Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
75
Maca abrió
despacio uno de sus ojos, un rayo de sol le golpeaba en la cara y empezaba a
sentir calor en el rostro. Tras el incidente de las cinco de la mañana, le
había costado horrores dormirse, inmersa en la inquietud de sus pensamientos
que la devolvían una y otra vez a una sola pregunta: “¿Con quién soñaría
Esther?”
Maca se
movió en la cama, y sintió como Esther estaba acurrucada a su espalda aunque no
la abrazara, se giró para mirarla, era tan guapa. A Maca se le dibujó una
sonrisa al contemplarla, y puso su cara a la altura de la de ella, tan cerca
que podía sentir como respiraba. Lentamente le quitó el pelo de la cara para
admirarla, “si supieras cuánto me gustas, cómo te deseo…”, pensaba Maca y
aprovechó para darle un beso en la frente mientras Esther reaccionaba pasándole
el brazo y la pierna por encima. Maca sonrió, le encantaba tenerla así, dulce y
tibia junto a ella. La abrazó para pegarla más a su cuerpo, entonces miró por
casualidad el despertador que había en la mesita de Esther.
- ¡¡Las doce!!!
– gritó Maca y Esther se despertó de golpe-.
- ¿Quéee?
¿cómoooo? –preguntó Esther aturdida abriendo los ojos con dificultad-.
- Son las
doce Esther, no llegamos, nos hemos quedado dormidas –le anunció Maca tratando
de salir de la cama-.
Esther se
quedó mirándola entendiendo lo que sucedía, y trató de facilitarle la salida
soltándola. Maca salió hacia el armario desbocada, Esther se dejó caer unos
segundos más en la cama, no había pegado ojo, y el despertarse por segunda vez
tan de golpe le estaba provocando un tremendo dolor de cabeza. Maca sacó la
ropa, y lo dejó todo preparado en la cama.
- ¿No piensas
levantarte? –le preguntó inquieta-.
- Sí,
claro… pero avísame cuando termines de la ducha, así al menos me quedan 5
minutos más –le dijo Esther dándose la vuelta en la cama-.
- ¡Esther
qué no llegamos! Será mejor que nos duchemos juntas, ganaremos tiempo, así que
venga… levanta –le dijo Maca tirando del edredón y quitándoselo de encima-.
Luego
salió rumbo al cuarto de baño, dejando a una Esther mucho más espabilada de lo
que creía haber sido capaz apenas dos segundos antes. “¿Qué nos duchamos
juntas?... Hostiaaaaaaaaaaaaaa… esto no me lo pierdo”, se dijo Esther y se puso
de pie de un salto saliendo disparada hacia el cuarto de baño. Cuando entró, Maca
ya estaba desnuda en la bañera, se quitó rápidamente el pijama y le pidió paso,
Maca abrió la mampara y la invitó a entrar.
- Toma, yo
ya terminé con el champú –le dijo Maca tendiéndole la botella y el manguito de
la ducha-.
Esther no
reaccionó los primeros segundos, porque Maca se estaba enjabonando el cabello
de espaldas a ella y la espuma le caía por el centro de la espalda.
- ¿Me
ayudas? –le preguntó Maca sacándola de sus pensamientos-.
Esther vio
que echaba la cabeza hacia atrás y entendió que quería que le quitara el jabón
del pelo. Desplazó el chorro de la ducha hacia aquella melena, mientras Maca se
quitaba el jabón. Esther estaba sorprendida de cómo estaba reaccionando Maca,
pues la vez que lo intentaron todo terminó saltando por los aires. De veras que
su técnica parecía estar funcionando con aquella mujer, lo único preocupante
era que ella, cada vez estaba más fuera de sí.
En un
abrir y cerrar de ojos, Maca ya se había duchado y Esther imitando sus prisas
hizo lo mismo, aunque con los nervios a flor de piel. Maca empezó a secarse el
cabello, y Esther hizo lo propio para empezar a alisárselo con la plancha de
pelo.
- ¿Te lo
vas a alisar? –le preguntó Maca mirándola por el espejo, mientras Esther se
colocaba a su lado-.
- Si, ¿no
quieres? –le preguntó Esther, aquella imagen era totalmente subrealista para
ella, jamás había compartido con una clienta aquella cotidianidad-.
- A mí me
gustas de todas formas, así que como tú quieras –le dijo Maca sonriendo
mientras se pasaba el cepillo por el pelo, y volvía a encender el secador-.
Esther lo
meditó un momento, pero finalmente siguió con su idea de alisarse el cabello.
Aquel iba a ser un día importante para los negocios de Maca y quería que todo
estuviera perfecto.
Era cerca
de la una y cuarto del medio día cuando el descapotable de Esther entró en el
parking privado del recinto. Ambas salieron intentando aparentar calma, Maca
entregó las invitaciones a la persona encargada de la recepción, y ésta les
indicó el salón al que debían acudir. Antes de entrar en el amplio salón, Maca
se detuvo, nunca se le había dado bien tener que llamar la atención en eventos
sociales y con la agitación de la mañana andaba bastante nerviosa. Esther pudo
leer en su rostro esa arruguita en la frente que se le marcaba cuando estaba
tensa, deslizó sus dedos sobre los de Maca y entrelazaron sus manos. Maca la
miró.
- Vamos
allá cariño, son todos nuestros –le animó Esther con una sonrisa y Maca se la
devolvió dando un último soplido-.
Su llegada
no pasó desapercibida ante los grupos curiosos que se habían quedado junto a la
puerta para no perderse las llegadas. Maca no conocía apenas a nadie, se sentía
como la invitada equivocada. Al llegar tarde, no había podido hablar con Bea y
ahora se sentía un poco perdida entre tanta gente.
-
Tranquila… todo va a ir bien –le susurró Esther como si pudiera leer sus
pensamientos-.
- ¡Es que
no conozco a nadie, Esther! Los grupos parecen hechos, y tengo la sensación que
estamos fuera de lugar –le dijo angustiada mirando nerviosa en busca de alguien
conocido-.
Entonces
Esther tiró de ella y Maca se giró a mirarla. Esther se pegó a su cuerpo, y con
sensualidad le pasó las manos por la cara, recolocándole el cabello. Maca se
quedó parada, no podía creer que Esther estuviera haciendo aquello delante de
toda esa gente que sin duda las estarían mirando. Maca trató de girar la cabeza,
muerta de vergüenza, para echar un vistazo a su alrededor.
- Shhh… no
mires, mírame a mí, así si –le dijo Esther mientras lucía una sonrisa
encantadora en su rostro y no dejaba de brindarle arrumacos-.
- Esther
estamos llamando la atención –le dijo Maca tímidamente-.
- Lo sé,
pero espera un poco, te aseguro que funciona –le dijo Esther y entonces Maca
levantó una ceja interrogante. “¿Es una táctica?”, se preguntó Maca-.
La
respuesta vino por sí sola, pues uno de los amigos de su padre que no había
visto, se acercó a ellas con su mujer.
- Macarena
Wilson, ¡qué sorpresa! –le saludó el hombre-. No esperaba verte por aquí. Mira
te presento a mi mujer María, no sé si la recordarás.
- Oh,
María, claro que sí. ¿Cómo están? –empezó a entablar una conversación con ellos
Maca.
La joven
Wilson presentó a su acompañante, y entre las dos fueron cubriendo los frentes
que poco a poco se les fueron ampliando, pues el círculo se había abierto
entorno a ellas, y sin darse cuenta, unos a otros se fueron presentando y
conociendo. Había pasado cerca de media hora, cuando Bea apareció en el salón.
No tardó en divisarla pues la iba buscando. La verdad es que se había quedado
preocupada porque había tenido que ausentarse para terminar un asusto
pendiente, y había dejado sola a Maca en medio de gente que no había podido
presentarle. Sin embargo la visión de aquella sociabilidad la hizo sonreír, por
lo visto aquella Maca recatada, tímida y profesional, tenía mucho más que
mostrar de lo que en una primera impresión le había parecido. Al acercarse, se
dio cuenta que había un “peón” importante a su lado en aquel juego, ¿o quizá era
la Reina? … “A Kate, le va a encantar”, pensó para sí Bea, y se aproximó hasta
ellas.
- Hola,
qué bueno que llegaste –le saludó Bea dándole dos besos-.
- Perdona
por el retraso, no pudimos llegar antes –le dijo Maca-.
“Mmm…
pudimos… entonces esta es, la Reina”, confirmó satisfecha Bea.
- Beatriz,
ésta es Esther, mi acompañante –las presentó Maca, y ambas se dieron un par de
besos entablando una agradable conversación sin esfuerzo-.
Bea no
quiso meditar sobre la palabra “acompañante”, pues estaba claro que entre
aquellas dos mujeres existía una relación personal. La manera en que se
desenvolvían hablando y el modo en que se miraban, le bastó para saber que
formaban una armónica pareja.
76
La velada
fue trascurriendo entre conversaciones de placer y de trabajo por igual. Bea le
presentó a aquellas personas que le podían interesar para el proyecto que se
traían entre manos, y Maca saludó y se mostró atenta a las posibilidades de
negocio. Esther por su parte la ayudaba sonriendo y quedándose a su lado.
Cuando se dirigían a ella, hablaba plenamente consciente de los intereses de
Maca para no decir ni de más ni de menos en sus opiniones, a lo que Maca
respondía con una sonrisa cómplice y de vez en cuando, un apretón de mano
agradecido y cálido. No habían terminado de pasear las bandejas de canapés,
cuando de pronto un revuelo se hizo en la entrada de la sala. Maca y Esther se
giraron a mirar, pero no pudieron ver nada puesto que la gente se había
arremolinado entorno a lo que parecía una persona. Bea las siguió con la
mirada, y supo con certeza qué era lo que estaba pasando, sonrió a la espera de
encontrarse bajo aquella mirada azul que le tenía sorbido el seso.
- ¡Es
Kate! –contestó Bea a la pregunta no formulada-.
Maca y
Esther se la quedaron mirando con una sonrisa y una cierta expectativa ante el
misterio.
- Debía haber
estado aquí a primera hora de la mañana, pero ayer tuvo que volver a Londres
para una reunión y su vuelo se ha retrasado… ¡Esta mujer, nunca para quieta!
–les explicó Bea con una sonrisa mientras se giraba para esperar a Kate-. ¡Le
va a encantar que estéis aquí! ¡Sobretodo tú!
Maca se
quedó con la boca abierta, pues Bea le acababa de guiñar un ojo señalándola con
su comentario. Esther se rió de su cara.
- ¿Y tú de
qué te ríes? –le preguntó Maca en un susurro, mientras Bea se había distanciado
unos pasos de ellas-.
- ¡De tu
cara! –le contestó Esther-.
- ¿Qué le
pasa a mi cara? –se picó Maca abriendo los ojos-.
Esther se
alzó de puntillas y le besó en la nariz de pronto.
- ¡Que es
preciosa! Y no me extraña que Kate quiera conocerte –le dijo Esther rematando
su juego, y Maca se puso roja en cuestión de segundos-.
Iba a
rebatir aquello, cuando ante los ojos de las tres mujeres, una mujer de cabello
largo y oscuro sujetado por unas gafas de sol en forma de turbante, apareció
entre la multitud. Su tez era morena, su porte más el de una aventurera que la
de una ejecutiva y sus ojos azul cielo, desprendían tanto fuego que se
distinguían claramente y a distancia. Cuando Kate vio a Bea, su rostro dibujó
una sonrisa blanca e inmensa, rauda cubrió los pocos pasos de distancia sin
prestar ya atención a la gente que quería saludarla. De pronto se halló frente
a ella, y en un gesto inesperado para el resto, Kate alzó del suelo a su mujer
abarcándola y dándole un tremendo beso sin importar lo que el resto opinara.
Maca miró la escena y luego miró a Esther.
- ¿Qué,
cuándo te vas a atrever a hacer eso? –le dijo Esther sin mirarla mientras se
sonreía-.
Maca tragó
saliva, era increíble como Esther podía anticiparse a sus pensamientos en tan
poco tiempo como se conocían. Maca volvió a mirar a Kate y Bea, que ahora
hablaban entre ellas ajenas al resto, y se preguntó porqué no podría ella tener
aquella misma proximidad y complicidad con alguien. De pronto los ojos de Kate
se clavaron en los de Maca tras un comentario de su mujer, Maca quiso echar un
paso hacia atrás por instinto tras ver dibujada aquella sonrisa pícara en el
rostro de la bella mujer. “Oh… oh… ¿y ahora qué pasa?”, se dijo para sí Maca,
que no veía motivo para tanto interés en conocerla.
- Maca, te
presento a Kate –le dijo Bea cuando se acercaron a las dos mujeres-.
-
Encantada de conocerte finalmente –la saludó Maca tendiéndole la mano-.
Kate miró
aquella mano, y luego la tomó, volvió a centrar sus ojos en los de aquella Maca
sonriente y correcta, y tiró de ella hasta pegarla contra su cuerpo.
- ¿Estás
de broma? Tengo tu foto con esa magnífica Harley enmarcada en mi colección de
cultura “sexy-lésbica” y ¿quieres qué me conforme con estrecharte la mano? –le
espetó Kate sonriente y acto seguido la abrazó. Maca se quedó parada y Esther
se quedó preocupada por la reacción que podría tener Maca ante tal proximidad,
pues sin duda Kate era una mujer muy deseable y tal combinación no podía ser
buena-. ¡La encantada de conocerte soy yo!
Le terminó
de saludar Kate con un apretón y un beso en la mejilla, luego la soltó sin
dejar de sonreírle. Maca se quedó un poco traspuesta ante tal muestra de afecto,
pero sin embargo lo que más la desconcertaba era porqué su cuerpo parecía “in
off” ante tal bellezón apretada contra sí. “¡Esto… esto es grande!” pensó,
mientras veía como Bea le presentaba a su mujer a Esther, que sin dudar, y
haciéndose cargo de la situación, distrajo durante unos minutos la atención de
Kate con una mini conversación para que Maca pudiera reponerse.
- Así que
es tuya… vaya –decía Kate con una sonrisa complacida-.
- Sí, es
mi empresa. Pero nada que ver con lo vuestro desde luego –dijo Esther pendiente
a la vez de Kate y de Maca que aún no hablaba-.
- Bueno,
son sectores distintos, pero he oído hablar de vosotros, no creas… los eventos
los tenéis muy bien organizados, y es un lujo como conseguís armonizar el
juntar a tanta gente polémica sin que haya sangre de por medio –le dijo Kate-.
Maca,
escuchándolas, se dio cuenta de lo poco que sabía de Esther y de su “otro”
trabajo. Sorprendida escuchó a Esther mientras le explicaba a Kate, que el
truco de las veladas de negocios, fueran cenas o comidas, estaba en saber
sentar a cada quien en la mesa apropiada y junto a la persona indicada, y que
para ello su empresa realizaba un elaborado estudio no sólo de los asistentes,
sino de las compatibilidades personales entre ellos y sus intereses en el
negocio.
- ¿Lo has
oído Bea? –le dijo Kate girándose hacia su mujer, la cual apartó los ojos de
las reacciones de Maca y se centró en ellas-. Esto nos puede venir de puta
madre para el evento de los Gómez y Gutiérrez. ¡Es que se llevan a matar!
–explicó Kate a Esther-. Me tienes que dar una tarjeta tuya, porque nos va a
venir genial tu trabajo con esta gente.
- Eso está
hecho –le dijo Esther complacida-.
-
Buenoooo… ¿qué callado lo tenías no? –le soltó de pronto Kate a Maca, la cual
reaccionó con un interrogante en el rostro- ¿Cómo has conseguido mantener a
esta preciosidad en el anonimato con esos buitres de la prensa que te siguen?
Maca
quería decir algo a aquello, pero la verdad es que no le salían las palabras,
por suerte Esther la cogió de la cintura y se abrazó a ella.
- ¡Eso es
porque me guarda celosamente! ¿Verdad cariño? –le dijo Esther con una sonrisa,
y Maca reaccionó bajo aquella mirada y contacto conocidos-.
- Por
supuesto… toda para mí –contestó Maca por fin, dibujando una sonrisa-.
Kate miró
a Bea sonriente. Bea le correspondió aunque tenía sus interrogantes en la
cabeza. Tras aquella ruptura de hielo, las cuatro mujeres terminaron de ponerse
al día entre risas, negocios y copas de vino. Eran cerca de las cinco de la
tarde, cuando Kate y Bea se separaron de ellas para despedirse de la gente.
Esther aprovechó que estaban a solas en aquel rinconcito de la sala para hablar
con Maca.
- ¿Bueno
qué? ¿Qué te ha parecido? –le preguntó Esther sentándose más cerca de ella en
aquel pequeño sofá-.
- Creo que
ha ido bien, ¿no crees? –le contestó Maca consciente por primera vez de que
volvían a estar a solas-.
- Sí, creo
que sí… ¿pero qué te han parecido ellas? –quiso saber Esther apartándole el
pelo de la cara-.
Maca se
perdió unos segundos en aquel gesto, el roce de los dedos de Esther sobre su
cara le recordó que hacía horas que no se tocaban. Esther se paró a mirarla, y
Maca buscó rauda una respuesta.
- ¡Kate
está loca! –dijo convencida-.
-
jajajja….. –Esther se echó a reír, pues no le había pasado inadvertida la
espontaneidad de Kate, y mucho menos el desconcierto de Maca ante una mujer así
tratándose de negocios-. ¡Bueno, eso es evidente! ¿Qué pasó durante el abrazo?
Pensé que te me vendrías a bajo.
La
pregunta fue directa a sus inquietudes. “¿Qué, qué ha pasado?... Eso quisiera
yo saber, el por qué una mujer así casi me corta la respiración abrazándome y
ni tiemblo, cuando tú me pones un dedo encima y parece que se bate el suelo
bajo mis pies… ¿Se puede saber qué me estás haciendo? ¿Me estás curando o estoy
enfermando por ti, en realidad?” pensaba Maca descontroladamente mientras sabía
que tenía que dar algún tipo de contestación.
- Si te
digo la verdad, me sorprendió, pero no pasó nada –dijo Maca encogiéndose de
hombros-.
Esther se
quedó callada unos segundos.
- ¿Qué
quiere decir nada? ¿no temblor, no inquietud… no rastro de ningún cosquilleo
que indique síntomas de los estragos que te causa el excitarte? –le preguntó
Esther bajito, como si pudieran oírlas-.
Maca negó
con la cabeza repetidas veces.
- Nada…
nada de nada, sólo sorpresa porque no lo esperaba. ¿Qué crees que significa?
–le preguntó Maca, pues sin duda Esther era la experta en aquellas cosas-.
- mmm… no
sé, puede que ya no te afecte tanto el que otras mujeres se te acerquen…
porque… ¿Kate para ti está buena, no? –le preguntó Esther como si aquella duda
le asaltara de pronto-.
- ¿Estás
de broma? ¡Para quién no estaría buena una mujer así! –le dijo Maca con ojos
abiertos. Claro que Kate le había impactado, tendría sus cuarenta y pico años,
pero era una mujer despampanante se mirara por donde se mirara-.
- Yo que
sé, eres tú la rarita… -le bromeó Esther para quitarle importancia-.
- ¡Ah…
estupendo! ¡Soy rarita! ¡Genial! –soltó Maca de pronto siguiendo el juego-. Ya
me quedo más tranquila, gracias por tu ayuda.
- jajajja…
bueno vale, quizá sea que estás progresando con esto de la proximidad, o que
simplemente el saber que es la mujer de Bea haya bloqueado tu deseo… ¿te vale
así? –le dijo Esther respondiendo a su primera pregunta-.
- mmm… sí,
me vale doctora –le dijo Maca más tranquila tras escuchar aquello, pues en
cierto modo aplacaba sus temores-.
Esther se
puso a reír por el comentario de doctora, luego volvieron a hablar como siempre,
hasta que Bea fue a buscarlas pues iban a seguir con la velada en un salón
adjunto tomándose unas copas con la poca gente joven que se había quedado por
allí. El acto laboral se había terminado, y al entrar en aquella sala, el aire
distendido se notó al instante. Gente que habían conocido antes, y gente nueva
incorporada, hablaban mientras una suave música sonaba de fondo, y una
improvisada barra servía copas a quienes quisieran.
- ¿Un
whisky doble con poco hielo Maca? –le propuso Kate-.
- ¿Cómo
sabes que…? –Maca iba a preguntarle como sabía lo que tomaba, pero al ver la
sonrisa en Kate, lo dedujo-. Ya, la entrevista.
- Of
course… ¿tú que vas a tomar Esther? –le preguntó Kate-.
- Una
cola, por favor –le contestó-.
- Uy, otra
niña sana como mi Bea… por Dios, nos van a plagar a este paso… -dijo Kate con
cara rara-.
- ¡Como si
tú te quejaras de la plaga! ¡Anda ve…! –le dijo Bea dándole un azote cariñoso,
y Kate hizo una graciosa reverencia a forma de obediencia antes de salir hacia
la barra-.
De pronto
la secretaria de Bea, le cortó el paso a Kate para anunciarle alguna cosa. Kate
pareció discutir algo, pero finalmente accedió y volvió a por Bea.
- Bea
cariño, creo que nos reclaman… ¿Chicas, nos disculpáis un momento? Parece que
aun nos queda despedirnos de alguien, ¿no os importa serviros vosotras mismas,
no? –les dijo Kate-.
- Oh, por
nosotras no os preocupéis –contestaron casi al unísono-
Bea
sonrió, pero Kate se rió a boca llena.
- ¡Dios,
parecéis el Duo Dinámico…! jajaja… ¡Me pregunto qué resultados tendrá tanta compenetración
en otros terrenos! –terminó soltándoles Kate mientras les guiñaba un ojo y se
marchaba-.
Maca se
quedó con la boca entre abierta, y Esther esta vez también se había quedado del
mismo modo.
- ¿A
insinuado, lo que yo creo? –le preguntó Esther sin girarse a mirarla-.
- Creo que
sí –dijo Maca-.
Las dos se
miraron, y se echaron a reír preguntándose qué pensaría Kate si supiera de su
verdadera situación. Finalmente Esther se ofreció a ir a por las bebidas,
mientras Maca terminaba de saludar a una conocida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario