Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
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Las dos
amigas continuaron hablando hasta que por fin Laura pareció serenar aquel
amasijo de sentimientos que revoloteaba dentro de ella. Ambas conocían a Eva,
así que concluyeron que la mejor táctica era afrontarla con tacto, pues de otro
modo saldría corriendo. Estaban ya a punto de llamarlas al móvil cuando Maca y
Eva aparecieron cargadas de bolsas por la puerta.
- ¡Hola!
–dijeron las dos con una sonrisa-.
Esther y
Laura se levantaron a un tiempo y fueron hacia ellas para ayudarlas.
- ¡Hola
preciosa! –le dijo Esther dándole un beso a Maca en la cara-.
- ehh…
¡hola! –le respondió Maca un poco fuera de juego por lo cercano del gesto-.
- Joder,
que habéis tardado, ¿no? –le espetaba Laura a Eva mientras le quitaba un par de
bolsas de la mano-.
- ehhh..
es que había mucha gente –se disculpó Eva con Laura, pues había sido verla y
que todo su auto convencimiento se fuera al carajo-.
- Bueno lo
importante es que ya estáis aquí –dijo Esther entrando en la cocina seguida de
todas ellas-.
- La
verdad es que había mucha gente –reconoció Maca-.
- ¿Lo ves?
–dijo Eva mirando a Laura que no dejaba de pegarse a ella-.
- Pero
bueno, creo que hemos traído todo lo que nos pediste –dijo Maca mientras sacaba
las cosas de las bolsas y las empezaba a guardar-.
Esther la
siguió con la mirada encantada. Aquellos vaqueros le sentaban de miedo, y el
suéter celeste que llevaba resaltaba lo ágil de su figura, a Esther le entraron
unas ganas locas de quedarse a solas con ella.
- ¡Te eché
de menos gatita! –le susurró Esther acercándose a ella por la espalda mientras
Eva imitaba a Maca con una Laura de ceño fruncido pegada a sus pasos-.
Maca se
estremeció ante aquella voz. “Ay madre…
ay madre… que ésta sigue pidiendo guerra”, pensó nuestra protagonista. Cogió
aire y se giró. Esther estaba más cerca de lo que pensaba y al voltearse se la
encontró de frente a un palmo de su cara, de su cuerpo. La inquietud por aquella
proximidad se vio reflejada en sus ojos y sus palabras precipitadas.
- ¿Por qué
no os tomáis algo mientras preparo la comida? –dijo Maca de pronto sin ton ni
son-.
Esther la
miró divertida y curiosa, pues pensaba haber entendido que Maca sólo conocía la
cocina de “supervivencia”, es decir, aquella que se limitaba a pan con algo,
llamadas de comida a domicilio y recogida de “taper” de la cocinera de sus
padres.
- ¿Vas a
cocinar tú? –le preguntó con una sonrisa burlona sin dejar de acorralarla contra
la encimera-.
- Sí,
claro… sois mis invitadas –dijo Maca tratando de expresar seguridad-.
- ¡Eso no
me lo pierdo! –dijo Esther divertida y dio un paso hacia ella-. ¿Te echo una
mano?
Y por cómo
la repasó Esther, Maca sospechó qué tipo de mano quería echarle. Tragó saliva y
con un poco de voz de pito pidió refuerzos.
- Eva
quería ayudarme, ¿verdad, Eva? –la miró Maca acojonada-.
Eva que
estaba que no sabía dónde meterse con Laura mirándola, se vio reflejada en Maca
y acudió rápida a su lado.
- ¡Ehhh? ¡Ah…
sí, sí! Si lo veníamos diciendo, que nos gustaría cocinar para vosotras –dijo
Eva todo lo convincente que era capaz, pues tenía pavor de quedarse a solas con
Laura-. Así que venga fuera, fuera… que nos encargamos nosotras.
- Pero si
tú no tienes ni puta idea de cocina … -dijo de pronto Laura con la mandíbula
desencajada-.
- Bueno,
pero hago de pinche, ¿verdad? –le dio un codazo a Maca para que la respaldara-.
- ¡Ah sí,
sí, claro… de pinche! –dijo Maca-.
Esther se
la quedó mirando. “Diosss… pero que bocado te voy a meter en cuanto éstas me
dejen. Si es que estás monísima nerviosa y encima reculando con ésta melona
descarada de Eva, que ya verá cuando la pille por banda… jajajaj… Dios, por
dónde saldrás ahora Maca… por dónde”, pensaba Esther mientras aquella imagen de
Maca la conquistaba sin apenas darse cuenta, pues era la primera vez que podía
disfrutar de alguien con sus amigas de aquel modo, y la verdad es que la
sensación, le encantaba.
Esther y
Laura fueron echadas de la cocina con bastantes reticencias, pero finalmente
resignadas. Eva cerró la puerta de la cocina y luego volvió al lado de Maca que
resopló liberada.
- Veo que
tú tampoco lo estás pasando muy bien, eh –le espetó Eva con una sonrisa
cómplice-.
- ¡Es una
larga historia! –dijo Maca simplemente-.
Eva se le
quedó mirando, sabía que aquella mujer tenía problemas con los momentos de
intimidad por lo que le había contado Esther, así que supuso que la reacción de
Maca se debía a ello, pues cuando su amiga se ponía a atacar no había Dios que
saliera andando.
- ¡Esther
es peligrosa! Por algo es la mejor –empezó a decir Eva como si tal cosa- Pero
por si te sirve para relajarte, jamás la había visto tan a gusto con alguien.
Maca se le
quedó mirando, sorprendida por la información que le estaba dando, y a la vez
inquieta por lo que aquellas palabras significaban realmente para ella.
- Es una personal fiel, ¿sabes? ¡Tiene
principios! –añadió Eva con sinceridad-. Así que no tengas miedo, sea lo que
sea lo que te pase, ella te tratará bien, te dará todo lo que necesites si
confías en ella.
- Gracias
–dijo Maca porque era lo único que se le ocurría decir-.
- No hay
por qué darlas, sólo quería que supieras que no podrías estar en mejores manos,
eso es todo –le contestó Eva y luego le sonrió con complicidad-. ¿Qué? ¿Por
dónde empezamos, chef?
- ¿Eh?
–preguntó Maca desconcertada. Ya se había olvidado que se había brindado a
hacer la comida-.
- ¿La
comida? ¿qué vas a cocinar? –le preguntó Eva-.
- ¡No lo
sé! Yo no tengo ni idea –le dijo Maca encogiéndose de hombros-. ¿Y tú?
- Yo
tampoco, a lo mucho que llego es a las hamburguesas y huevos fritos –le indicó
Eva haciendo el mismo gesto-.
- ¿Y ahora
qué hacemos? –le preguntó Maca-.
-
¿Improvisamos no?... jajaja –se rió Eva por lo disparatado de la situación-.
- Pos sí,
será lo mejor … jajaja –la apoyó Maca divertida-.
Las dos se
pusieron manos a la obra, y se decantaron por hacer una mezcla de todo lo que
sabían. Algo de pasta, con huevo y jamón, y una ensalada con todo lo que habían
pillado en el super.
Al final
la pasta les habían quedado algo salada, y la combinación había sido un poco
rara, pero todas comieron de sus platos entre risas y buena conversación. De
vez en cuando Laura le espetaba alguna fresca a Eva y ésta se removía inquieta
en el asiento, pero poco a poco se fueron templando los nervios y todo volvió a
la normalidad entre ellas. Tras una larga sobremesa entre las cuatro mujeres,
Esther le hizo una señal a Laura y ésta se
brindó a llevar a Eva a su casa.
- Bueno
habrá que dejarlas descansar, ¿te llevo a casa Eva? –le preguntó Laura antes de
ponerse de pie.
Eva miró a
Esther y ésta le hizo un gesto de “lárgate o te enteras”, así que sonrió
dándose cuenta de que estaban de más y aceptó el ofrecimiento de Laura. Las
cuatro mujeres se despidieron diciendo que volverían a quedar otra vez, pero
cuando la puerta se cerró la realidad de que volvían a estar solas frente a
frente hizo que les recorriera un escalofrío a nuestras protagonistas.
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- ¡Bueno,
al fin solas! –le dijo Esther con una sonrisa que a Maca la hizo enderezarse-.
- ¡eh..!
–Maca vio acercarse a Esther y se inquietó-. ¡Qué simpáticas son tus amigas! Es
todo un personaje Eva, la verdad es que me ha echado una buena mano en la
cocina… digo… con los espaguetis y eso, porque yo no los había cocinado nunca,
¿sabes? Es que soy un poco…
Esther se
sonrió más aún por aquella verborrea sin sentido que delataba los nervios de
Maca, se pegó a ella y le tapó la boca con la mano.
- shhhhh…
-le mandó parar divertida-. ¡Te pones muy mona cuando estás nerviosa!, ¿lo
sabías?
Si hubiera
podido, Maca hubiera reculado más, pero ya estaba contra la puerta de la
entrada y Esther pegada a ella, de pronto sintió que se marearía si no
conseguía tranquilizarse un poco. “Por Diosss… tranquilízate, que te da, que te
daaa Maca”, se decía para sí. Esther dejó de taparle la boca y con una sonrisa
le cogió de la mano.
- Anda
ven, que no quiero que te me desmayes –le dijo Esther tirando de ella para que
se sentarán en el sofá-.
Maca se
sorprendió de que Esther pudiera leer en ella, y la siguió hasta sentarse a su
lado. Esther se puso de cara a ella con una pierna en lo alto del sofá,
mientras Maca parecía arrinconada en la punta mirando hacia un televisor
apagado.
- ¡Estás
muy nerviosa! –le dijo Esther con tranquilidad dándole cierto margen de
espacio-. ¿Por qué?
Maca la
miró, si sabía el por qué desde luego no pensaba decirlo en voz alta, y menos a
ella. De pronto se vio trabajando rápido en busca de una respuesta pero no se
le ocurría nada.
- ¿Es por
lo de anoche? –le preguntó Esther relajada guardando las distancias-.
- ¡Lo de
anoche! –Maca suspiró-. ¿A qué te refieres?
- Algo
cambió en ti anoche cuando bailábamos, por un momento tuve la sensación de que
te permitías salir –le dijo Esther ladeando la cabeza para apoyarla en el
sofá-.
Maca tomó
aire, Esther tenía razón, por unos minutos había permitido salir parte de esa
energía que emanaba de ella y que lo destrozaba todo; su razón, lo que era, su
voluntad y sus principios. Esa furia que no se aplacaba con nada y que a ella
le pesaba como una losa.
- ¿En qué
piensas? –le preguntó Esther para animarla a hablar con ella-.
- ¡En que
todo es complejo! O quizá soy yo la que lo complica realmente, no lo sé –dijo
Maca y evitó mirarla-.
Esther
estiró un brazo y le acarició el cabello, cuando consiguió que volviera a
mirarla de nuevo la liberó para no inquietarla más.
- Maca,
¿por qué no me cuentas lo que te asusta o preocupa? Es evidente que no te dejas
llevar por algo más de lo que me contaste, y yo estoy aquí para ayudarte. Te
vendrá bien soltarlo y yo no te voy a dejar sola –le dijo Esther poniéndose
seria y comprensiva con ella, de pronto ya no era esa mujer pícara que la
desquiciaba de deseo, sólo alguien que estaba dispuesta a escucharla y
arroparla-. ¿Qué pasó anoche?
Maca se
tomó su tiempo antes de hablar, pero Esther esperó paciente.
- ¡Es algo
que está dentro de mí! –dijo Maca en un suspiro y agachó la mirada pues no era
capaz de decir aquello mirándola a la cara-. Cuando me excito hay una energía
en mi interior que me arrolla y no puedo controlar.
Esther se
le quedó mirando esperando que dijera algo más, pero Maca no lo hizo así que la
ayudó.
- Bueno,
eso no es nada malo, sino más bien todo lo contrario. Eso demuestra que eres
una mujer apasionada, que estás viva, ¿no? –le dijo Esther reconfortándola,
pues no veía en aquellas palabras ningún problema real-.
Maca se
giró para mirarla y en sus ojos lo que había era agobio y temor.
- ¡No lo
entiendes Esther! ¡Se apodera de mí, no sé quien soy cuando estoy así! Es como
ir precipicio abajo y no encontrar los frenos. Un Tsunami que crece y crece y
no encuentra el límite, hasta que arrasa con todo; mi razón, mi voluntad, mi
cuerpo y mi alma… me siento perdida, vendida y vulnerable, y no quiero que
nadie se aproveche de eso nunca más –soltó Maca de un tirón con tanta ansiedad
que cuando terminó de escupirlo apenas tenía aliento-.
Esther se
inquietó ante la forma en que Maca había dicho todo aquello, pues parecía que
no era una broma ni una exageración en su boca. Sin embargo las palabras que
retumbaban ahora en su cabeza era ese, “no quiero que nadie se aproveche de eso
nunca más”, pues hablaba de sus verdaderos miedos.
“¿Pero qué coño te hizo esa putaaaa?”, pensó
Esther notando que una ira crecía en ella súbitamente, pues odiaba a toda
aquella sarta de manipuladoras que disfrutaban torturando e instaurando
complejos absurdos en sus parejas aprovechándose de un estado de entrega y
confianza basada en la relación y el amor. “¡Amor!… y una mierdaaaaaaaaaaa…
sarta de putas reprimidas que van jodiendo a la gente con sus mentes retorcidas
y enfermas”, Esther ardía de furia, pero al ver que Maca seguía abatida mirando
al suelo hizo un esfuerzo por centrarse en lo primordial, y eso era ser capaz
de quitar aquel complejo y miedo absurdo de la cabeza de aquel ángel hermoso
que tenía delante.
Se le
acercó y le cogió la cara entre las manos para que la mirara.
- Yo no
voy a aprovecharme, ¿de acuerdo? –le dijo Esther con sinceridad y dulzura-. Y
vamos a trabajar para devolverte la confianza en ti. Si lo que te preocupa es
no poder controlarlo, haremos que lo controles, ¿vale? –Maca asintió-. Conmigo
puedes dejarte llevar porque no voy a hacer nada que tú no quieras, ¿lo
entiendes?
- Sí –le
dijo Maca y sintió un gran alivio teniéndola a su lado-.
- Así me
gusta, que seas una buena chica y me hagas caso –le dijo Esther y le sonrió
ampliamente para alejar aquella nube de la cabeza de Maca-.
- Es
difícil no hacerte caso con esa sonrisa –se atrevió Maca a coquetear con ella
ahora que se sentía más aliviada tras desahogarse-.
- ¿Qué
sonrisa? –se hizo la tonta Esther brindándole otra mucho más amplia y pícara-.
- jajajaj…
Gracias –le dijo Maca mientras le pasaba los dedos por la cara y luego los
hundía en aquel pelo castaño y ondulado de Esther-.
Esther
sintió la caricia como una explosión, la dulzura de Maca siempre la dejaba
paralizada.
- De nada
gatita –le contestó Esther y apoyó su cabeza en el pecho de Maca para
entregarse a aquellos brazos que la colmaban y que la rodearon con infinita
calma-.
Tras un
intenso silencio, Maca volvió a hablar.
- En
realidad ya no sé cómo sobrellevarlo –empezó a decir Maca mientras seguía
abrazando a Esther-. Llevo tanto tiempo luchando conmigo misma que tengo miedo
de cómo reaccionaré si dejo que me venza.
- ¿Siempre
te sentiste así? Me refiero a que si el deseo siempre se manifestó igual en ti
–le preguntó Esther intentando aparentar una calma que no tenía envuelta por
aquella calidez-.
- No,
bueno no lo sé. Había tenido relaciones antes de conocer a Azucena, pero pocas
y ninguna tan intensa. Ella despertó algo de mí que no sabía que existía, así
que no sé si me convertí o siempre fui ese ser difuminado que no me gusta ser
–dijo Maca entre suspiros-.
Esther
alzó la cabeza para mirarla.
- Maca, no
hay nada de malo en que te guste y disfrutes del sexo, no eres ningún bicho
raro si estás pensando en eso –le dijo Esther acariciándole la cara-.
A Maca una
lágrima se le escapó, pero no se permitió llorar. Había tal desequilibrio en
ella, le habían hecho tanto daño, que ya no sabía lo que estaba bien y lo que
no, lo que era normal sentir o lo que era una abominación… Estaba perdida, no
reconocía quién era realmente, y el hecho de volver a tener sentimientos que
creía dormidos hacía que la angustia creciera, pues no sabía si podría volver a
entregarse y amar a alguien después de tanta desolación. Esther borró aquella
lágrima con un beso, y sin saber porqué luego depositó otro a modo de caricia
en aquellos labios. Maca la miró desconcertada.
- Pensé
que no querías –le dijo-.
- Es sólo
una caricia más, no le demos importancia –contestó Esther tratando de no
preocuparse por lo que acababa de hacer por voluntad propia-. ¿Estás mejor?
- Sí, pero
no quiero hablar más de ello –le contestó Maca-
- ¡Cómo
quieras! Entonces, ¿quieres que hagamos algo? ¿Qué salgamos, veamos la tele,
durmamos un poquito…? No sé, cualquier cosa –le ofreció Esther tratando de
cambiar de tema para que no se agobiara-.
- Pongamos
la tele, no me apetece salir –le dijo Maca-.
- Vale,
entonces tele –dijo Esther con una sonrisa y la enchufó-. ¿Algo más quiere la
señorita?
Maca
sintió que su tono alegre le reconfortaba el alma. Sin hablar tiró de ella y la
volvió a acoger entre sus brazos.
- Sólo a
ti –le dijo finalmente envolviéndola y Esther cerró los ojos sin que la viera
quebrándose por aquella necesidad y dulzura con que Maca la inundaba-.
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