Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
67
Mientras
Maca trataba de conciliar el sueño, en el dormitorio de matrimonio Eva se
pegaba a Esther como una lapa mareada.
- ¡Hay que
ver que pedo has cogido! –le susurró Esther mientras le acariciaba el pelo-.
- ¡Mmm! ¡Se
me mueve todo! –se quejaba Eva empezando a dormirse-.
- ¿Qué te ha
parecido Maca? –se atrevió a preguntarle Esther, pues no podía dejar de pensar
en ella-.
- ¡Es una
tía guay! ¡Te trata bien… la consentiría! –le dijo Eva, y eso para ella era lo
máximo que podía decir de alguien-.
Esther se
quedó pensativa, ella también opinaba que Maca sería perfecta para cualquiera,
incluso…
- ¡He sido
una gilipollas! –dijo Eva muy bajito, estaba casi soñando-.
- ¿Por
qué? –le preguntó Esther abrazándola-.
- Creo que
estoy enamorada de Laura… y tú.. –Eva y los rescoldos de su borrachera estaban
llegando al estado del duermevela-.
- ¿Yo qué?
–le susurró Esther-.
- Y tú de
Maca… -le dijo casi inaudible quedándose dormida-.
Las
palabras de Eva empezaron a retumbarle dentro, las sensaciones que tenía
respecto a Maca cada día eran más fuertes y le creaban más intranquilidad. Ella
aún no sabía qué hacer con ellas ni qué etiqueta ponerles. Sí, le gustaba,
incluso podía decir que la quería como también quería a otras personas pero, ¿qué
era “amar”? ¿Estaba empezando a amarla?
Eva dormía
plácidamente, Maca y Esther por el contrario, no dejaban de dar vueltas
inquietas pensando en cada instante que habían pasado juntas hasta el momento.
Las horas empezaron a pasar, a Maca le dolían los ojos de no poder cerrarlos.
“Por Diossssssssss… no puedo haberme acostumbrado a ella tan pronto” se reprendía,
mientras volvía a dar otro giro en el sofá cama y se agarraba a la pobre
almohada como podía. Si no fuera porque no quería despertarlas, se habría
puesto a ver la tele o a trabajar en el despacho, pero permaneció allí dando
vueltas con aquel insomnio que la desquiciaba. De pronto creyó oír un “clik”…
parecía una puerta, un silencio y un “click” nuevamente. “Alguna va al baño”
pensó Maca, y sin saber por qué se quedó inmóvil como una estatua. De pronto
notó que alguien entraba en el comedor. Miró, ya no podía seguir disimulando
estar dormida.
- ¿No
puedes dormir? –le susurró Esther agachándose junto a ella-.
Maca ya
tenía los ojos adaptados a la oscuridad, así que pudo ver aquel rostro
sonriendo dulcemente cerca del suyo.
- No –dijo
tímidamente-.
- ¡Me lo
imaginé! –le dijo Esther con una sonrisa y le acarició la cabeza-. ¡Hazme un
sitito! ¡Me quedo contigo!
Maca
esbozó una sonrisa de felicidad absoluta, pero de pronto pensó en Eva mientras
Esther abría las sábanas para meterse a su lado.
- ¿Y Eva?
–le preguntó preocupada-.
- ¡A Eva
no la despierta ni una bomba! –le dijo Esther ya metida entre las sábanas de
cara a ella-. ¡Anda ven! Es muy tarde –le dijo Esther tranquilizándola y
abriendo los brazos para que Maca pudiera acoplarse entre ellos-.
Maca
obedeció, apoyando su cabeza en aquel pecho cálido que subía y bajaba,
anclándose de brazos y piernas a aquel cuerpo suave y perfumado que la envolvía
como una gran caricia. Esther cerró los ojos durante aquel proceso de
adaptación, el corazón agitado y nervioso, se tranquilizó de cierta manera al
sentir a Maca cerca… “Eres tan dulce”, pensaba y le acarició el pelo como lo
había hecho con Eva. Le besó en la cabeza…
- ¿Todo
bien? –le preguntó-.
- ¡Ahora
sí! –contestó Maca lanzando un suspiro-.
- Perdona
lo de Eva… ella no bebe nunca así, pero hoy… -le quiso explicar Esther para que
no se llevara una idea equivocada de su amiga-.
- No tengo
que perdonar nada. Me lo he pasado muy bien con vosotras. Tus amigas son estupendas
–le dijo Maca-.
A Esther
aquellas palabras y aquella actitud de Maca hacia dos de las personas que más
apreciaba en su vida, la colmaron enormemente.
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El sol
empezó a colarse por la persiana entreabierta haciendo que Esther se removiera
ante la luz incipiente. Maca aún descansaba sobre ella, y como de costumbre,
volvía a tener su mano inconsciente sobre una de sus tetas. Esther abrió un
poco el ojo y miró hacia abajo para contrastar lo que sus sentidos ya le
decían: “Diosss… otra vez sobándome” se dijo sonriendo, pues empezaba a acostumbrarse
a aquella manía. Estiró como pudo sus brazos tratando de no despertarla, se le
habían quedado adormecidos de tanto abrazarla. Maca sólo gruñó un poco por la
interrupción, luego se pegó más a ella haciéndola sonreír nuevamente… “Pero cómo
no le voy a coger cariño a ésta monada, por Diosss… Si no me la como, por no
quedarme sin ella” pensó Esther y le apartó el pelo de la cara. Era maravilloso
poder disfrutar de Maca sin la interrupción del deseo mutuo que sentían. De
pronto Esther escuchó la puerta del dormitorio… “Mierda, Eva..” se inquietó
Esther ante la postura en la que estaba con Maca. Intentó quitársela de encima
sin despertarla, pero cuanto más quería darle la vuelta, aquella mujer más se
aferraba de piernas y brazos a su osito de peluche improvisado… “Oh, por favor,
por favor… que voy a tener a Eva riéndose de mí para los restos”, se decía a sí
misma tratando de poner digna solución a la situación. Hizo un último intento
de desplazar a Maca, con tan mala fortuna que el cuerpo de la bella durmiente
reaccionó como si se fuera a caer y la mano de Maca se tensó sobre la teta que
agarraba…
- Auuuuu….
–gritó Esther por el apretón desmesurado que dejó su pecho dolorida-.
- ¡¿Qué
pasa?! –preguntó Eva entrando al comedor corriendo al escuchar a Esther-.
Ante sí, una
Esther dolorida y muerta de vergüenza se alzaba, mientras Maca con cara medio
dormida y sorprendida, permanecía con medio cuerpo sobre el de Esther y aquella
teta ajena en la mano.
- ¡Joderrr…
me habéis asustado! Si queríais follar de buena mañana haber puesto un “no
molesten” en la puerta –les dijo Eva sujetándose la cabeza, pues la carrera
había hecho que la resaca fuera insoportable-. ¡Y tú, deja de gritar hostiaaaaaaaaaaa!
¡Que tengo una resaca que te cagas!
Maca y
Esther se miraron atónitas, contemplaron lo que parecía desde fuera y
rápidamente se separaron la una de la otra.
- ¡No pensábamos
follar! -Esther desmintió la acusación-.
- Voy al
baño… -se escaqueó Maca todavía aturdida por el inconexo despertar-.
- Lo que
tú digas… -le contestó Eva sin prestarle atención mientras se quedaba embobada
mirando como Maca se deslizaba hasta el lavabo. Cuando vio que ya no podía
oírlas volvió a mirar a su amiga-. ¡Hostiaaaa que buena está de buena mañana
también! ¡Qué pedazo culo, tetas y de tooo.. por Dios! ¿Se puede saber qué coño
estás esperando para saltarle al cuello?
- Aggg…
veo que tú con resaca o sin resaca sólo puedes pensar en una cosa –se quejó
Esther saliendo del sofá cama-.
- ¡Hombre pos
claro! ¿Pasó algo anoche? ¿Se terminó de animar la cosa entre vosotras? –le
preguntó Eva haciendo cejitas divertida-.
Esther se
le quedó mirando molesta.
- ¿Qué si
pasó algo anoche?... Qué me jodiste los planes, eso fue lo que pasó, que menudo
pedal te agenciaste bonita –le dijo Esther poniendo rumbo a la cocina-.
Eva la
siguió un poco atónita, no se acordaba de casi nada de lo ocurrido.
- ¡Tíaaaa,
no jodas! ¿Te la espanté? –le preguntó Eva necesitando saber más detalles-.
Esther
empezó a preparar café.
- Mira,
por suerte a Maca le caísteis genial tanto Laura como tú, y mira que tuvo que
aguantarte bien bebida la pobre, pero se divirtió mucho contigo y ya ves, que hasta
te trajo a su piso… Es más, te cargó en hombros hasta el dormitorio, ¿no te
acuerdas? –le preguntó Esther apoyándose en el banco de cocina-.
Eva se
rascó la cabeza pensando.
- Tía no
me acuerdo… ¿tanto bebí? –se sorprendió Eva-.
- jajaja…
¿no recuerdas tampoco lo de Laura? –se empezó a divertir Esther con la amnesia
temporal de su amiga-.
- ¿Qué es
lo de Laura? –le preguntó frunciendo el ceño-. Lo último que recuerdo es que nos
presentó a la poli y que no me gustó un pelo para ella.
- jajajaja…
no sí ya, ya sé que no te gustó –le dijo Esther riendo-.
- ¿Le dije
algo a la poli? ¿Tíaaa… no le diría que somos putas, no? –se asustó Eva-.
- No,
estate tranquila que por ahí no van los tiros –le contestó Esther sacando tres
tazas del armario-.
-
¿Entonces? –preguntó impaciente Eva-.
- ¿Qué
sientes por Laura? –le preguntó Esther a boca jarro-.
- ¿einnns?
–se sorprendió Eva por la pregunta-. ¿Qué siento de qué tía? ¡Es mi amiga, la
quiero! Es una mojigata, pero me importa un huevo.
- ¿Sólo
eso? –le preguntó Esther enarcando las cejas y poniendo una risita floja de
mala que a Eva no le gustó un pelo-.
- ¡Joder…
qué pasó! ¿A qué viene esa cara de gilipollas? –se impacientó Eva porque Esther
la estaba chuleando-.
- Viene a
que le pegaste un morreo con lengua a Laura… Yo diría que de terremoto de alta
escala. A la poli la dejaste arrastrada por el suelo, y a Laura flipando en
colores –le decía Esther mientras servía dos cafés e iba a la nevera a por la
leche para Maca-, aunque a la niña parece que le gustó, porque no veas como
respondió también la joia.
Eva estaba
con la mandíbula caída de cuajo.
- ¡¡¡¿Me
lo estás diciendo en serio?!!! –Eva se estaba mareando con la idea-.
- Y tan en
serio –añadió Esther mientras calentaba la leche en el microondas-.
Eva se
dejó caer en la silla de golpe.
- ¡Ay
madre… ay madre! –decía cogiéndose la cabeza con las manos mientras
recapitulaba esa información, de pronto se giró con los ojos abiertos como
platos-. ¿Dije algo inapropiado?
-
jajajajaj… todo en ti es inapropiado Eva –se rió Esther de su amiga y le puso
un café bien cargado delante mientras se sentaba junto a ella-.
- ¡Coño
no… a Laura! ¿dije algo inapropiado? Ya sabes… ¿me insinué o algo? –le preguntó
bajando la voz como si Laura pudiera oírla o fuera un pecado-.
Esther se
acercó a ella e imitó su voz susurrante de misterio.
- No, que
va… sólo la besaste y al separarte dijiste: “ozzztiaaa… ¿quién le ha dado play
a las violas?” … jajajjaja… -Esther empezó a reírse, Eva pegó un salto de la
silla-.
- ¡Eso no
es verdad! –se defendió Eva-, tú quieres desquiciarme por lo que te dije el
otro día de Maca –y al decir aquel nombre volvió a susurrar-.
- ¡Oh no!
¡Esa frase hará historia! Si quieres, le preguntas a Maca –le dijo Esther
muerta de risa mientras tomaba un poco de café-.
- ¡Ay
Diossssssss… ay Diosssssss! ¿Y ahora qué hago? –le preguntó Eva sentándose otra
vez en la silla-.
- ¡Tú
sabrás! Siempre puedes echarle la culpa al alcohol, y yo no pienso contar lo
que me dijiste al acostarnos –soltó Esther sin darse cuenta-.
- ¿Al
acostarnos? ¿Qué dije.. qué dije? –le preguntó Eva urgente-.
Esther se
removió inquieta recordando las palabras de Eva, así que se limitó a contar sólo
la primera parte.
- Qué
habías sido una gilipollas y que creías estar enamorada de Laura -le soltó
rápidamente Esther bajando la voz, porque había escuchado a Maca salir del
baño-.
- ¡Ohhhh….
Eso sí que es mentira! –ahogó un grito Eva tapándose la boca ante lo que
acababa de soltarle Esther-.
- ¡Maca!
Te he preparado leche caliente, ¿te apetece? –le dijo Esther poniéndose de pie
disimulando la agitación de ambas-.
Maca se
quedó varada en la puerta, miró a Esther con una sonrisa y asintió dándole las
gracias, luego miró hacia Eva y también sonrió.
- ¿No
tienes frío? –le preguntó Maca divertida-.
- ¿Yo?
–preguntó Eva desconcertada-.
Esther
miró los ojos de Maca, y luego contempló a Eva, cayendo en la cuenta de a qué
se refería Maca.
- Eva,
creo que deberías ponerte algo… sigues en bragas y sujetador, cariño –la
reprendió Esther, y ella y Maca se pusieron a reír mientras Eva hacía lo
propio, y se levantaba para ir a ponerse alguna cosa encima-.
Habían
estado tan ensimismadas en la conversación, que ninguna le había dado
importancia al hecho de que Eva siguiera en lencería por toda la casa.
68
- ¡Hola!
–le dijo tímidamente Maca mientras se acercaba a la mesa donde estaba Esther-.
- ¡Hola!
–le contestó Esther con una sonrisa-. Ven siéntate, que se te va a enfriar.
Maca se
sentó y se puso azúcar en la taza que le tendía. Sin dejar de sonreírse con los
ojos, las dos bebieron de sus bebidas. Maca se sentía un poco cohibida ante
ella, extraña desde que su conciencia había lanzado sobre ella aquella bomba de
relojería, y el hecho de haberse sentido tan bien junto a ella cuando dormían,
no ayudaba a tranquilizarla. Esther por su parte estaba feliz de tenerla a su
lado, el hecho de que Eva estuviera “purulando” por la casa le hacía tener una
visión distinta de Maca y podía aplacar aquel deseo que la aturdía.
- Se ve que
nos hemos levantado sin ganas de hablar –rompió el silencio Esther con una
sonrisa-.
-
¡Perdona! Es que parece que se va haciendo costumbre esto de despertarnos en
sobresaltos –le dijo Maca con una sonrisa tímida-.
Esther
tragó saliva, era cierto que siempre les pasaba algo. Aquella vez había sido
Eva, pero la visión del beso de Maca se evocó en su cabeza nítidamente. Por un
momento se quedó mirando los labios de Maca mientras bebía de su taza, luego el
sonido del móvil la rescató.
- Es el
mío -se disculpó Esther levantándose a cogerlo-.
Al cabo de
pocos minutos Esther volvía a la cocina.
- ¿Algo
importante? –preguntó Maca algo tensa por si la llamada provenía de alguna de sus
“clientas”-.
- ¡Era
Laura! –le dijo Esther sonriendo, Maca se relajó al instante- ¿Qué como estaba
Eva de la cogorza? Parecía bastante nerviosa, así que le he dicho que se venga
para aquí, así puede recoger a Eva y nosotras planificar el día. ¿No te molesta,
no?
Maca se
puso algo inquieta por el tono que Esther había escogido para decir aquel: “planificar
el día”. Ahora mismo no sabía si podría continuar con lo interrumpido en la
pista de baile, y Esther parecía demasiado calmada ante sus ojos.
- No
claro que no, es más… podríamos ir a comer las cuatro juntas, ¿no? ¡El día es
largo! –dijo Maca-.
Esther se
le quedó mirando con la ceja levantada, pero sonrió y le dijo que le parecía
estupendo. Al cabo de unos minutos Eva apareció enfundada en sus vaqueros y un
suéter de Esther.
- Tía, me
he tenido que coger uno de los tuyos, el mío apestaba a tabaco y alcohol –le
dijo a Esther y se sentó con ellas-.
- Vale –le
contestó-.
- ¿Cómo te
encuentras? ¿te duele la cabeza? –le preguntó Maca mientras aquella rubita tan
mona se recogía el cabello y dejaba su linda cara a la vista-.
- Ufff,
tengo un resacón de un par de narices… Eh, perdona si te di la brasa anoche,
¿vale? ¡No sé qué me pasó! –se disculpó Eva cogiéndose con una mano la cabeza y
con la otra la taza de café-.
-
Tranquila, por mí estuvo bien –le dijo Maca y se levantó a coger algo de un
armario-.
Esther la
siguió con la mirada, y Eva hizo lo mismo repasándola, luego se miraron las dos
y sonrieron pues estaban pensando en lo mismo. Para que no se les notara las
dos se pusieron a beber otro sorbo cuando Maca volvía a la mesa con un vaso de
agua y una pastilla efervescente.
- Tómate
esto, te va a dejar como nueva –le ofreció Maca sonriente-. A mí por lo menos,
siempre me funciona.
- ¡Oh…
gracias! –le dijo Eva con alivio, y Esther sintió un gran afecto por Maca y su
calor humano-. ¡Puaajjjjjjj! ¡Está agrio de cojones!
- jajjaja…
así aprenderás a no beber de ese modo la próxima vez –se reía Esther de su
amiga-.
- jajaja…
toma un poco de esto –le ofreció Maca de su vaso-.
- ¡No me
gusta la leche! –Eva ponía carasas, pues estaba agrio de verdad aquel brebaje-.
- jajjaja…
¡Hazme caso, toma un sorbo! –le volvió a insistir Maca y Eva aceptó ante la
risa de aquellas dos mujeres-.
Antes de
que se dieran cuenta Eva se había terminado la taza de Maca, y Esther miraba la
escena complacida.
- mmmm… ¡Está
buenísimo así! –dijo Eva-.
- Te lo
dije -le sonrió Maca-.
- Ostras,
te dejé sin nada –se disculpó Eva-.
- jjjaja…
¡Qué poca vergüenza tienes! –se reía Esther-.
- jajajaj…
no importa, no tenía más ganas –la tranquilizó Maca sonriente-. Ahora túmbate
unos quince minutitos y verás que bien.
- ¿Me
tengo que tumbar? –preguntó Eva sin convicción-.
- Bueno si
quieres que te haga efecto, deberías –le indicó Maca-. Si no quieres ir a la
cama, pues túmbate en el sofá un poco.
- Anda
hazle caso –le dijo Esther haciendo un gesto a espaldas de Maca que Eva
interpretó como todo un: “qué te largues bombillaaa”-.
Eva sonrió
entendiéndola.
- Bueno vale,
pero a ver qué hacéis vosotras dos eh… que si hay marcha no quiero perdérmela
–dijo Eva y Maca se puso roja como un tomate mientras la rubita salía de la
cocina hacia el comedor-.
- jajajaj…
¡No tiene remedio! –se rió Esther de su amiga mientras miraba a Maca con
interés-.
Maca
permaneció callada devolviéndole la mirada. Entonces Esther se acercó y cogió
la mano que Maca tenía descansando en la mesa. Despacio entrelazó aquellos
dedos tan agiles entre los suyos, y Maca sintió un brinco en el corazón ante
aquella calidez. Las dos perdieron unos instantes contemplando sus manos
entrelazadas.
- ¿Bueno,
qué? ¿dónde vamos a ir a comer? ¿o prefieres que prepare yo aquí algo? –le
preguntó Esther con la voz un poco tomada mientras seguía jugando con aquella
mano-.
- Dónde
prefieras, estoy abierta a las posibilidades
- dijo Maca sin pensar, pues estaba algo nerviosa-.
- ¿Ah sí?
¿Ante qué posibilidades? ¿alimenticias u otro tipo también? –le pinchó Esther
con mirada pícara-.
Maca se
puso roja de inmediato.
- ¿eh…?
–no supo que decir-.
- jajajaj…
-Esther se rió de su fuera de juego-. ¡Te pones preciosa cuando estás nerviosa!,
¿lo sabías?
Aquello sólo
hizo que Maca se pusiera más roja y más nerviosa todavía. Aún no tenía nada
claro, qué iba a depararles la velada.
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