miércoles, 15 de octubre de 2014

Dibujada en mi mente (TOMO 3) -cap 28-



28


Esther no pudo llegar a casa. Se sentó en uno de los bancos del parque y se quedó allí, mirando al vacío, durante horas. Sus pulsaciones aceleradas habían tardado en desaparecer, y en cuanto su mente rememoraba el encuentro que Maca y ella habían protagonizado, un escalofrío le recorría de la cabeza a los pies. Estaba perdida, confusa. Tras el fin de semana no había querido pensar demasiado en ello, pero después del asalto a mano armada que habían tenido las dos en aquel cuarto de lavandería, ya no podía detener sus pensamientos. Pensó en las escuetas palabras de Maca, en los encuentros que habían tenido desde que se habían vuelto a ver. Pensó en Bea, en Bea y Maca juntas, parecían tan compenetradas, y sin embargo… Maca la deseaba. A Esther le temblaba la piel sólo de pensar en cómo Maca la besaba, con esa energía tan brutal y arrolladora que le era imposible resistirse. ¿Qué estaba pasando? ¿Acaso Maca no era feliz con Bea? Esther quería entenderlo, pero no estaba preparada para afrontar que Maca sólo quisiera aquella aventura clandestina que parecía que estaban teniendo. El estómago se le revolvió de tal forma que acabó vomitando en una de las papeleras.

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Facultad de Bellas Artes.

-       ¿Kate?

Kate se giró cuando una voz de mujer la llamó en el pasillo.

-       Oh, no estaba segura de si eras tú. ¿Te acuerdas de mí?
-       ¡¿Laura?! ¡Claro que me acuerdo! –la abrazó Kate al reconocerla-.

Hacía años que no se veían, en realidad Esther y Laura habían cortado su comunicación hacía mucho tiempo, desde que Esther puso tierra de por medio.

-       ¡Estás guapísima! Me encanta tu pelo –le dijo Kate con una franca sonrisa-.
-       ¿No está demasiado largo? –le preguntó ella arrugando la nariz, siempre había llevado una melenita media-.
-       No, te queda bien. ¿Y qué haces tú por aquí? ¿qué es de tu vida? –se interesó por ella-.
-       jajaja… pues trabajo aquí.
-       ¿Ah sí? –se sorprendió y alegró Kate-. ¡No me digas!
-       Sí, al final me he dedicado a la educación. Imparto escultura a los de segundo y tercero.
-       Oh, eso está muy bien. Entonces este año seremos compañeras. ¡Me encanta! –exclamó Kate complacida-.
-       jajajjaja… gracias. La verdad es que corría el rumor de que te incorporabas a la plantilla y vine a ver si era cierto –le sonrió Laura con timidez-.
-       Pues es cierto. Me quedo todo el año, sí.
-       Eso es genial –exclamó Laura-.
-       ¿Sí? ¡Vaya, gracias! Espero que los alumnos piensen lo mismo.
-       Estoy segurísima de que si –afirmó Laura y luego dudo antes de hacer su siguiente pregunta-. Quería preguntarte… bueno, sí…
-       ¿Sí? –Kate alzó una ceja ante sus dudas-.
-       ¿Esther, se quedará también por aquí? –preguntó Laura-.

Laura había ido a escondidas a ver la exposición de su vieja amiga, pero no se había atrevido a aparecer el día de la inauguración. En realidad habían cambiado algunas cosas en sus vidas, y no estaba muy segura por la forma en la que ambas se habían alejado la una de la otra, de si su amiga Esther, seguiría siendo aún su amiga. Habían dejado pasar el tiempo por distintas razones, y ahora no sabía cómo volver a acercarse a Esther García, una de las pintoras más llamativas del panorama internacional.

-       Oh, no. Ella vuelve a Los Ángeles dentro de un par de semanas, pero aún anda por Madrid si quieres llamarla –le contestó Kate-.
-       Ni siquiera tengo su número –le hizo saber-.
-       Bueno, pues yo te lo doy. Seguro que se alegra de volver a verte. A ver… -Kate sacó un boli de su cartera y anotó el número de Esther en un papel. Luego se lo dio a Laura que se quedó mirando el minúsculo trozo blanco garabateado, sin tener aún decidido qué hacer con él-.
-       Gracias –le dijo Laura-.
-       De nada.
-       Bueno, no te molesto más, además tengo reunión en el segundo piso. ¿Nos vamos viendo? –se despidió Laura de ella-.
-       Por supuesto.

Ambas se dieron un par de besos de cortesía, y después se despidieron con una sonrisa. Kate se quedó mirando como Laura desaparecía por el pasillo, sin llegar a tener muy claro a qué se debía aquella sensación extraña que Laura le había transmitido. Tras unos momentos de inflexión, decidió seguir por su camino.

Dos días más tarde.

La música del estudio estaba potencialmente alta. Kate reconoció las sinfonías nada más cruzar la puerta, y supo sin lugar a dudas que Esther andaría sumergía en alguna de sus obras. Cruzó el umbral con una sonrisa maliciosa, pensando en no hacer ruido y así poder ver a hurtadillas lo que sin duda Esther le negaría. Con los años la pintora, se había vuelto más maniática a la hora de mostrarle obras inconclusas. Alargó su trayectoria por detrás de las cajas almacenadas, a fin de que no la viera. Pronto se encontró frente a la espalda de una Esther enérgica y vivaz, que se movía con soltura frente a su caballete. Kate volvió a sonreír, le iba a dar un susto de muerte. “Se lo tiene merecido por no hacerme caso… siempre le digo que no ponga la música tan alta”, pensó Kate y trató de vislumbrar algo de aquel cuadro que el cuerpo nervioso de Esther tapaba mientras trazaba pinceladas a un ritmo ansioso, que empezó a captar la atención de su mentora. Los ojos azules de Kate empezaron a concentrarse en el cuadro, pero desde aquella distancia le era difícil esquivar los movimientos de Esther y ver algo nítido de la obra. De pronto Esther se paró en seco, paralizada. Kate no entendió su quietud repentina, hasta que despacio Esther se sacó el móvil del bolsillo trasero de su vaquero, por lo visto estaba vibrando. La siguiente reacción de Esther aún fue más alarmante, cuando Kate la vio retroceder hasta la silla y sentarse mientras leía lo que parecía un mensaje. “¿Qué…?”, empezó a preguntarse Kate, pero su pensamiento se paró en seco cuando su mirada viajó de Esther a su cuadro, y se encontró con una nueva versión de Maca al más puro estilo de "al rojo vivo”.

Esther pegó un chillido en cuanto Kate tropezó y un par de cajas desmontadas se cayeron al suelo.

-       Soy yo… soy yo –gritó Kate para no acabar de darle un infarto-.
-       ¡¿Kate?! ¡Qué coño….! ¡Me has dado un susto de muerte, joder! –le gritó Esther dándole un manotazo en cuanto la tuvo delante-.
-       La culpa la tienes tú por poner la música tan alta, sino me habrías oído –se defendió Kate bajando el volumen de la cadena de música-.
-       Haber llamado, entonces te habría escuchado –se quejó Esther sin aceptarle la excusa-.
-       También, pero entonces no habría podido ver “esto”. ¿Qué coño significa “esto”, Esther? –desvió el tema Kate hacia algo más productivo-.

La cara de Esther enrojeció tanto que dijera lo que dijera, Kate ya conocía la respuesta.

-       ¡Oh Dios mío… os habéis acostado! ¡Os habéis acostado!, ¿y no me has dicho nada? –exclamó Kate flipándolo por momentos-.
-       No… no es…

Esther trató de explicar aquello, pero el móvil volvió a vibrar deteniendo sus palabras y movimientos.

-       ¿Es ella? –preguntó Kate, y al verle la cara supo que había dado en la diana-. ¡Oh sí! ¡Es ella! –Kate se cruzó de brazos, esperaba que Esther por fin dijera algo, reaccionara, pero se quedó allí quieta-. ¿No vas a responderle?

Kate vio como Esther se incorporaba de la silla en la que había vuelto a sentarse y dejaba el móvil nerviosa encima de uno de sus bancos de trabajo.

-       ¡Esther! –le susurró temiéndose lo peor-.
-       ¡¿Qué?! ¡¿qué Kate?! –estalló Esther al fin, todo aquello se le estaba yendo de las manos-.
-       ¡Mírame! –le ordenó, y Esther se resistió durante un instante, luego se dio la vuelta de cara a ella, aunque aún no la miraba a los ojos-. Sea lo que sea lo que esté pasando por “ahí dentro”, no te lo guardes –le aconsejó Kate, las dos se conocían demasiado-. ¿De acuerdo?

Esther se movió inquieta durante unos segundos, como si quisiera huir de allí y no pudiera, luego contuvo el aliento y finalmente miró el cuadro que estaba pintando. Cuando por fin se atrevió a mirar a Kate a los ojos, ya estaba llorando.

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-       ¿Mejor? –le preguntó Kate-.

Tras el desahogo inicial, Esther pudo contarle los últimos acontecimientos con Maca. No es que Kate se hubiera sorprendido demasiado de cómo habían terminado las cosas, en realidad lo había visto casi inevitable desde el mismo momento en que ambas se reencontraron. Además, a Kate siempre le había parecido importante que Esther se enfrentara de una vez por todas con aquel pasado que era mucho más “presente” de lo que se atrevía a admitir.

-       Sí. Gracias –le dijo Esther más serena-.
-       ¿Entonces vas a hablar con ella?
-       ¿Qué remedio me queda? Me conoces, sabes que por mucho que la quiera, no puedo hacerlo… noto como me ahoga desde dentro y no… -a Esther se le atragantaba la culpa, sus creencias, sus miedos… sus sentimientos-.
-       Todo irá bien, ya verás. Simplemente necesitáis hablar y aclarar las cosas. Va siendo hora de que pongáis las cartas sobre la mesa.


Esther se dejó abrazar por Kate sin tenerlas todas consigo. De pronto visualizó en su mente el último mensaje que Maca le había puesto en el móvil: “ ¿Te gustaría quedar para correr esta tarde por el parque? ¿Sobre las seis?.... Por favor contéstame cuando puedas. Me gustaría que nos viéramos, … un beso” . Definitivamente, tendría que aceptar aquella invitación.

2 comentarios:

  1. Una vez más, me quito el sombrero... muy buen trabajo ^^

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  2. A mi no me da buena impresión ese reencuentro "casi fortuito" de Laura con Kate, tengo el come come por saber la verdadera razón del distanciamiento, ¿no eran las mejores amigas?. ¿Cuando nos darás más datos de lo que le paso a Esther en esos 10 años?, algo gordo, para que Kate la proteja tanto y ella haya cambiado su vida en un 100%, porque antes no era muy amante de los deportes y ¿el yoga?

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