lunes, 6 de octubre de 2014

Pretty Bollo -cap 73 y 74-


Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado,  maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer,  se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.

Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.


73


El fin de semana se fue, y la jornada laboral volvió a llenar la mayor parte del tiempo de Maca haciéndola concentrarse en su apretada agenda. Las reuniones con comercios del sector, publicaciones entendidas en la materia y alguna que otra comida con altos directivos, hicieron que a Maca se le pasara la semana volando. Todo parecía indicar que estaban yendo por el buen camino. El padre de Maca la llamaba de vez en cuando para felicitarla, pues a sus oídos llegaban comentarios de todo tipo sobre la agradable y competitiva jovencita que tenía como hija, y es que Maca se sentía relajada, tranquila y feliz, como hacía mucho tiempo no se sentía. Poder dormir con Esther y su sonrisa arrebatadora cada noche, le hacía tener ganas de querer comerse el mundo.
Por su parte Esther, no había vuelto a insistir en aquella conversación que mantuvieron, y trataba de mostrarse complaciente y serena delante de ella. Se propuso darle espacio y tiempo para que Maca se sintiera lo más cómoda posible antes de avanzar otro paso, y parecía que funcionaba pues Maca cada vez la abrazaba más y reclamaba con sus gestos que estuviera próxima a ella. Ya no temblaba por las noches cuando se acercaban, ni se inquietaba si súbitamente la tocaba en pequeñas muestras de afecto que no proyectaban un deseo mayor que aquel simple contacto. En cuanto a su trabajo, como había terminado con Daniela y con Elena, su agenda estaba prácticamente vacía y se vio volcada inexplicablemente en su agencia de relaciones públicas para tratar de mantener la cabeza fría, y no pensar en lo difícil que se le hacía no pasar a mayores con aquella preciosidad con la que se acostaba cada noche y que estaba mermando su confianza a grandes pasos. El que Eva hubiera escapado despavorida de aquel fin de semana y se hubiera volcado en su trabajo, manteniendo una cruzada de sexo y más sexo, no la ayudaba a pensar menos en Maca, pues no podía quedar con ella para distraerse y cuando hablaban por teléfono no hacía más que relatarle tórridas escenas que la dejaban mucho peor, obligándola a machacarse en el gimnasio o a terminar en una ducha fría para serenarse. Y es que Esther estaba siendo más consciente que nunca de lo sexualmente activa que era, sorprendiéndose de sus propias reacciones de abstinencia que la hicieron tener que sentarse mareada cuando la noche anterior, Maca había salido de la ducha y se había aproximado a ella desnuda para coger el pijama. Esther no quería presionar a Maca, pero no sabía hasta que punto podría controlarse con aquella mujer, pues su dulzura y la pasión que le desataba estaban destrozando lentamente sus nervios y su entereza.

Eran cerca de las seis cuando Maca llamó a Esther al móvil.

- ¡Hola preciosa! ¿Cómo va todo? –le preguntó Esther con una gran sonrisa nada más descolgar el teléfono-.
- ¡Hola! Muy bien, por fin he terminado y parecían contentos, así que estupendo. ¿Y tú, cómo estás? –le preguntó Maca radiante pues se moría de ganas de escucharla-.
- Bien, tranquilita. Comí con Laura que me llamó, y estaba ahora leyendo un poco en casa –le dijo Esther acomodada en su sofá-.
- ¡Qué bien! Por cierto, ¿Laura como está? –preguntó Maca-.
- Histérica, como es lógico. Eva la está esquivando y la está poniendo de los nervios –le contó Esther-.
- Vaya, que putada… -dijo Maca, aunque en cierto modo entendía por lo que estaría pasando Eva ahora mismo-… bueno supongo que Eva se relajará tarde o temprano y las cosas volverán a su cauce, ¿no?
- Sí, supongo que sí, y más le vale porque me parece que si no se va a encontrar de frente a una Laura a la que no está acostumbrada –le dijo Esther-.
- Vaya –dijo Maca-.
- Oye, ¿hoy no me lo vas a decir o qué? –le pinchó Esther queriendo cambiar de tema-.
- mmm.. ¿decirte? ¿el qué? –se sonrió Maca haciéndose la tonta, sabiendo que volvían a jugar-.
- ¿Ah, no lo sabes? ¡Vale, vale! –se sonrió Esther, pues presentía la cara que estaría poniendo Maca y eso hacía que una extraña felicidad se instaurara en ella-. Que sepas que yo a ti sí, y mucho, mucho, muchooo.
- jajajjajaja… -se rió Maca de aquella voz dulce y risueña- ¿Pues sabes qué?
- ¿Qué? –jugó también Esther-.
- Que dudo mucho que me hayas echado más de menos que yo a ti –le dijo Maca y a Esther se le ensanchó la sonrisa por inercia.-.

Maca prosiguió.

- Es más, me voy para el piso ya… y espero tenerte entre mis brazos en media hora, sino soy capaz de lanzarme a la calle e irme con cualquiera –le dijo Maca en tono juguetón-.
- Oh…. No serás capaz, ¿yo aquí a palo seco y te quieres ir con otra? ¡Ni lo sueñesss! –saltó Esther entre risas mientras se apresuraba a ponerse de pie y cambiarse-.
- jajajajjajaj… ¿Qué estás haciendo? –le preguntó Maca riéndose, mientras le quitaba el seguro a la moto-.
- ¡Vestirme! ¡qué sino! –le dijo Esther colocándose unos vaqueros-.
- jajajjaja… Veo que de pronto te han entrado las prisas, ¿por qué será? –la pinchó Maca subiéndose en la moto-.
- ¿Que por qué?, pues porque una gatita traviesa quiere irse a ronronear por el barrio si no estoy cerca para darle un par de azotes, por eso –le dijo Esther colocándose el suéter-.
- jajajjajajja… -se rió Maca-.
- Sí, sí, tú ríe, pero cuando te pille… te vas a enterar de lo que vale un peine –le amenazó Esther cogiendo un bolso con algunas cosas y saliendo por la puerta-.
- jajajaj… ¡ya estoy temblando! -la pinchó Maca sabiendo por donde saldría Esther-.
- jajjaja… tú lo has dicho pequeña, temblando te vas a quedar –le dijo Esther y antes de llegar al sótano se despidió-. Voy a entrar en el garaje cariño, nos vemos en el apartamento, ¿vale?
- ¡Vale! ¡Te esperaré impaciente! –le dijo Maca con una sonrisa, pues se moría por estar a su lado-.
- Aduladora… -le dijo Esther sin poder contener su propia sonrisa-. Ten cuidado con la moto, ¿sí? No corras que yo con el coche voy más despacio por el tráfico.
- Sí, tranquila.. hasta ahora –se despidió Maca-
- Hasta ahora, preciosa –se despidió Esther-.

Las dos pusieron rumbo fijo hacia aquel apartamento que las acogería.
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Maca llegó la primera, pues la moto le otorgaba una gran ventaja en aquella ciudad de atascos. Se cambió de ropa para parecer más informal, fue al servicio, se recogió el pelo cómodamente, repasándose ante el espejo tratando de gustarse a sí misma para así poder gustarle también a Esther. Como sospechaba que le daría tiempo, revisó la nevera y bajó en un salto a la tiendecita que tenía abajo, compró algo más de bebida, refrescos principalmente y cervezas, y se trajo consigo una bandeja de pequeños sándwiches y saladitos variados para merendar. Luego vio que tenían bollos de chocolate, y también se llevó unos cuantos, pues sabía que a Esther le gustaban tanto como a ella. Cuando iba a subir se encontró con Esther aparcando, se le quedó mirando mientras la esperaba con un pie sujetando la puerta, pues en una mano llevaba la bandeja con comida y en la otra una bolsa con el resto de la compra. Esther aceleró el paso viéndola tan cargada.

- ¿Pero qué has comprado loca? ¡Trae que te ayude! –se ofreció Esther con una gran sonrisa, pero cuando fue a quitarle la bolsa de la mano Maca no la dejó-.
- No, hasta que seas buena y me des lo que me merezco –le pinchó Maca con una cara de felicidad que era inaguantable-.
- jajjaja… te estás viciando que lo sepas –le dijo Esther y depositó en aquellos labios esponjosos un ligero beso a modo de saludo-.
-mmm… ahora sí… ¡Hola! –le dijo Maca sonriéndole con complicidad-.
- Hola gatita… -le contestó Esther y cogió la bandeja que Maca le brindaba para que se sintiera útil-. He tenido suerte y casi no había tráfico.
- Eso, o le has dado al acelerador que es un gusto… que nos conocemos, y tú eres la Alonsiña al volante –le espetó Maca mientras se dirigían al ascensor-.
- jajajjaja… bueno, un poquito sí le pisé –le confesó Esther-.
- Ajáaa… lo sabía –se apuntó el tanto Maca mientras le daba al botón y se cerraban las puertas del ascensor-.
- No puedes culparme, tenía ganitas de verte -le dijo Esther acercándose a ella-.
- mmm… suena bien –le rodeó con el brazo libre Maca y la besó en la frente-.

Esther se dejó inundar por aquella calidez y su fragancia. El timbre del ascensor les avisó de que ya habían llegado y tuvieron que separarse. Colocaron todo en la cocina mientras se ponían un poco al día, luego Esther llevó una coca-cola y unos vasos al comedor, y Maca la siguió con la bandeja y unas servilletas.

- Pues al final me llamó Bea, que a las diez empieza el acto, pero que si quiero hasta la una del medio día no aparezca, que en realidad el catering y la tertulia no empieza hasta esa hora, y me voy a aburrir con la conferencia –le explicaba Maca mientras las dos se acomodaban en el sofá, desplegando toda aquella merienda sobre la mesita baja y enchufando la tele de fondo-. ¿Tú qué harías? Porque la verdad es que no me apetece nada ir a escuchar la charla.
- Bueno si te han dicho que no es importante el acto inaugural, no vayas. A fin de cuentas tenemos que pasar la tarde con ellas, y se hará pesado con tanta gente a la que saludar –le dijo Esther poniéndose cómoda en el sofá y llevándose un sándwiches a la boca-. Mmmm… esto está tremendo, toma.

Maca abrió la boca para comerse el bocado que Esther le brindaba. Una vez más volvía a disfrutar del buen apetito de aquella mujer y su forma de maravillarse con la comida.

- ¿Rico, eh? –le preguntó Esther perdiéndose unos segundos en aquella boca que se moría por besar, y que sólo podía permitirse saborear a pequeñas dosis para no despertar a la fiera que ella misma estaba empezando a notarse dentro-.
- Sí, y de tus manos más –le dijo Maca coqueteando con ella-.
- Estás tú hoy muy mimosa, ¿no? –le pinchó Esther mientras se comía un saladito y levantaba una ceja inquisitiva-.
- Bueno, es probable que quiera mimitos, llevo una semana muy tensa –le soltó Maca sin pararse a pensar en lo que decía-.
- ¿Me estás pidiendo guerra? –le preguntó Esther con mirada pícara y perspicaz, mientras se chupaba un dedo manchado de mayonesa-.

A Maca un escalofrío le recorrió la espina dorsal, y se le entreabrió la boca sin darse cuenta ante aquel gesto tan vulgar y tan sensual a la vez. De pronto fue consciente de que cada vez le apetecía más la proximidad de Esther.

Como no contestaba, Esther se imaginó que estaba poniendo nerviosa a Maca, así que haciendo todo el uso del autocontrol que le quedaba, desechó la idea sexual de su cabeza y le ofreció otro canapé a Maca.

- ¡Anda, cómete esto y cierra la boca! Que te encanta torturarme, que lo sé yo –le dijo Esther con una sonrisa-.

Maca se comió lo que le ofrecía, y sonrío para ella, pues llevaba una semana pinchándole con lo mismo, pero luego Esther le brindaba aquella paz y armonía que necesitaba, sin dejar que el deseo que existía entre ellas le atormentara.

- ¿Crees que te presentarán al representante suizo? –le preguntó Esther cambiando de tema-.
- Bea me dijo que sí, que estarían varios de los que vamos a trabajar en la campaña y que sería una buena forma de contacto para contarles por encima lo que espero –dijo Maca mientras comían-.
- ¿Y Kate? –preguntó Esther, pues tenía curiosidad por lo que le habían contado sobre ella-.
- Volvió ayer según me comentó Bea, así que me la presentará mañana supongo –dijo Maca- ¿Por qué tienes tanto interés?

Maca la miró con una ceja alzada y pícara, pues Esther le había preguntado más de una vez por aquella mujer.

- jajaja.. por nada, por nada, sólo que despierta mi curiosidad, me han dicho que es muy “singular” –le dijo Esther risueña-.
- ¿Singular? ¿Qué significa eso? Bea también me lo advirtió, me está entrando miedo y todo –dijo Maca sonriendo ante la cara de Esther-.
- jajajaj… singular es singular, y no tengas miedo que yo te protejo pequeñaja –le dijo Esther y Maca abrió la boca como queriendo refunfuñar ante aquello-. Jajajjaja… te van a entrar los mosquitos.
- ¡Ohhh, pero que mala eres conmigo! –se quejó Maca y tiró de ella para abrazarla mientras le hacía cosquillas-.
- jajajjaja… por favor.. cosquillas no… jajajajj. .. –le suplicó Esther muerta de risa y atrapada por aquellos fuertes brazos-.
- jajja… ¿ah no?... jajajaja… pues entonces dame un beso enana –le dijo Maca torturándola-.
- jajajja… ¡yo no soy enana!.. jajaja.. –se quejó como pudo Esther-.
- ajjajaja… ¿ah no? ¡pues yo no soy pequeñaja! …. Jajajaj… mi beso… o no te suelto –le amenazó Maca entre risas-.
- jajaj.. vale, vale.. jajajaj.. pero suelta –le dijo Esther-.

Maca detuvo aquella lucha sin soltarla del todo porque no se fiaba. Esther entre risas aún le cogió la cara y la besó en los labios otra vez.

- Otro.. –pidió Maca feliz-.
- jajaja… -se rió Esther, y volvió a besarla un poco más-.
- mmm… me encanta… otro … -le tonteó Maca-.
- jajajja… mira que luego te pones mala –la pinchó Esther, aún sabiendo que en realidad lo que temía era perder toda compostura. Cada vez le era más difícil no dejarse llevar por los besos que se daban-.
- Uno solo y ya –le prometió Maca con cara de cordero degollado-.

Esther la volvió a besar, esta vez sus labios se quedaron entreabiertos y Maca atrapó su labio inferior mordisqueándolo ligeramente. Esther notó que todo su autocontrol se venía abajo arrollado por una ola de deseo que trepó por sus entrañas hasta su boca. Maca se asustó, también la deseaba y sabía que estaba pasando la línea de confianza que tenían, pues Esther y ella habían llegado al acuerdo de darse sólo pequeños besos en los labios.

- Perdón… -se disculpó Maca y la soltó un poco avergonzada-.
- grgrgr.. –carraspeó Esther, pues la voz se le había cortado-. ¡No importa! ¿Tienes sed? Yo estoy sedienta.
- ehh.. un poco, sí –contestó Maca viendo que Esther trataba de evitarla mientras servía los refrescos-. ¿Te he molestado?

Esther se giró a mirarla. No quería preocuparla ni presionarla, quería que Maca estuviera bien e ir todo lo despacio que necesitara, así que se tragó su propio deseo y le regaló una sonrisa plena.

- No, claro que no… ¿tú estás bien? –le preguntó para desplazar el foco de atención-.
- Sí, estoy bien –le dijo Maca-.
- Entonces perfecto, yo también –le dijo y se recostó sobre ella-.

Sintiéndola tan cerca Maca se relajó, olvidando aquel momento de imprudencia y sintiéndose feliz de tenerla junto a sí. A lo largo de la tarde siguieron hablando de los planes para el día siguiente, de cómo se presentarían ante la gente y cómo sería el acto. Maca instruyó a Esther sobre algunas personalidades que le interesaba impactar, y Esther anotó mentalmente los nombres pues quería que todo le fuera bien a Maca en aquella comida. Sin darse cuenta, como ya venía siendo costumbre en ellas, se les hizo la hora de la cena sin apenas moverse del sofá. La complicidad que estaban construyendo entre las dos, era una madeja de telaraña de la que difícilmente podrían escapar.

74

Estaban solas, el corazón empezó a latir con violencia en su cuerpo bajo la mirada oscurecida de aquella mujer que lentamente se acercaba a ella.

- Deberíamos volver a la fiesta –le dijo sin convencimiento mientras notaba que no podía retroceder más-.

Tras ella un banco de cocina le frenaba el paso, nunca la había visto así antes y sabía que ella no podría detenerla pues su propio cuerpo la reclamaba a gritos. Sintió que la boca se le secaba, aquel no era el lugar ni momento que había deseado para ello, pero Maca se acercó con paso calmado y pegó su cuerpo junto al suyo. Su mano siempre atenta, le acarició el rostro y le apartó el cabello dejando sus ojos a la luz.

- Eres preciosa –le dijo-.

Esther notó que cada poro de su piel se alertaba ante aquellos ojos y aquella garganta profunda que con voz tomada la halagaba. Maca deslizó sus dedos por aquella nuca sensible y Esther cerró los ojos sin darse cuenta, aquel contacto era mágico, llevaba tanto tiempo esperándola.

- Te deseo, Esther –le dijo acariciándola con las dos manos- Quiero hacerlo.
- ¿Aquí? ¿Estás segura? –le preguntó Esther temblando de pies a cabeza, el deseo que estaba acallado en ella empezaba a emerger con urgencia-.

Maca no contestó, acarició aquella boca con los dedos y luego se acercó para besarla. Esther perdió la poca reticencia que le quedaba. Como una naufraga se lanzó desesperada a aferrarse en aquella boca que la acogió con calidez. El corazón latía ansioso, sus lenguas encontraron el camino del enredo y la locura. No podía seguir negándose aquella piel, por instinto empezó a deslizar sus manos bajo el suéter de Maca y ella lo permitió quitándoselo con prisas. La pasión despertaba tempestuosa, y Maca arrancó de nuevo sus gemidos mientras dejaba al descubierto los pechos de Esther y los amaba con intensidad. Sus manos quemaban, pero no importaba, quería ser suya, morir allí sintiendo cada gota de placer que aquella mujer le regalaba. De pronto la urgencia por desatarse apareció entre ellas. Maca la devoró con violencia y la subió con una inexplicable facilidad al banco de cocina, sin dejar de besarla deslizó el vestido que llevaba hasta quitárselo completamente, luego se deshizo del pequeño tanga con más calma para no quebrarla. Esther ansiaba sentirla como nunca antes anhelo sentir a alguien en su vida. Cogió aquella cálida mano y guió a Maca con prisas entre sus muslos.

- Diosss… -gritó Esther tras sentir aquellos finos y suaves dedos penetrándola-.

Se aferró al cuello de aquella mujer y la besó hasta desdibujar sus labios. Maca la empujó sin esfuerzo a un éxtasis brutal y atronador. Con la respiración agitada y la piel en alerta, Esther trató de tomar aliento, pero los ojos de Maca seguían encendidos, de pronto notó su boca de nuevo por todas partes. La urgencia de su beso la mareó y tiró de ella para colocarla sobre sí. Maca accedió en una entrega sin precedentes. Esther se apresuró a desabrochar el pantalón que llevaba y cuando la tuvo desnuda la tumbó enérgica contra el banco de cocina. Si estaba frío o no, no lo notaron, la pasión estaba servida y lo demás no importaba. Con destreza Esther empezó a recorrer aquella piel con la boca, aquellos pechos con los que mil veces antes había fantaseado,  mientras mantenía agarrada de los brazos a Maca, la cual gemía y se retorcía haciéndola enloquecer ante la sublime visión de su estremecer.

- Por favor, Esther… -le suplicó con el rostro encendido y los labios rotos de tanto besarse-.

Esther se deslizó sobre aquel cuerpo cálido, encajándose sin demasiado esfuerzo a aquella cadera que la hizo gritar nuevamente. Las manos de Maca le arañaron la espalda mientras el baile entre las dos se volvía frenético, las manos de Esther eligieron aquel trasero que la volvía loca, obligando a aquella cadera dolorida y líquida a danzar contra la suya. Maca gemía, Esther gemía… las bocas se encontraban sin aliento en mitad de los jadeos, hasta que una corriente eléctrica las traspasó tensándolas. Un momento de calma, y el sudor rodando por sus cuerpos estrechamente enlazados. Maca le acarició el rostro y volvió a besarla, su boca seguía liquida y ella no tardó en volver a sentir calor tras un breve periodo de tiempo… sintió que se moriría, Maca deslizó sus manos por el cuerpo de Esther que aún estaba sobre el suyo y alcanzó nuevamente su sexo…

- No puedo... –decía Esther rota-.
- Sí, sí puedes… -le susurraba Maca mordiéndola en el cuello-.

Y los gemidos volvieron a aparecer en ella como la primera vez. Esther sudaba, gemía y temblaba con frenesí…

- Esther… -le llamaba una voz cálida como a cien millas-. Esther… Esther… -aquella voz se aproximaba a sus oídos mientras ella estaba ensordecida por su propio deseo.

De pronto la escuchó con claridad.

- Esther, despierta… ¡Esther!”

Esther se despertó agitada y sudorosa. Una Maca con ojos temerosos e interrogantes la miraban en silencio. Todo había sido tan intenso que estaba confusa y mareada, con un gran esfuerzo miró a su alrededor y se percató de lo que estaba sucediendo. “Diosss… ha sido un sueño”, pensó acertadamente y Maca viendo que no decía nada habló.

- ¿Estás bien? –le preguntó con temor, pues llevaba un corto periodo de tiempo viéndola revolverse y gemir a su lado, y tenía miedo de conocer con quién estaría soñando, pues era evidente que estaba teniendo un sueño erótico-.

Esther suspiró y se incorporó en la cama, notaba como estaba empapada en sudor y se quitó el nórdico de encima quedándose sólo con la sábana.

- Sí, lo siento si te he asustado, estaba soñando –le dijo Esther confusa-. Dios, es la primera vez que me pasa algo así, parecía tan real.

A Maca se le hizo un nudo en mitad del estómago. Acababa de descubrir hasta que punto le importaba Esther, pues sentía celos hasta de sus sueños. La angustia debió reflejarse en su rostro, pues Esther tras suspirar un par de veces y pasarse las manos por el cabello para serenarse, se le quedó mirando.

- ¿Tú estás bien? –le preguntó Esther viéndola tan asustada-.
- Sí, es sólo que… -Maca no quería saber, de verdad que no quería, pero sus celos se apoderaban de ella jugándole malas pasadas-… es que estabas gimiendo como loca.

Esther se puso roja de repente. El sueño había sido tan intenso que creía haberse corrido, pero no esperaba haberlo manifestado externamente hasta el punto que Maca lo notara. Maca la miraba a la espera de algún comentario, pero Esther no podía hacer ninguno. “¿Cómo te digo que me estabas matando a polvos?” pensó, y nerviosa salió huyendo.

- Ehh… me muero de sed, ¿tienes sed? –dijo Esther saliendo de la cama-.
- ehh… no –Maca se quedó desconcertada-.
- Bueno, yo sí… -y se perdió por el pasillo hasta la cocina-.

Maca se quedó en la cama con cara de “fuera de juego”. Estaba claro que Esther no quería hablar del sueño, y ella sentía que la sangre le hervía mientras el corazón le danzaba pues se había excitado escuchándola antes de despertarla.

Esther: ¡Dios mío! ¡Estoy mal… no.. no… estoy fatal, sí, de psicoanálisis! –se decía Esther mientras sacaba una botella de agua de la nevera y se la pasaba por la nuca para refrescarse antes de servirse un vaso-.
Conciencia de Esther: tú ya sabes que yo no soy muy partidaria de tus arrebatos sexuales, pero mujer, es que como sigas así vamos a salir las dos ardiendo, ¿se puede saber qué coño estás haciendo?
Esther: ¿A qué te refieres? –se sorprendía Esther de su conciencia-.
Conciencia de Esther: A que no puedes estar así con estos calentones, si fuera otra ya hubieras atacado, hubieras encontrado la forma de espabilarla.
Esther: ¡Dios, no me tortures más! Cuando me lanzo, me haces creer que soy una ninfómana, y cuando decido dejarle a su ritmo, quieres que ataque… yo es que no lo entiendo.
Conciencia de Esther: yo solo digo lo que dije… que esa mujer está en otro estrato en tu vida, y no es precisamente en el laboral. Te tiene más caliente que un cirio, y sin embargo aquí estás, repasándote la nuca con agua fría.
Esther: ¡Vete a la mierda!

Maca apareció en ese momento en el quicio de la puerta y Esther se quedó parada. Maca estaba tremenda lo viera por donde lo viera, aun con cara de sueño era hermosa, y el pijama le sentaba demasiado bien para ser algo tan corriente e inocente.

- ¿Estás mejor? – le preguntó desde allí-.
- Sí, sí… es que tenía sed –dijo Esther apurando un trago más de agua, pues Maca se había puesto a recogerse el pelo y al hacerlo, su pecho se había marcado más bajo la camiseta-.

“Por Diosssssssss santooooooooooooooooo…. Que sin haberlos tenido, recuerdo como me sabían en la boca en el sueño… no miressss coñoooo, no miressss”, se decía Esther sintiéndose peor que nunca.

De pronto Maca se dirigió a ella, a Esther se le paró el pulso ante tan vivo recuerdo.

- ¿Me das un poco? –le preguntó Maca a unos pasos de Esther-.
- ehhh… ahh, agua, quieres agua, claro… -dijo Esther cayendo en lo que le pedía, por un momento su lujuria le había dejado desconcertada. Sirvió con prisas un vaso y se lo dio-. ¡Toma!

Maca la miraba confusa, pero se dispuso a coger el vaso de agua y al rozarse con los dedos de Esther, ésta soltó el vaso como si le hubieran dado una descarga eléctrica. Maca reaccionó y salvó el vaso a tiempo, aunque se mojó la camiseta en el intento.

- Oh… oh… Dios lo siento, es que estoy dormida aún –le decía Esther nerviosa, y cogió un paño de cocina para resolver el estropicio-. Déjame que te seque.

Pero al girarse para secar la zona mojada, se dio cuenta que había caído justo en aquel pezón erecto que la estaba torturando, así que miró el manjar, miró a Maca desconcertada, y no se atrevió a hacer nada.

- ehh… creo que…yo… es mejor que tú… ¡ahhh! ¡toma! –le dio el trapo a Maca para que se secara ella misma-. ¡Voy al baño un momentito, eh!

Y salió despedida hacia el baño, mientras Maca no se percataba de nada de lo que estaba pasando. Miró a Esther salir de allí, luego miró el trapo y por último la mancha de agua sobre ella… de pronto cayó en la cuenta de la visión que habría tenido Esther, y se puso roja como un tomate. Sabía que Esther la deseaba, y ella también la deseaba, por eso le daba tanta vergüenza no ser capaz de dejarse llevar y avanzar con ella como le gustaría. Se dirigió al dormitorio y se cambió de camiseta tratando de controlar la excitación que tenía, no estaba preparada para algo así, se notaba muy nerviosa. Esther apareció a los pocos minutos en la habitación algo más tranquila. Al ver que Maca ya estaba metida en la cama, dudó si podría compartir aquel espacio con ella, pues a pesar de haberse refrescado un poco para quitarse el agobio, no se sentía muy entera.

- ¿No tienes sueño? –le preguntó Maca-. Sólo son las cinco de la mañana, y nos queda un largo día por delante.

Esther se dio cuenta por primera vez de la hora que era, luego pensó que estaba estropeando la serenidad de Maca, algo que no se podía permitir pues ese mismo día tenían la comida con Kate y Bea. Se metió en la cama sin pensarlo más.

- Perdona que te haya despertado, venga a dormir, que tienes que descansar –le dijo Esther con una pequeña sonrisa-.
- No, no… si no te apetece dormir, yo… bueno, que podemos ver la tele o algo… algo que tú quieras –le dijo Maca un poco nerviosa, pues en realidad tenía miedo de que Esther quisiera hablar sobre el tema, o quisiera hacer algo con aquel deseo-.

Esther la miró por un momento con interés, aquel “algo que tú quieras” le había quedado de lo más raro… sin embargo, no quiso meditarlo y se tapó con el edredón.

- Dormir estará bien, tenemos que estar estupendas para esta gente tan importante, ¿no? –le dijo Esther tratando de parecer relajada-.
- ¡Tú siempre estás estupenda! –dijo Maca sin pensar-.

A Esther le treparon aquellas palabras como siempre. Estaba tan confusa con el tema del sueño y lo que sentía, que tenía bajadas todas las defensas.

- ehh.. ¡gracias! –le dijo Esther sin saber qué decir-.
- Bueno vamos a dormir –le dijo Maca, y le señaló una cosa con el dedo a Esther, la cual no entendió el mensaje que le enviaba-… Bueno, lo hago yo.

Maca se estiró sobre Esther para alcanzar el interruptor y apagar la luz, mientras Esther veía pasar sobre su rostro aquellas tetas que la hicieron encogerse bajo las sábanas atemorizada… “Padre nuestro que estás en los cielos…(empezó a rezar Esther). ¡Ay madre, ay madre… más vale que me pillen confesada!, porque yo no sé cómo voy a resistir esto”. Y con aquel pensamiento, no quiso mover ni un pelo, mientras veía como Maca se tumbaba a su lado y por suerte no le pedía ni abrazarla ni ser abrazada

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