir.

- ¿Qué? –Maca la miró con pavor- ¡Yo no quiero dejarlo!
- Y yo no quiero hacerte daño cada vez que no pueda quedarme contigo –le dijo Esther-
- No me haces daño, entiendo que no estoy sola, es tu trabajo –le dijo Maca, mintiéndose a sí misma como mil veces antes lo había hecho-. Es sólo que has estado rara desde que bueno…. Desde esta mañana, no estás igual conmigo, no quiero que estés enfadada y que me huyas por un error que he cometido.

Esther no se esperaba aquella contestación. “¿Enfadada contigo? ¡Noooo!...¿huir?... Dios, ¿es eso cierto? ¿estoy huyendo de ella?...”, no lo sabía, verdaderamente no lo sabía. Su cabeza decía que no, que era su trabajo, su corazón le decía que sí… y no podía encontrar un momento de paz para poner sus cosas en claro.

- ¡No estoy enfadada contigo! ¡no podría! –le dijo Esther dulcemente, y cogió la cara de Maca entre sus manos para que la mirara a los ojos-.
- Siento lo de esta mañana, en serio –le dijo Maca con aquella mirada que volvía a ser cálida y cercana-.
- ¡Yo, no! –dijo Esther sin pensar y acto seguido tembló por su reconocimiento, era cierto, ella no se arrepentía, la verdad era que se moría por repetirlo pero sabía que no debía-. Así que olvídalo ya, lo hecho, hecho está, ¿de acuerdo?
- Sí –le dijo Maca con una sonrisa clara-.

A Esther le entraron unas ganas enormes de besarla, de hacerle el amor hasta morir, pero no debía, no podía… así que se conformó con besarle la frente, besar aquella mejilla, y soltar aquella bella cara que dejó un vacío inmenso entre sus manos.

- Te llamaré, aprovecha para adelantar trabajo, porque mañana no te voy a soltar, ¿vale gatita? –le dijo Esther con una sonrisa que pretendía reconfortarla-.
- Vale –le dijo Maca tratando de parecer más animada-.

Maca vio como Esther cogía una pequeña mochila y se acercaba para darle un último beso de despedida en la mejilla, pero Maca sentía que la perdía y la abrazó con intensidad no dejando que se separara de su cuerpo. Esther cerró los ojos… “¿por qué me haces esto?... ¿por qué me haces esto?” se quejaba Esther tratando de contener unas nubes que luchaban por no chocar y que amenazaban con lluvia. Maca era ajena a aquello, solo quería retener aquel calor y aquel olor el mayor tiempo posible, así que continuó abrazándola, acariciando aquel pelo sedoso, aquella espalda infinita. Esther se rindió y soltó la bolsa, también se abrazó a ella durante interminables minutos, envuelta por aquellas caricias, por aquel calor… no sabía por qué Maca estaba haciendo aquello, pero la conocía lo suficiente como para no romper aquel encuentro. Llegado el momento Maca suavizó el abrazo, y la besó en la cabeza.

- Sólo quería recordarte –le dijo Maca en un susurro casi inaudible, sus ojos estaban como adormilados-.

Esther notó que los suyos empezaban a escocerle. Así que le besó en la mejilla, le regaló una tímida sonrisa y le dijo que la llamaría, luego salió de allí todo lo rápido que pudo. A salvo, en su coche, no pudo soportarlo más y rompió a llorar como hacía años no lo hacía. Su vida volvía a dar un giro de 180º.

54

El agua corría sobre su cuerpo como una capa purificadora, los ojos ya no lloraban, la piel estaba abrasada por la temperatura del agua, y el corazón volvía a estar protegido bajo llave entre las paredes de su casa y su monotonía.

“Debo estar con el periodo premenstrual…” se dijo Esther mientras trataba de reírse de sí misma por su ataque de histeria. Salió de la ducha y con el albornoz puesto se encerró en su vestidor. Aún le quedaba una hora y media antes de verse con Daniela, pero quería ir tranquila y prepararse con calma. Primero pensó que no quería dar falsas esperanzas a Daniela y que era mejor ponerse un vaquero y algún suéter discreto; pero luego se dio cuenta de que estaba tratando de cambiar sus principios, y terminó por elegir un pantalón de terciopelo negro y una camisa de seda rosa que resaltaban sus encantos. “Qué coño, lo que se van a comer los gusanos… que lo disfruten los humanos.. humana en ese caso”, y se guiñó un ojo en el espejo mientras se miraba el trasero y elegía la chaqueta que iba a juego. Se alisó el cabello, sabía que Maca la prefería al natural, pero quizá por eso mismo hizo lo contrario, aquella tarde no estaba con ella. Se puso perfume y tras darse un último repaso, enfiló hacia el garaje… no iba en busca de nada, no esperaba nada, pero calzarse el uniforme de nuevo, le devolvía un poco de paz.

A las seis y cinco el BMW de Esther entraba en el aparcamiento privado del edificio donde vivía Daniela.

- Soy yo

Le había dicho sonriente a la cámara cuando llamó al timbre, e inmediatamente Daniela le abrió. Casi la había oído chasquear la lengua al verla, y se sorprendió a si misma deseando estar con ella.

- ¡Estás guapísima! –le dijo al abrir la puerta y de un tirón, introdujo a Esther dentro del apartamento besándola en la cara-.
- ¡Veo que te alegras de verme! –le dijo Esther con una sonrisa conquistadora-.
- Cómo no voy a alegrarme, hace casi dos semanas que no tengo el gusto de toparme contigo –le dijo Daniela- ¿Te preparo algo?
- Un refresco si acaso -le dijo Esther y la siguió a la cocina-. Bueno, tú también has estado muy ocupada con Elena, ¿no?

Daniela se giró justo a tiempo de contemplar aquel movimiento de cejas insinuantes, y aquella sonrisa traviesa.

- Bueno, digamos que no hemos perdido mucho el tiempo, no… -sonrió Daniela de forma sensual-.

Le tendió el vaso con el refresco y se puso a la espalda de Esther.

- ¡Te extrañé! –le susurró, y Esther notó como el juego volvía-.

No dijo nada, no hacía falta, notó que Daniela cercaba con los brazos su cintura y luego su nariz acarició su pelo. Esther por un momento se estremeció, recordando lo distinto que era con Maca, lo diferente de sus olores, de la suavidad del gesto…. “Diooooooooosss…. No entressssssssss en miiii…. Veteeeeeeee”, le gritó Esther calladamente a aquel recuerdo, y para borrarlo acarició el brazo que la cercaba y se giró para ver la verdadera cara de con quien estaba.

- ¿Y Elena? ¿creí qué estabais juntas, qué iba en serio? –le preguntó Esther notando que el calor en Daniella crecía, la conocía demasiado para no saber lo que esperaba de ella-.
- ¡Ella no va a enterarse!, ¿no es eso? -le susurró Daniela y empezó a acariciar a Esther por encima de la ropa-.

No, no iba a enterarse, nunca lo hacían, pero eso no significaba que le pareciera bien estar entre dos clientes.

- Sabes que no, pero… ¿estás segura que quieres seguir con esto? Podrías perderla si no sientas un poco la cabeza –insistió Esther viendo que Daniela alcanzaba uno de los botones de su camisa-. Además, sabes que no me gusta que me metan mano sin más, apenas acabo de llegar.

Esther le pegó en la mano para que se estuviera quieta, Daniela sonrió y se incendió por la reprimenda mientras veía como aquella pantera volvía a coger su refresco y bebía de él mirándola con descaro.

- Hemos hablado, sabe que quiero ir despacio. Me gusta sí, pero no nos hemos jurado amor eterno. Además creo que ella también quiere verte, la pillé el otro día con tu tarjeta en la mano –le dijo Daniela y se apoyó en la barra americana que tenía instaurada separando la cocina del comedor-.

Esther se sorprendió.

- ¿Crees que me llamará? –le preguntó Esther-.
- Es difícil desprenderse de ti, sabes… -le dijo Daniela echándole una mirada lasciva-. Creo que deberíamos hacer un trío las tres.
- Ni lo sueñes –le dijo Esther con una sonrisa-.
- ¿Por qué no? Ni que fuera la primera vez –le susurró Daniela y volvió a acercarse a ella-.

Esther no dijo nada al respecto, aquello formaba parte del pasado y ahora lamentaba que Daniela supiera aquella historia.

- ¡Anda baila para mí! –le susurró Daniela en el oído, y con el mando en la mano activó la cadena de música-.
- No tengo ganas de bailar –le dijo Esther, estaba molesta con la situación y no sabía el motivo-.
- ¡Venga… un poquito! –repitió Daniela y le apartó el pelo para besarla-. ¡Me pones tan caliente!

Esther estaba poniéndose nerviosa por momentos.

- En serio, no me apetece –le dijo con suavidad-.
- Un pequeño streptease, por favor… me encanta como te mueves, como te quitas la ropa –volvió a insistir Daniela-.
- ¡He dicho que no! –le espetó Esther apartándose de ella, jamás le había importado lo más mínimo aquellas cosas, pero por alguna razón le molestaba como la estaba tratando Daniela en aquel instante-.

La alta mujer se sorprendió por la sequedad de Esther, jamás la había visto así.

- ¡Lo siento, Esther! Yo no pretendía… -se disculpó Daniela con ella-.
- Perdona, perdona.. es que no he tenido un buen día, sé que no querías molestarme –le dijo Esther pasándose las manos por el cabello, estaba completamente desquiciada-.

Daniela no se atrevía a cruzar la distancia por si Esther se molestaba, pero cuando la oyó hablar no pudo contenerse.

- Mira, quizá sea mejor que lo dejemos … creo que va siendo hora de que empieces a volar sola –le dijo Esther y con ello pretendía dejar zanjada su extraña relación-.
- No, no.. no por favor, Esther… no me hagas esto, aún no puedes dejarme –le dijo Daniela abrazándose a ella-. Te prometo que no te molestaré, perdóname.

Esther quiso apartarla, pero no pudo, no se sentía ella misma. Sabía que tenía que dejar tarde o temprano a Daniela, se estaba volviendo demasiado posesiva y no dejaba entrar otro tipo de relaciones más serias en su vida aferrándose a lo que le daba Esther.

- ¡Esto no está bien Daniela!... ¡Es lo mejor, créeme! –le dijo Esther en un intento de ser firme con el paso que inesperadamente había dado-.
- ¡Por Dios, dame al menos una noche más! –le dijo Daniela suplicante-.

Pero Esther trató de separarse de ella. Daniela no pudo soportarlo y en un último intento de solucionar aquel desastre, cogió a Esther y la besó en la boca apasionadamente. Esther forcejeó primero, luego se rindió al sabor… sabía que Daniela no le importaba, pero necesitaba acallar el huracán que Maca había despertado, y se entregó en un beso frenético que dejó a Daniela sin aliento.

- ¿Te quedas conmigo? –susurró Daniela colmada de deseo-.
- Sólo una vez más –le dijo Esther encendida-.
- Pero… -Daniela quería negociar aquel ultimátum-.
- Shhh.. no lo estropees –le dijo Esther y empezó de nuevo a besar aquella boca sustituta-.

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El encuentro fue intenso y salvaje, Esther desvistió con prisas y sin miramientos el cuerpo de Daniela, ahogando su fuego en aquella mujer que se dejó llevar por su tormenta. El primer orgasmo les llegó en el sofá, Daniela trató de llevar a Esther a la cama pero no quiso, estaba desatada y anulaba cualquier acto o caricia de Daniela que conllevara ternura o adoración hacia ella. Sólo necesitaba sentirla, y así se lo hizo saber… con una energía atronadora, y con gemidos que Daniela aún no le conocía, Esther le exigió y obtuvo… luego la compensó de manera brutal, dominándola por completo hasta que Daniela suplicó no poder más.

Aún exhausta por el encuentro, Esther no accedió a quedarse con ella. Daniela tenía esperanzas de que Esther se replanteara las cosas después del encuentro y los besos que se habían dado, pero no lo hiz. Al despedirse dejó un beso en su mejilla y le dijo que se verían, pero como amigas. La relación laboral había terminado entre ellas dos, “pero de qué forma”, pensó Daniela mientras la veía alejarse hacia su vehículo.


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