viernes, 25 de julio de 2014

Cartas a "Amy" (0)

Te odio,
porque has dejado en mí este vacío enorme, que me retuerce desde dentro,
que me jode sentir, y quiero arrancarme de cuajo.
Tú ya no mereces mi sufrimiento.


Te odio,
porque te pregunté tantas veces “¿qué sientes?”, “¿qué ocurre?”… “¿qué nos pasa?”,
y tus “nada” y enfados por poner lo nuestro en tela de juicio retumbaban tan fuerte,
que gilipollas de mí los fui adoptando como medida de consuelo,
acusando a mi cabecita activa de crear esas dudas y miedos sin fundamento.

¡Qué ingenua e idiota me siento!
¡Me odio tanto por ello!,
 y por no haber tenido los huevos
de salir corriendo por la puerta temblando,
jugándome el que vinieras tras de mí
o que nos fuéramos al carajo.


Te odio,
porque no has querido pelearme, pelearnos.
Puedes seguir diciéndote que lo intestaste o lo intentamos,
pero ¿eh?, yo también he estado dentro.

Me odio,
porque me fui convirtiendo en alguien del que no te enamoraste,
y de ello, sólo yo tengo la responsabilidad y la culpa.
Como me jode que la vida y la gente acampara a sus anchas
sabiendo que este amor, que nunca fue tibio,
era tan aterrador como único, en muchos sentidos.

Por no priorizarnos.
Por darnos tantas excusas.
Por transigir una y otra vez… y otra.
Por los silencios,
y esa aceptación a la retaguardia.

Te odio,
porque quieres ser libre, y con ello me adjudicas tus grilletes.
A mí, que fui la pala que allanaba tus pasos,
y el impulso que te decía “vuela” cuando tus miedos a “ser” eran tan agrios
que nos encerraban en una cueva.

Me odio,
porque ahora que no estás veo mis culpas y mis errores.
Veo todas las partes de mí que te desencantaron,
cosas que siento y sé que no soy,
y que voy a luchar por devolvérselas a ese camino
pesado y complejo que anduvimos.

Te odio,
en la misma proporción que te he amado, que aún lo hago,
y tú mejor que nadie sabes,
cuánto y todo lo qué implica eso.
Por ello,
no puedo garantizar en qué se transformará nuestro futuro.


Te odio,
porque dijiste “somos diferentes”,
como si fuera irreconciliable, como un gran problema.

¿Sabes?, empiezo a pensar que llevas razón.
¡Lo somos!
Porque tú podrás ser, o te sentirás,
como ese fuego que deslumbra, atrae… calienta.
Que hoy cree poder con todo sin vergüenza,
pero que a fin de cuentas puede ser tan efímero,
como lo que se le acerca.

Yo en cambio soy como el agua imperturbable
que discurre tranquila, y creará nuevos cauces.
Avanzaré sigilosa pero continua,
moldeando y amoldándome con toda esa desapercibida fuerza,
que un día explotaré y mostraré en enorme cascada,
ante la que muchos se detendrán
horas, días, vidas…
sólo para poder contemplarla.



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