domingo, 8 de junio de 2014

Dibujada en mi mente (TOMO 3) -cap 21-





21

El camarero les sirvió un par de cervezas y un platito de frutos secos para picar. Iban a quedarse en el bar adjunto al hospital, pero estaba lleno y al final anduvieron un par de calles antes de decantarse por un local pequeño lejos de la calle principal. Esther, pese haber salido airosa del paso, se encontraba nerviosa y hablaba más de la cuenta, mientras Maca la interrumpía de vez en cuando demostrando estar atenta a lo que le decía aunque no fuera del todo cierto.

-       Es complejo, porque son varios profesionales trabajando en una misma pieza y la coordinación es complicada, por no hablar de los rifirrafes de la convivencia… -comentaba Esther algo sobre una obra de no sé qué escultura con frescos y otras cosas de las cuales Maca no tenía ni idea-.

Gesticulaba, Esther gesticulaba… “Cómo echaba de menos ver esto”, pensó Maca sonriendo. Siempre le pareció mágico esa facilidad que Esther tenía para transformar lo rutinario, e incluso lo aburrido, en algo dinámico y vivo. Era como un imán al que Maca nunca había sido inmune, porque en cierto modo, estar con Esther, había logrado que Maca se conciliara consigo misma. “¡Basta! No sigas por ahí…”, se auto detuvo.

-       Me imagino que debió ser complicado, ¿cuántos me has dicho que eráis? –preguntó Maca dándole un nuevo trago a su caña-.
-       Doce, demasiada gente ególatra encerrada para mantener la cordura, créeme –Esther puso los ojos en blanco-.
-       Jaja… te creo –rió Maca-. ¿Pero lo terminasteis a tiempo, no?

Esther suspiró y volvió a coger carrerilla acabándole de contar la anécdota. Maca observó su juego con el vaso, y luego siguió sus manos, que se movían y se movían… hasta que enérgicas remangaron en un gesto el suéter que Maca le había prestado, descubriendo los antebrazos de Esther. Maca no pudo evitar quedarse mirando el tatuaje de su muñeca derecha mientras Esther gesticulaba delante de ella. Parecía algún tipo de frase en árabe, similar a la escritura que había visto por todo su costado derecho la otra noche cuando Esther se quitó el jersey para hacer aquella increíble postura. “¡¡¡Dios…!!”, Maca sintió el fogonazo entre sus piernas sin esperárselo siquiera, y apretó los muslos en acto reflejo. “Deja de pensar en eso… deja de pensar en su cuerpo. No me puedo creer que aún me pase esto… ¿pero qué coño sucede conmigo?”. Aturdida e incómoda por sus reacciones físicas, Maca se movió inquieta en la silla. Esther notó su desazón y se interesó por ella.

-       ¿Te pasa algo? –le preguntó-.
-       ¿Eh? –Maca volvió a la conversación en el acto-. Ah, no.. no, es sólo que tengo un poco de hambre, podríamos pedir algo, ¿qué te parece?
-       Claro, como quieras.

Maca se refugió en la carta y juntas decidieron unas cuantas tapas que compartir. La distracción del camarero tomando nota le sentó bien a Maca, que agradeció poder concentrarse en cosas más prácticas que su recreo sobre lo que el cuerpo de Esther le producía.

-       ¿Seguro que a Bea no le importará que picoteemos a estas horas? –preguntó Esther mirándose el reloj, eran casi las ocho y media-. Lo digo por vosotras, por cenar y esas cosas. ¿Cuándo sale del trabajo?
-       Ah, no… ¿no te lo he dicho? Bea salía a las seis. Unos amigos nos llamaron para ir a cenar, pero como a mí no me apetecía, iba a ir ella sola –contestó Maca mientras el camarero les servía un par de platos-.

“¿No te apetecía ir a cenar y ahora cenas conmigo?... ¿what? ¿qué está pasando aquí?”, pensó Esther.

-       ¿No te apetecía salir a cenar? –preguntó-.
-       No mucho
-       Pero… ahora estas cenando conmigo –puntualizó Esther-.
-       Jajaja… sí, estoy cenando contigo

Esther se quedó clavada cuando Maca la miró a los ojos para puntualizar aquella afirmación.

-       ¿Te parece mal? –quiso saber Maca-.

Esther negó con la cabeza, sabía que se acababa de poner roja frente a su inesperada atención.

-       No, claro que no. Sólo que me resulta extraño –el corazón de Esther bombeaba con fuerza… “Deja de pensar en lo que creas que estás pensando, porque no está pasando y no es cierto… Maca no se está interesando por ti, simplemente ha preferido cenar contigo, sólo eso… ¡Sal de ahí!… no te montes en tu tío vivo de arcoíris o te pegarás una hostia de campeonato”-. ¿Y sueles hacer mucho esto? Digo… lo de escaquearte de ir a cenar con sus amigos y todo eso. Si no recuerdo mal el día que nos vimos en el hospital, pasó más de lo mismo… ¡Dispara! ¿Qué son? ¡Unos muermos! ¿A qué sí?

Maca se rió con ganas ante aquello y Esther agradeció enormemente ser aún capaz de distender sus conversaciones, pese a lo nerviosa que se sentía frente a ella. Tras las risas Maca tuvo que reconocer que su forma de sociabilizarse había cambiado un poco en aquellos años. Esther entendió, a medida que Maca hablaba, de que llevaba una vida mucho más tranquila y absorbida por el trabajo de lo que se podía pensar en un primer instante.  Sus ojos, no dejaron de mirarla ni un segundo, porque lo que Maca le decía no se correspondía en absoluto con las pinceladas ni los matices que el rostro, el brillo de los ojos, y los despuntes de las sonrisas de Maca le transmitían. Esther no pudo ocultar la extrañeza que le produjo ver “el dibujo” que Maca había hecho sobre sí misma, en contraposición con la “imagen real” que Esther veía ante ella.

-       … así que básicamente sí, son un poco muermos –sonrió Maca terminando de hablar-, pero bueno, yo tampoco soy la “alegría de la huerta”, así que tampoco puedo hablar mucho de ello.
-       No es cierto –dijo Esther en voz baja, sin poder evitarlo-.
-       ¿Perdón? –preguntó Maca no estando segura de haberla escuchado-.

Esther alzó los ojos y la miró directamente, seguramente no tendría que decir aquello, pero sabía que iba a decirlo igualmente, así que lo soltó sin darle más vueltas.

-       Acabas de describirte como un ser apático, introvertido y cómodo, como si fueras una persona feliz en la conformidad, y no esperaras más que “esto”… -Esther hablaba de más, pero no le importó. Ver a Maca meterse en aquel agujero, la revolvió-. ¡Tú no eres así! No lo has sido nunca, … lo sé porque… por que… sigo viendo ese brillo demoledor y tierno en tus ojos.

A Maca le cruzó un escalofrío por todo el cuerpo cuando la mirada de Esther la penetró con tanta nitidez y fuerza, que apenas pudo contener un aliento. Por un momento, se perdió en el recuerdo de aquella primera vez en que sus ojos, de verdad, se encontraron hacía ya años en aquella clase de Kate, dónde una jovencísima Esther la miró de frente haciéndola sentir única y verdaderamente desnuda. Maca aún se anclaba a aquel recuerdo cuando se encontraba perdida dentro de sí misma, y la certeza con que Esther le dijo aquellas palabras, la atravesó como un sable de hoja bien afilada.

El silencio se prolongó entre las dos, hasta que el camarero retiró uno de los platos para traerles otro, y les preguntó si deseaban alguna otra cosa. Esther volvió a sentirse inquieta tras meditar sus palabras… “¿Por qué no cerraré simplemente la boca? Ahora pensará que sigo sintiendo cosas por ella, y todo se pondrá raro y saldrá corriendo de veras… ¡Estúpida!”, pensó Esther confundida pues hasta hacía sólo unos días, si Maca la hubiera dejado tranquila, hasta habría dado las gracias, pero ahora… ahora la tenía delante, y volvía a sentirse como aquel amputado frente a su “miembro fantasma”. Desprenderse de él dolía tanto que era inimaginable.

-       Gracias

Esther parpadeó, y levantó los ojos que había enterrado en fondo de su plato. Maca le sonrió. Una sonrisa limpia, transparente, de esas que podían dejarte idiota durante horas, durante días.

-       Siempre fue maravilloso verme a través de tus ojos –le dijo Maca, y Esther no supo que responder-. Todo tiene color cuando se trata de ti.

“Todo no”, quiso decir Esther, pero esta vez se calló mientras por su mente pasaban imágenes grises, desesperadas, oscuras… no quería pensar en ello, aquella etapa estaba enterrada, quedaba lejos y fuera.

-       Oyéndote parezco uno de mis cuadros –bromeó Esther-.
-       ¿Es que a caso no hay en ellos gran parte de ti? –preguntó Maca, y Esther tuvo que asentir a su pesar-.
-       A veces más de lo que me gustaría reconocer –admitió arrugando la nariz-.
-       Y hablando un poco de esto… ¿cómo te las apañaste para retratarte en aquellos dos lienzos? ¿Un espejo? ¿os hicisteis alguna foto, tal vez? –le disparó Maca sin más, haciendo alusión a un par de cuadros de la exposición, donde una de las mujeres desnudas sin rostro aparecía con unos tatuajes muy parecidos a los que Esther llevaba en el costado-. Creía que eras vergonzosa, y recuerdo que pensabas con pavor en posar desnuda, pero veo que eso también ha cambiado… ¿no? –Maca alzó la comisura de sus labios perversos disfrutando de aquel momento-.

Esther se puso roja como un tomate en menos de un segundo… “¿Cómo coño… lo ha…?” Recordó que se había quitado la camiseta delante de ella… “¡Los tatuajes!... ¡Mierda, qué vergüenza!”, pensó. Así fue, como el transcurso de la conversación mutó, y volvió a convertirse en un tira y afloja entre las dos. Se rieron, se avergonzaron, se picaron y confraternizaron, mientras la velada se alargaba agradablemente para ambas, sin que apenas se dieran cuenta.


-       Me lo he pasado muy bien –reconoció Esther, cuando salieron del local y llegó el momento de despedirse-.
-       Me alegro, yo también. Tenemos que repetirlo –dijo Maca, mientras las dos andaban un poco para alejarse de la puerta de entrada-.
-       Claro, cuando quieras.
-       ¿La próxima semana? –quiso concretar Maca-.
-       Por mí está bien –Esther sabía que esperaría ansiosa hasta volver a verla-. ¿Quieres que te acompañe hasta el hospital? –le preguntó. Maca aún tenia que volver a por sus cosas-.
-       No, tranquila. Está ahí al lado. ¿Has pedido ya el taxi? ¿tienes dinero? –se interesó Maca-.
-       Sí y sí… las dos cosas, gracias –le contestó Esther con una sonrisa-.
-       Bueno, pues… te dejo, ¿me pones un mensaje cuando llegues a casa? –le preguntó Maca, le estaba costando despedirse-.
-       Jajajaja… claro, no te preocupes –Esther tuvo al final que reírse-.
-       Está bien –sonrió Maca, ya sabía que era demasiado protectora, pero no podía evitarlo-. Hasta la semana que viene entonces…
-       Hasta la semana que viene

Las dos se acercaron para despedirse, y entonces, como una burla del destino, sus trayectos se encontraron juntando sus labios inconscientemente. Apenas un instante, un roce pasajero… no hizo falta más, para que ambas quedaran petrificadas y sin aliento una frente a la otra. El corazón de Esther latió desbocado, y sus labios se entreabrieron buscando el aire que le habían robado… Maca tambaleada, se quedó ensimismada en aquella boca que acababa de besar por accidente y que le había huracanado el cerebro. Las dos se miraron a los ojos sin decir nada, mientras la sangre se les revolvía y ambas se difuminaban en el espacio-tiempo. Entonces ocurrió, como debe ser el momento en el que alguien por fin sucumbe y se tira al vacío, o como un depredador siente en sus venas la adrenalina de haber llegado el momento del acecho… Maca la besó. Esther sintió aquella boca añorada contra la suya, el calor, el olor, la presión… la saliva… “Oh Dios mío” pensó, mientras derretida entre tantas sensaciones, sus lenguas volvían a encontrarse, y un fuego abrasador arrasaba con las dos. Las manos no le alcanzaban para aproximarla, los besos no eran suficientes para aplacar tanta sed… Maca perdió completamente la cabeza, mientras mordía aquellos labios… “sus labios”, y acorralaba el cuerpo de Esther contra la pared. El placer era tan extremo, y la excitación tan intensa, que Maca pensó que iba a volverse loca, y entonces las palabras que no había querido o sabido escuchar de Bea retumbaron con fuerza dentro de ella…

-       ¡Bea! –musitó sin aliento Maca, y se separó abruptamente de ella-.

A Esther se le heló la sangre al escuchar de pronto aquel nombre. Maca y ella se miraron, distorsionadas por el deseo, la culpa, el desconcierto y el cataclismo que una vez más habían producido.

-       Lo siento…

Fue todo lo que Maca alcanzó a decir, antes de alejarse lentamente de ella como si le costara, después Esther la vio correr avenida abajo, huyendo de allí. 

6 comentarios:

  1. ¡ozú qué calo'! Me ha encantado el capítulo, lo tiene todo y el final pues, como siempre, te deja con ganas de más.
    PD: tengo que decirlo, lo de "Esther no pudo ocultar la extrañeza que le produjo ver “el dibujo” que Maca había hecho sobre sí misma, en contraposición con la “imagen real” que Esther veía ante ella." es genial, me ha gustado muchísimo ese ¿juego de palabras? no sé, muy bueno, de verdad ^^

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    1. Gracias!!! ;-)

      Me alegra que te haya gustado el capítulo y que te haya transmitido algo. Un saludo :)

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  2. Esto no me lo esperaba asì de pronto....como siempre me has dejada sin palabras Jajajajajaja

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    1. Sorprender a estas alturas es todo un halago, gracias ;-)

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  3. Eres una gran escritora. Me alegré tanto que decidieras continuarlo! Es impresionante cómo describes los personajes, las situaciones, los sentimientos... Gracias por ofrecernos algo tan hermoso

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    1. Gracias a vosotras por seguir mis pasos, pese a los contratiempos de tiempo que suelo tener como todo ser humano.
      Un placer compartir esta aventura con vosotras.

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