domingo, 22 de junio de 2014

Dibujada en mi mente (TOMO 3) -cap 23-





23

Viernes noche. Cuatro días después.

Tras la recepción, Esther decidió perderse entre la gente, mientras se hacía con una copa y contemplaba pausadamente la exposición distribuida en varias salas. Se trataba de un acontecimiento benéfico a favor de una ONG que operaba principalmente en Sudáfrica, al que Kate había sido invitada por una de las profesoras del departamento de fotografía de la facultad. A Esther no le había apetecido demasiado en un primer momento, pero estaba cansada de lamerse masoquistamente las heridas y decidió finalmente acompañarla. Anduvo entre los asistentes, y se fue deteniendo a medida que las obras fueron llamando su atención. A pesar de que Esther se decantaba dentro del arte visual por las artes plásticas como el dibujo o la pintura, apreció con agrado aquella expresión del denominado arte de los nuevos medios a base de fotografía, videoarte y escultura digital. Sin darse cuenta, se fue relajando en medio de aquella incursión a la realidad sudafricana que expresaban los artistas a través de sus trabajos.

-       ¿Cómo lo llevas? –la abordó Kate con una sonrisa y una nueva copa en la mano-.
-       Bien, necesitaba esto –le dijo Esther mientras se mostraba más relajada que días atrás-. ¿Has visto esta pieza? Es fantástica, ojalá hubiera mostrado un poco más de interés por lo audiovisual en su día, te dota de un poder de transmisión muy vivo.

Kate sonrió. En su opinión Esther no necesitaba de aquellos elementos para lograr transmitir lo que sentía, ni en su obra ni en su vida.

-       ¿Qué? –preguntó Esther al ver que Kate la miraba de aquel modo risueño y embelesado-.
-       ¡Nada! Estoy contenta de que hayas venido, eso es todo –contestó Kate-.

Esther le acarició el brazo y luego también le sonrió.

-       Siento haber estado tan distante últimamente. Ya sabes cómo me pongo cuando estoy revuelta –se excusó Esther con ella-.
-       Lo sé, y no tienes que disculparte en absoluto. Te dije que no iba a entrometerme, y no lo haré –le contestó Kate-.


Esther simplemente asintió. Aún no le había contado a Kate su último encuentro con Maca, en realidad no había sido capaz de decírselo a nadie que le importara. Esther se preguntaba si todo era debido a esa sensación de culpa que no se le borraba de dentro o si más bien era aquel inexplicable sentimiento de guardar aquel momento sólo para ella. La sensación de deseo por Maca había sido tan pura, tan real, tan auténtica… que su cuerpo aun seguía sintiendo esa energía irrefrenable que le daba felicidad y tristeza por igual sólo con su recuerdo.

-       Ven, quiero presentarte a Elena.
-       ¿Elena? –preguntó Esther sin caer en la cuenta-
-       Sí, la fotógrafa. Te encantará, es una tía muy enrollada, vamos.

….

Llevaban un par de semanas muy duras, pero aquella noche Bea tenía un compromiso con una de las ONGs con las que colaboraba, y Maca se ofreció a acompañarla viendo la importancia que para ella tenía.

-       Sólo estaremos lo necesario –le aseguró Bea entrando en la fiesta-.
-       Tranquila Bea, está todo bien… estoy bien –le dijo Maca-.
-       ¿Seguro? –quiso cerciorarse. Las dos habían sufrido subidas y bajadas, pero Maca sin duda se había llevado la peor parte al sentir que el mundo subterráneo que había construido durante años, se desmoronaba obligándola a salir a flote-.
-       Claro que sí. Divirtámonos un poco, esta es tu noche –le dijo-.

Las dos no tardaron en toparse con gente conocida de la organización. A Bea básicamente se la rifaban. Maca admiró no por primera vez su capacidad camaleónica a la hora de integrarse en cualquier círculo. No importaba la clase social a la que pertenecieran, Bea conseguía dar lo que se esperaba de ella y más, haciendo que todo el mundo se sintiera cómodo a su alrededor y al mismo tiempo, consiguiendo llevar las situaciones a su terreno. Maca no sabía cómo lo hacía y se enorgullecía de ello. Si supieran que bajo aquella fachada sociable, imperturbable y sofisticada, había en realidad una auténtica amazona inconformista, rebelde y libre… la mayoría de los acuerdos económicos que conseguía para sus causas no tendrían cabida, pero nadie podía ver a la verdadera Bea, porque cómo ella misma solía decirle, todos en el fondo quieren creer en la magia.

-       Cuanto me alegra de que al final hayáis podido venir las dos –les comentó ya a solas Maite, la encargada del evento-. Bea me había dicho que estabas muy liada con el nuevo cargo, no he tenido la ocasión de daros mi enhorabuena.
-       Oh, gracias –le contestó Maca-. La verdad es que aún estamos haciéndonos al puesto, y hay mucho por hacer, pero no podía perderme esta noche tan especial para Bea.
-       Me alegra oír eso. La verdad es que las ayudas para los nuevos colegios nos han ido muy bien, pero que consiguieras un protocolo y los recursos para que podamos traer a los niños del programa a operarse a Europa, es algo impagable, Bea. No tengo ni idea de a quién has tenido que sobornar, pero aún no me creo que ya lo tengamos en marcha. Si conseguimos más mecenas esta noche, seguramente podremos ampliar el cupo de intervenciones a más del doble de las realizadas este año. ¿No es maravilloso?
-       Ya lo creo que sí –reconoció Bea con una sonrisa y luego se acercó cogiendo a Maite del brazo-. ¿Y por cuál quieres que empiece? Seguro que ya hay algún pez gordo que te mueres por presentarme para ver si podemos hacer algo.

Maite se rió con ganas al igual que ellas. Bea solía adelantarse a los pensamientos habituales de la gente, y en este caso no fue una excepción. Sin cortapisas, Maite presentó a Bea y a Maca a un par de personajes influyentes que sensibilizar con la causa.

---

Esther se divertía. A pesar del bullicio, Kate le presentó a Elena, y ésta les presentó a su vez a otros artistas, formando entre todos un corrillo impresionista, de humor, copas y buena compañía. Elena no tardó mucho en dejar clara su atracción por Esther, a la que intentaba ilustrar con comentarios sobre las fotografías, hacerla reír con su natural simpatía, y llamar su atención tocándola de vez en cuando para estimular la cercanía.

-       Entonces, estuviste viviendo allí –le preguntó Esther en un momento en que ambas se separaron un poco del grupo-.
-       Sí, sólo fueron tres meses pero te cambia la vida. Darte cuenta con lo poco que cuentan y aún así lo que disfrutan de todo, te hace abrir los ojos. ¿Ves esta? –Elena le enseñó una de sus fotos, donde tres niños saltaban en un charco mientras otros recogían en cuencos macilla reblandecida-. A simple vista parece que sólo juegan, pero en realidad ablandan la tierra, y con la macilla recogida crean cuencos y cucharas, para recoger agua y crear utensilios que necesitarán luego. Te dan lecciones todos los días, y los horarios allí no existen, no como nosotros que tenemos un estrés constante por cosas insignificantes –le dijo-.


A Esther le pareció estar escuchando una de las conversaciones de Bea y Maca, sólo que ellas hablaban con una serena concepción de lo vivido, como si de algún modo, pertenecieran a aquella realidad de alguna forma, y no con la sombra de la aventura que guardaban los ojos de Elena. Sonrió cínicamente, pues pese a sentir a aquella mujer pendiente de ella, Esther no había podido evitar que su cabeza volviera a Maca… “Mi fantasma… mi musa… mi desvelo”, pensó Esther. Pese al daño que le hacía verla y no tenerla, la echaba de menos.

-       Eres preciosa –musitó Elena, y Esther volvió al presente-.

El rostro de Elena parecía sorprendido por haber dicho en voz alta aquel pensamiento, y Esther vio como se le sonrosaban las mejillas pese a que sus ojos seguían férreos encarando los suyos.

-       Gracias –le dijo Esther con una sonrisa-.
-       Supongo que te lo dicen mucho –se atrevió a seguir Elena. Conocía la obra de Esther, y admiraba profundamente su trayectoria. Pero tenerla delante en carne y hueso, hablarle, olerla… Elena, se estaba conteniendo para no parecer una fan acosadora-.
-       No mucho –contestó Esther sin darle pie pero sin ser capaz de cerrarle la puerta-.
-       Entonces es que no son capaces de ver lo que yo veo, porque a mí me pareces singularmente maravillosa.

Allí estaba. Esther lo había visto venir, pero misteriosamente sus terminaciones nerviosas parecían anestesiadas. No se revolvían, no jugaban, no hablaban, no se excitaban… aquel hecho sorprendió y cabreó tanto a Esther, que a partir de ese momento se esforzó porque todo volviera a su sitio.

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-       Uf, con el jaleo de la mudanza se me había olvidado lo agotador que me resulta bailar esta danza –señaló Bea acabándose la copa que llevaba en la mano, y refugiándose con Maca en un momento de tranquilidad para ambas-.
-       Has estado fantástica –la animó Maca-.
-       ¿Tu crees? –se relajó Bea, y Maca asintió con una sonrisa-. Gracias, necesitaba que alguien me recordara por qué merece la pena.
-       Sabes de sobra que la merece –le dijo Maca-.
-       Sí, tienes razón –y Bea sonrió animándose con ello-. Tengo hambre.
-       No eres la única –reconoció Maca poniendo los ojos en blanco-.
-       Jajaja… ¿por qué no lo has dicho antes? Anda vamos, ataquemos la zona del bufet –le dijo Bea con malicia y las dos cambiaron de sala para despejarse un poco-.


No llevaban ni quince minutos degustando parte de los aperitivos, cuando Kate dio con ellas.

-       ¡¿Bea?!... –se sorprendió Kate al saludarla, pero la cara se le descompuso cuando tras ella vio a Maca-. ¡Maca!
-       ¡Kate! ¿Qué haces tú por aquí? –a Bea se le iluminó la cara tras ver una cara amiga, y le dio dos besos-.
-       Lo mismo podría preguntaros yo –contestó Kate inquieta-.
-       A Bea van a darle una mención honorífica, colabora con la ONG del evento –contestó Maca-.
-       ¿Ah si? ¡Vaya… vaya! ¿Toda una caja de sorpresas, eh doctora? –se alegró por ella Kate, y Bea le regaló una sonrisa sincera-.
-       Al menos se intenta… ¿y tú? –se interesó Bea-.
-       Una de las profesoras me invitó, colaboró en una de las aldeas como reportera gráfica y exponía hoy algunas de sus fotografías –contestó Kate-.
-       ¿Sí? El mundo es un pañuelo, ¿no? ¿Y cómo se llama? Igual la conocemos –dijo Bea-.

A Kate se le notó en la pose que estaba apurada, o al menos Maca percibió aquel aura de nerviosismo que rarísima vez acompañaba a la figura de Kate. Al menos hasta donde ella la recordaba.

-       Elena Sanz –dijo Kate-.
-       Mmmm no, no me suena –dijo Bea-.

Para alivio de Kate, la conjunción del mundo lésbico interconectado, no se había dado en aquel caso, suspiró.

-       No, a mí tampoco. Debíamos estar ya en Holanda, sino hubiéramos escuchado hablar de ella –comentó Maca, y luego se dirigió hacia Kate-. La ONG está muy comunicada, y solemos estar al corriente de los refuerzos que nos llegan a las aldeas.
-       Ah, no lo sabía –dijo Kate que quería salir de allí para advertir a Esther, pero ¿cómo?-.
-       Entonces habéis venido, ¿las dos solas? –preguntó Bea al fin-.

A Kate se le notó el retardo en la contestación, como si lo pensara.

-       No –bufó Kate, y luego cogió una de las copas que el camarero llevaba en la bandeja mientras pasaba por su lado-. He venido con Esther.

“Vale, genial… todo a la mierda. ¡Señor que cruz!”, pensó Kate y le dio un trago a su copa. Esther la iba a matar, y lo peor es que esta vez no había tenido nada que ver con aquel encuentro. Para sorpresa de Kate, Bea miró preocupada a Maca sin decir nada, y luego volvió a centrarse en ella con una sonrisa forzada.

-       Oh, bien. Entonces quizá luego nos pasemos a saludarla, Maca y yo tenemos que volver con los organizadores, sólo nos hemos escapado un segundo porque nos moríamos de hambre. Ya deben estar buscándonos –improvisó Bea-.
-       Claro –Kate se quedó intrigada, allí había algo raro y aunque le venía bien que desaparecieran del cuadro, no pudo evitar preguntarse qué es lo que estaba pasando-. Yo también tengo que volver, me alegro de haberos visto. A ver si más tarde…
-       Sí, sí… luego nos vemos –dijo Bea-.

Kate no quiso tentar más a la suerte, y salió de allí en busca de Esther.

-       Maca, ¿estás bien? –le preguntó Bea nada más irse Kate-.

Pero Maca no la escuchó, sus ojos seguían a Kate en busca de ella, como si una necesidad hambrienta la mantuviera de pronto en alerta. Andó un par de pasos inconscientes cuando Kate se perdía por una esquina, y de pronto… la vio con unos vaqueros de diseño con tirantes y una camiseta azul y roja. Una rubia de coleta alta se acercaba a su oído, demasiado cerca, y de pronto… Esther y la chica se besaban. Para Maca fue como el despertar de un guerrero, la tierra tembló bajo sus pies pero esta vez no tenía nada que ver con el miedo.

-       Maca… Maca… Aquí no… esta noche no, por favor.

Las palabras de Bea llegaron a ella como en un sueño, de pronto parpadeó al ver que la tenía frente a ella, sin entender qué sucedía. Se miró, tenía los puños apretados como si quisieran presentar batalla, y las manos de Bea sujetaban sus brazos deteniendo sus pasos. Miró sin entender la posición en la que se encontraban. Ya no estaban al lado del bufet y dedujo que se había desplazado inconscientemente hacía Esther. La mano de Bea acarició su cara, y al notarla tan fría supo que era ella la que ardía.

-       Bea… ¿qué? –Maca la miró aturdida-.
-       No ha pasado nada –quiso tranquilizarla Bea, pero nunca había visto un arrebato tan visceral por parte de Maca, excepto cuando luchaba por salvar una vida-. Ven, tomemos un poco el aire.


Maca se dejó llevar sin volver la vista atrás.

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