Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
- Oh,
claro, claro… voy –decía Sofía a un hombre que se había acercado para hablar
con ella. Sofía se giró y se despidió de las dos mujeres-. Bueno, si me
perdonáis, creo que tengo que hablar con alguien antes de marcharme. Ha sido un
placer conocerte Esther.
- Lo mismo
digo Sofía –le dijo Esther correspondiendo al abrazo sincero que le dio la
mujer-.
- Y bueno
tú, enhorabuena, espero que os vaya muy bien… ¡Qué calladito lo tenías granuja!
Como se nota que no te gusta hablar de tus cosas –le decía Sofía mientras la
abrazaba-. ¡Me he alegrado muchísimo de volver a verte!
- Y yo de
verte a ti –le dijo Maca con cariño-. Nos llamamos ¿eh?, que no quiero que
pasen cuatro años más para saber de ti.
- ¡Eso
está hecho! –le dijo Sofía con una sonrisa y se alejó, perdiéndose en la sala-.
Esther
esperó prudentemente a que se alejara, luego se volvió hacia Maca.
- ¿Cómo
estás? –le preguntó preocupada, su cara dejó de sonreír-.
-
¡Temblando! –le aseguró Maca con no muy buena cara-.
Esther
observó las posibilidades.
- ¡Ven!
–le dijo tomándola de la mano para apartarla un poco, y conseguir apoyarla
contra la pared, así por lo menos se notaría menos-. Maca tranquilízate, ¿sí? Ya
se ha ido y no ha pasado nada, así que relájate.
- Me
quiero ir Esther, te aseguro que si no hubieras estado aquí hubiera salido corriendo
–le dijo Maca con amargura-.
“Aggggggggggggggg….
Hijaaaaaaaaaa de putaaaaaaaaaaaaa”, quería gritar Esther pensando en cómo una
mujer como Maca podía estar así por aquella Azucena de mierda que era tan
poquita cosa.
- Cariño,
aún no podemos marcharnos. Hay que despedirse de Bea y Kate sin que se note lo
que ha pasado, y con lo importante que es este proyecto para ti no podemos
permitirnos que lo brillante de tu trabajo quede tapado por el recuerdo de una
escenita entre “ex”… ¿lo entiendes, verdad? –le decía Esther apartándole el
pelo de la cara para que respirara-.
- Sí,
llevas razón. No sé qué haría sin ti, gracias Esther –le agradeció Maca su
serenidad y el que estuviera con ella-.
- No hay
porque darlas, además sé que eres más fuerte de lo que crees, así que cálmate,
hagamos lo poco que nos queda por hacer y nos vamos casa, ¿vale? –la trató de
serenar Esther con una gran sonrisa y liberándola de su contacto físico, por
hoy Maca parecía haber tenido suficiente-.
- Vale –le
dijo Maca-.
Cuando pareció
que nuestra protagonista se relajaba y volvía a tener algo de su autocontrol,
decidieron ir a buscar a Kate y Bea para marcharse a casa. Pero antes de que
Maca pudiera dar un paso se encontró con la mirada fría de Azucena que llevaba
rato observándolas desde una prudente distancia.
- ¿Qué
pasa? –se asustó Esther de la cara que tenía Maca, quiso girarse a ver lo que
pasaba viendo que Maca no respondía, pero se lo impidió-.
Maca
agachó la cabeza, apartando los ojos de aquel mal recuerdo.
- No te
gires, Azucena nos observa… conozco esa mirada Esther –le aseguró Maca que
volvía a temblar-.
“Perooooo,….
Perooo… ¿Qué pasa? ¿Cómo puedes ponerte así sólo con pensar en lo que puede
causar en ti?”… Esther estaba muy preocupada por Maca, si no se calmaba acabaría
teniendo un ataque de pánico.
- Tranquilízate
Maca, te va a dar algo -le pidió Esther con dulzura, tratando de mantenerla
consigo y no pensando en Azucena-.
- No lo
entiendes, está esperando para embestir Esther… la conozco, va a montar algo… no me va a dejar marchar
así, no hasta que demuestre que aún le pertenezco –decía Maca aterrada-.
Esther la
miró, no la entendía muy bien. No podía imaginar qué podría hacer Azucena
estando ella presente. Sabía que Maca no soportaba las escenas, pero eso no era
suficiente para ponerla así y era lo único que Esther veía que Azucena podría
hacer.
- No va a
pasar nada Maca, ¿me oyes? –le dijo Esther con firmeza, cogiéndole la cara
entre sus manos porque aquella mujer parecía fuera de control-. Lo único que
puede hacer es montarte una escena, y yo estoy contigo, no va a pasar nada.
Maca negó
con la cabeza, escondiéndose tras la figura de Esther para que Azucena no la
viera.
- No, no,
no puedo enfrentarme otra vez a ella…-decía Maca que no se sentía con fuerzas-.
No, no, dejes que se acerque Esther, no quiero que me toque.
- No se va
a acercar cariño, nadie te va a tocar -le aseguró Esther-.
- Sí, sí
lo hará…. Ella sabe hacerme saltar… -Maca se quedó blanca-. ¡Ya viene!
-
¡¡¿Qué?!! –se sobresaltó Esther, que se moría por girarse para ver qué pasaba,
pero que sabía que no podía darle aquella ventaja a Azucena de saber que
estaban hablando de ella-.
Maca
empezó a convulsionar delante de ella, a Esther se le rompieron todos los
esquemas. No podría controlar a Maca con palabras, parecía que la imagen de
Azucena anulaba todo lo que había conseguido tener con Maca, incluida su
confianza. Por como Maca agachó la mirada, Esther supo que Azucena seguía
avanzando hacia ellas.
“Diosssss….
¡Esto no puede estar pasando!...”, pensaba Esther mientras su cabeza trabajaba
a un ritmo vertiginoso para encontrar una salida. Entonces Maca echó un paso
hacia atrás, Esther no podía permitir que Azucena ganara aquella batalla, si
Maca perdía la confianza en sí misma jamás la recuperaría. Con el corazón
desbocado y como “a cámara lenta”,
Esther cubrió el paso que Maca había retrocedido y buscó con certeza la boca de
Maca, que en cuestión de segundos se notó aplastada contra la pared, con el
cuerpo de Esther fuertemente apretado contra el suyo para que no se cayera. “Si
va a pasar algo, es mejor que sea por mi culpa” pensó Esther para sí, mientras
la abrazaba sin poner freno a lo que estaba a punto de hacer.
Maca
sintió la lengua de Esther explorándola, los ojos se le cerraron y el mundo empezó
a desaparecer a su alrededor, tembló. Esther apretó con más fuerza estrechándola
con sus fuertes brazos. El agua empezó a emanar en la boca de las dos, en
aquella entrega que ya era mutua. Maca sintió como la flacidez de sus músculos,
dejaba paso a una tensión conocida. Esther sintió que se desataba lo que
llevaba una semana conteniendo. Sus manos se posaron en el culo de Maca y lo
estrujaron pegándola más contra sí, Maca gimió en la boca de Esther ante aquel
gesto. “Perdóname” pidió Esther en silencio, y deslizó con urgencia una pierna
entre las de Maca notando como sus caderas se encontraban. Maca gimió de nuevo,
envuelta por la sensación de aquella boca experta, aquellas manos aferradas a
su anatomía y aquella pierna que accionaba entre las suyas el detonador de su
ser. Los brazos de Maca reaccionaron y abrazaron a Esther mientras la danza de
sus lenguas proseguía. Maca acarició con sus dedos aquella nuca sensible, lo
que provocó en Esther un escalofrío que la guió a morderle la boca… Las dos
gimieron y sus manos empezaron a desesperar. El huracán estaba ya entre las
dos, Maca pareció cobrar vida de repente y sus manos empezaron a buscar piel,
Esther entonces se dio cuenta que Maca empezaba a perder el control de la
situación. Sutilmente cambió de posición para poder ver si Azucena seguía por
allí, pero no había rastro ya de ella… en cambio otras personas las miraban,
mientras Maca se enzarzaba lamiéndole el cuello. Esther miró al techo al sentir
aquel cosquilleo. “Ayyy madreeee…. ¿Por qué no me harás esto en casa?” pensaba
para sí, sabiendo que le tocaba poner fin a aquella locura.
- Maca …
-la llamó en un susurro tomado Esther-… mmmmmmmm
Esther no
pudo decir nada más, Maca cubrió de nuevo su boca con gran pasión y Esther se
vio de cazadora a cazada por la destreza de los besos de aquella mujer, que
ahora era la que la aplastaba contra la pared a ella. Esther se derritió en
aquella boca y aquellas caricias que sentía como una tortura que no quería
detener, entonces fue cuando Maca alcanzó su teta, estimulándola con la palma
de la mano.
- ¡¡Diossssss!!
–soltó Esther en un pequeño grito de placer, apartándose de la boca de Maca
para poder respirar y detener aquella situación-.
Maca se
detuvo con la respiración agitada y la vista nublada por el deseo.
- Perdd…perdona…
yooo… Esther… yooo… -empezó a decir Maca-.
Esther la
vio caer al suelo ante sí como si una montaña fuera demolida. Trató de
sujetarla, pero el cuerpo de Maca parecía no tener huesos que la sostubieran, y
las dos cayeron al suelo. Esther sólo pudo amortizar el golpe de aquella mujer
que sobrepasada por la intensidad de los hechos se había desmayado.
80
- Sí,
gracias, ya parece que vuelve en sí
Escuchaba
de lejos Maca la voz de Esther.
- Esther..
–la llamó Maca-.
- Hola
cariño –le sonrió Esther ya más tranquila de ver que se recuperaba-.
- ¿Qué..
qué ha pasado? –preguntó Maca dándose cuenta que a su alrededor se había hecho
un corrillo de gente que Kate y Bea trataban de mantener a cierta distancia-.
- Te
desmayaste cariño –le contestaba Esther mientras le acariciaba la cara-. ¿Cómo
estás?
- Ya está
bien, no ha sido nada, sólo un susto –decía Kate disgregando a los curiosos
ante la mirada de Maca-.
Maca se
incorporó un poco con ayuda de Esther, pero aún no era capaz de levantarse del
suelo.
- Bien,
creo que estoy bien… un poco confusa –dijo Maca analizando lo que estaba
ocurriendo-, y creo que me duele el culo –trató de sonreír Maca-.
- jaja..
sí cariño, puede ser que te duela, no pude contigo –le dijo Esther riendo al
ver que el susto se había esfumado-. Te me desplomaste, pero no pasó nada grave.
Entonces
Maca se acordó.
-
¿Azucena? –preguntó cambiando de cara-.
- Todo
bien, parece que se marchó tras vernos enzarzadas… no te vio desmayarte –le
dijo Esther mientras la trataba con cariño-. Así que no pienses más en ella.
- Gracias
–le dijo Maca con sinceridad-.
- Para eso
estamos, gatita –le contestó Esther, aunque su corazón había quedado más tocado
de lo que pretendía después de aquellos hechos entre las dos-.
- Ayúdame
a levantarme –le pidió Maca-.
- ¿Segura?
–preguntó Esther y Maca afirmó con la cabeza-.
- Eoooo …
eoooo… ¡Espera fiera! –le gritó Kate viendo que Maca quería levantarse- Deja
que te echemos una mano al menos. ¡Tranquila Esther, yo puedo!
Se ofreció
Kate a levantar a Maca, mientras Esther se incorporaba junto a ella, pues
aunque no se le notara, no se sentía tan fuerte como pensaba. Maca se apoyó en
Kate y dejó que la ayudara a sentarse en uno de los sofás de la sala, Esther se
sentó a su lado sin perderla de vista. Bea apareció con un vaso de agua y se lo
dio a Maca, la cual bebió agradecida por tanta atención. Cuando Maca pareció
estar bien, Kate ya no pudo contenerse más para bromear…
- Vaya con
la de la Harley… el susto que nos has pegado por culpa del calentón –dijo Kate,
ante lo cual Esther y Bea sonrieron, y Maca se sonrojó-.
- Pórtate
bien cariño… -le regañó Bea-.
- No, si
yo bien me porto, amor… pero a ver cuando me das uno de esos a mí, que yo
también quiero desmayarme de gusto –soltó Kate poniendo cara lujuriosa-.
Entonces
sí, las cuatro estallaron en risas, pues tras aquellos momentos tan intensos,
el humor de Kate era sin duda, un gran soplo de aire fresco.
---
Una hora
más tarde, Maca y Esther llegaban al apartamento tras asegurarles a Kate y a
Bea que estaban bien y que las llamarían si las necesitaban.
- Bueno ya
estamos en casa –dijo Esther tras abrir la puerta-.
- Sí, es
un alivio, la verdad –dijo Maca dejándose caer en el sofá-.
- ¿Quieres
que te prepare algo de comer? ¿o cualquier otra cosa? –le preguntó Esther que
no se atrevía a sentarse cerca de Maca, pues el recuerdo de aquella punta del
iceberg que había vislumbrado en ella cuando se habían enredado de pies y
manos, la tenía bastante alterada-.
- No,
gracias… creo que lo mejor va a ser que me duche y me cambie de ropa –dijo Maca
poniéndose de nuevo en pie-.
- ¿Podrás
tú sola? –le preguntó Esther, y rogó porque la respuesta fuera afirmativa, pues
no se veía capaz de ducharse con ella de nuevo-.
Maca la
miró a los ojos, se le acercó y le dejó un beso en la frente.
- ¡Estoy
bien! Así que deja de preocuparte, ¿vale? –le dijo Maca dulcemente-.
- Vale
–contestó Esther y vio como Maca se perdía camino al dormitorio-.
“Diossssssssssss….
Pero dónde coño me he metido yo ahora”, se dijo para sí Esther que sin pensárselo
si quiera, alcanzó la botella de whisky que descansaba en la pequeña barra-bar
que había en el salón, y se metía un buen lingotazo directamente del envase…
“Mierdaaaaaa… mierdaaaaaaaaa… mierdaaaaaaaaaaaaa” quiso gritar Esther, que
necesitaba como una loca descargar todo lo que llevaba dentro y sin embargo no
podía.
Al cabo de
un rato, Maca y Esther ya estaban cambiadas con ropa de casa, y Esther se metió
en la cocina para preparar algo para cenar, pues no le parecía bien que Maca se
acostara con el estómago vacío después de lo ocurrido. Las dos se encontraban
sumergidas en sus pensamientos, con lo que el dialogo entre ellas era escaso
aunque ninguna se percataba de ello. Cuando terminaron de cenar, Esther se
quedó fregando los platos… Maca recogió la mesa y se le quedo mirando.
- Esther
–se atrevió por fin a hablar Maca-.
- ¿Si?
–contestó Esther sin girarse mientras se entretenía con lo que estaba haciendo
más de lo necesario-.
- ¿Estás
enfadada conmigo? –le preguntó Maca-.
Esther
cerró los ojos antes de contestar… “por favor, no juegues conmigo” pensó para
sí, rota por esa ambigüedad que veía en aquella mujer, a veces dulce e inocente
como un infante… y otras tan explosiva como la dinamita.
- Claro
que no, ¿por qué iba a estarlo? –le respondió Esther-
Maca se
quedó callada, se había dado cuenta de que Esther rehuía mirarla desde que
habían llegado, y aunque al principio le había producido un gran alivio no
tener que enfrentarse a aquellos ojos, ahora le parecía una tortura.
-
¿Entonces, qué pasa? –le preguntó Maca con suavidad, mientras se ponía a su
lado y cerraba el grifo del fregadero-.
- No te
entiendo, ¿qué quieres que pase? –le preguntó Esther como si no supiera de qué
le estaba hablando-.
- Yo no
quiero que pase nada, por eso quiero saber por qué me rehúyes –le dijo Maca
directamente con firmeza-.
Esther se
le quedó mirando, no tenía ninguna respuesta que darle. Se sentía desarmada y
no sabía los motivos, notaba muchas emociones rondándole por la cabeza y por la
piel, sensaciones que no conocía. Tanto de deseo, como de miedo e ira, o como
de un cariño que no podía catalogar, y todas juntas se le arremolinaban en
mitad del pecho. Sabía que debía salir corriendo de allí, pero sin embargo sus
pies no le dejaban abandonar aquella casa, a aquella mujer que ahora la miraba
con temor en los ojos, esperando unas palabras que la serenaran y le hicieran
ver que todo seguía como siempre. “Por qué no puedes ser como las otras… porqué
me complicas mi trabajo” pensaba Esther, y acordándose de quien era, esbozó una
sonrisa que resultara convincente.
- No te
rehúyo gatita, es sólo que ha sido un día de muchas emociones, y estoy algo
cansada –le aseguró Esther acariciándole la cara-.
- ¿De
verdad que sólo es eso? –preguntó Maca-.
- Claro
que sí –y como para convencerla, le dio un ligero beso en los labios raudo y
veloz-.
Maca cerró
los ojos por aquel brevísimo contacto, y antes de que la mano de Esther
abandonara su cara la atrapó entre la suya. Esther se quedó parada.
- Quiero
que sepas, que siento mucho lo que te he hecho esta tarde -dijo Maca despacio y
con temor-. No pretendía asustarte, sólo que no lo esperaba y no pude
controlarme.
Ante
aquellas palabras Esther no pudo evitar reaccionar, no podía dejar que Maca
pensara que se comportaba de aquella forma por culpa del momento de pasión que
habían vivido.
- ¿De qué
estás hablando? –se quedó perpleja Esther ante tal interpretación por parte de
Maca-. Maca, no tienes porqué disculparte por haberte dejado llevar un poco, si
no recuerdo mal, creo que fui yo la que lo propicio… y desde luego que no me
asustaste, ni mucho menos hiciste algo malo.
Maca se
quedó parada por la fuerza con que Esther trataba de meter aquellas palabras en
su cabeza, parecía cabreada de repente.
- ¡¡Por
Dioss santoooooooo… pero cómo esa hijaaaa de putaaaa te ha podido quebrar de
esta forma!! -escupió de pronto Esther separándose de Maca, estallando por
primera vez ante sus ojos-. ¿Cómo ha conseguido confundirte tanto, que has
llegado a creer que tu pasión es una abominación si no la tienes bajo control?
Que desees, que tengas ganas de sexo, que te dejes llevar es bueno Maca… no
puedes prescindir de ello para siempre, y que una hija de puta se haya
aprovechado de ti, no significa que seas tú la enferma, la tarada psicópata y
oscura es ella por utilizarlo en tu contra…
Maca no
sabía por dónde le caían tantas verdades, mientras Esther andaba de un lado
para otro enfurecida echando afuera un amasijo de pensamientos de forma brutal
y directa.
- ¡Tú no
tienes nada malo! ¿Me oyes? ¡Ni lo tienes ni haces nada malo por sentir deseo y
tener ganas de un buen polvo, coño! –le dijo Esther mirándola de frente
mientras tomaba aire tras aquel arrebato que no sabía muy bien por qué no había
contenido-.
Maca
notaba que el pulso le latía en las sienes, se frotó la cabeza, le empezaba a
doler como si a presión Esther le hubiera metido aquellas palabras dentro.
Trató de buscar serenidad en aquel caos que sentía… todo era tan confuso, su
razón le decía lo mismo que le decía Esther, su corazón y su temor la cagaban
por entero bloqueándola.
- Yo,… -no
sabía que responder ante aquella mirada que permanecía a la espera-. Yo sólo
tengo miedo, no sé si podré…
- ¡¡¡JODERRR!!!!,
¡¡¡claro que puedes!! -gritó Esther-.
Y antes de que Maca se
diera cuenta, Esther se lanzó sobre ella, y la empezó a besar en la boca. Maca
reculó contra la encimera temerosa, pero Esther prosiguió con paso firme hasta
conseguir notar como Maca se rendía al beso. El primer gemido de Maca llegó
como una explosión para Esther, que se vio fuera de sí misma. Por primera vez,
no pensaba que tenía una cliente entre sus brazos; por primera vez, no veía más
allá de la pasión que sabía existía entre ellas y se negaba a echar el freno,
furiosa y decidida a borrar a aquella zorra de la cabeza de aquella mujer a la
se moría por poseer y proteger al mismo tiempo
Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
- Oh,
claro, claro… voy –decía Sofía a un hombre que se había acercado para hablar
con ella. Sofía se giró y se despidió de las dos mujeres-. Bueno, si me
perdonáis, creo que tengo que hablar con alguien antes de marcharme. Ha sido un
placer conocerte Esther.
- Lo mismo
digo Sofía –le dijo Esther correspondiendo al abrazo sincero que le dio la
mujer-.
- Y bueno
tú, enhorabuena, espero que os vaya muy bien… ¡Qué calladito lo tenías granuja!
Como se nota que no te gusta hablar de tus cosas –le decía Sofía mientras la
abrazaba-. ¡Me he alegrado muchísimo de volver a verte!
- Y yo de
verte a ti –le dijo Maca con cariño-. Nos llamamos ¿eh?, que no quiero que
pasen cuatro años más para saber de ti.
- ¡Eso
está hecho! –le dijo Sofía con una sonrisa y se alejó, perdiéndose en la sala-.
Esther
esperó prudentemente a que se alejara, luego se volvió hacia Maca.
- ¿Cómo
estás? –le preguntó preocupada, su cara dejó de sonreír-.
-
¡Temblando! –le aseguró Maca con no muy buena cara-.
Esther
observó las posibilidades.
- ¡Ven!
–le dijo tomándola de la mano para apartarla un poco, y conseguir apoyarla
contra la pared, así por lo menos se notaría menos-. Maca tranquilízate, ¿sí? Ya
se ha ido y no ha pasado nada, así que relájate.
- Me
quiero ir Esther, te aseguro que si no hubieras estado aquí hubiera salido corriendo
–le dijo Maca con amargura-.
“Aggggggggggggggg….
Hijaaaaaaaaaa de putaaaaaaaaaaaaa”, quería gritar Esther pensando en cómo una
mujer como Maca podía estar así por aquella Azucena de mierda que era tan
poquita cosa.
- Cariño,
aún no podemos marcharnos. Hay que despedirse de Bea y Kate sin que se note lo
que ha pasado, y con lo importante que es este proyecto para ti no podemos
permitirnos que lo brillante de tu trabajo quede tapado por el recuerdo de una
escenita entre “ex”… ¿lo entiendes, verdad? –le decía Esther apartándole el
pelo de la cara para que respirara-.
- Sí,
llevas razón. No sé qué haría sin ti, gracias Esther –le agradeció Maca su
serenidad y el que estuviera con ella-.
- No hay
porque darlas, además sé que eres más fuerte de lo que crees, así que cálmate,
hagamos lo poco que nos queda por hacer y nos vamos casa, ¿vale? –la trató de
serenar Esther con una gran sonrisa y liberándola de su contacto físico, por
hoy Maca parecía haber tenido suficiente-.
- Vale –le
dijo Maca-.
Cuando pareció
que nuestra protagonista se relajaba y volvía a tener algo de su autocontrol,
decidieron ir a buscar a Kate y Bea para marcharse a casa. Pero antes de que
Maca pudiera dar un paso se encontró con la mirada fría de Azucena que llevaba
rato observándolas desde una prudente distancia.
- ¿Qué
pasa? –se asustó Esther de la cara que tenía Maca, quiso girarse a ver lo que
pasaba viendo que Maca no respondía, pero se lo impidió-.
Maca
agachó la cabeza, apartando los ojos de aquel mal recuerdo.
- No te
gires, Azucena nos observa… conozco esa mirada Esther –le aseguró Maca que
volvía a temblar-.
“Perooooo,….
Perooo… ¿Qué pasa? ¿Cómo puedes ponerte así sólo con pensar en lo que puede
causar en ti?”… Esther estaba muy preocupada por Maca, si no se calmaba acabaría
teniendo un ataque de pánico.
- Tranquilízate
Maca, te va a dar algo -le pidió Esther con dulzura, tratando de mantenerla
consigo y no pensando en Azucena-.
- No lo
entiendes, está esperando para embestir Esther… la conozco, va a montar algo… no me va a dejar marchar
así, no hasta que demuestre que aún le pertenezco –decía Maca aterrada-.
Esther la
miró, no la entendía muy bien. No podía imaginar qué podría hacer Azucena
estando ella presente. Sabía que Maca no soportaba las escenas, pero eso no era
suficiente para ponerla así y era lo único que Esther veía que Azucena podría
hacer.
- No va a
pasar nada Maca, ¿me oyes? –le dijo Esther con firmeza, cogiéndole la cara
entre sus manos porque aquella mujer parecía fuera de control-. Lo único que
puede hacer es montarte una escena, y yo estoy contigo, no va a pasar nada.
Maca negó
con la cabeza, escondiéndose tras la figura de Esther para que Azucena no la
viera.
- No, no,
no puedo enfrentarme otra vez a ella…-decía Maca que no se sentía con fuerzas-.
No, no, dejes que se acerque Esther, no quiero que me toque.
- No se va
a acercar cariño, nadie te va a tocar -le aseguró Esther-.
- Sí, sí
lo hará…. Ella sabe hacerme saltar… -Maca se quedó blanca-. ¡Ya viene!
-
¡¡¿Qué?!! –se sobresaltó Esther, que se moría por girarse para ver qué pasaba,
pero que sabía que no podía darle aquella ventaja a Azucena de saber que
estaban hablando de ella-.
Maca
empezó a convulsionar delante de ella, a Esther se le rompieron todos los
esquemas. No podría controlar a Maca con palabras, parecía que la imagen de
Azucena anulaba todo lo que había conseguido tener con Maca, incluida su
confianza. Por como Maca agachó la mirada, Esther supo que Azucena seguía
avanzando hacia ellas.
“Diosssss….
¡Esto no puede estar pasando!...”, pensaba Esther mientras su cabeza trabajaba
a un ritmo vertiginoso para encontrar una salida. Entonces Maca echó un paso
hacia atrás, Esther no podía permitir que Azucena ganara aquella batalla, si
Maca perdía la confianza en sí misma jamás la recuperaría. Con el corazón
desbocado y como “a cámara lenta”,
Esther cubrió el paso que Maca había retrocedido y buscó con certeza la boca de
Maca, que en cuestión de segundos se notó aplastada contra la pared, con el
cuerpo de Esther fuertemente apretado contra el suyo para que no se cayera. “Si
va a pasar algo, es mejor que sea por mi culpa” pensó Esther para sí, mientras
la abrazaba sin poner freno a lo que estaba a punto de hacer.
Maca
sintió la lengua de Esther explorándola, los ojos se le cerraron y el mundo empezó
a desaparecer a su alrededor, tembló. Esther apretó con más fuerza estrechándola
con sus fuertes brazos. El agua empezó a emanar en la boca de las dos, en
aquella entrega que ya era mutua. Maca sintió como la flacidez de sus músculos,
dejaba paso a una tensión conocida. Esther sintió que se desataba lo que
llevaba una semana conteniendo. Sus manos se posaron en el culo de Maca y lo
estrujaron pegándola más contra sí, Maca gimió en la boca de Esther ante aquel
gesto. “Perdóname” pidió Esther en silencio, y deslizó con urgencia una pierna
entre las de Maca notando como sus caderas se encontraban. Maca gimió de nuevo,
envuelta por la sensación de aquella boca experta, aquellas manos aferradas a
su anatomía y aquella pierna que accionaba entre las suyas el detonador de su
ser. Los brazos de Maca reaccionaron y abrazaron a Esther mientras la danza de
sus lenguas proseguía. Maca acarició con sus dedos aquella nuca sensible, lo
que provocó en Esther un escalofrío que la guió a morderle la boca… Las dos
gimieron y sus manos empezaron a desesperar. El huracán estaba ya entre las
dos, Maca pareció cobrar vida de repente y sus manos empezaron a buscar piel,
Esther entonces se dio cuenta que Maca empezaba a perder el control de la
situación. Sutilmente cambió de posición para poder ver si Azucena seguía por
allí, pero no había rastro ya de ella… en cambio otras personas las miraban,
mientras Maca se enzarzaba lamiéndole el cuello. Esther miró al techo al sentir
aquel cosquilleo. “Ayyy madreeee…. ¿Por qué no me harás esto en casa?” pensaba
para sí, sabiendo que le tocaba poner fin a aquella locura.
- Maca …
-la llamó en un susurro tomado Esther-… mmmmmmmm
Esther no
pudo decir nada más, Maca cubrió de nuevo su boca con gran pasión y Esther se
vio de cazadora a cazada por la destreza de los besos de aquella mujer, que
ahora era la que la aplastaba contra la pared a ella. Esther se derritió en
aquella boca y aquellas caricias que sentía como una tortura que no quería
detener, entonces fue cuando Maca alcanzó su teta, estimulándola con la palma
de la mano.
- ¡¡Diossssss!!
–soltó Esther en un pequeño grito de placer, apartándose de la boca de Maca
para poder respirar y detener aquella situación-.
Maca se
detuvo con la respiración agitada y la vista nublada por el deseo.
- Perdd…perdona…
yooo… Esther… yooo… -empezó a decir Maca-.
Esther la
vio caer al suelo ante sí como si una montaña fuera demolida. Trató de
sujetarla, pero el cuerpo de Maca parecía no tener huesos que la sostubieran, y
las dos cayeron al suelo. Esther sólo pudo amortizar el golpe de aquella mujer
que sobrepasada por la intensidad de los hechos se había desmayado.
80
- Sí,
gracias, ya parece que vuelve en sí
Escuchaba
de lejos Maca la voz de Esther.
- Esther..
–la llamó Maca-.
- Hola
cariño –le sonrió Esther ya más tranquila de ver que se recuperaba-.
- ¿Qué..
qué ha pasado? –preguntó Maca dándose cuenta que a su alrededor se había hecho
un corrillo de gente que Kate y Bea trataban de mantener a cierta distancia-.
- Te
desmayaste cariño –le contestaba Esther mientras le acariciaba la cara-. ¿Cómo
estás?
- Ya está
bien, no ha sido nada, sólo un susto –decía Kate disgregando a los curiosos
ante la mirada de Maca-.
Maca se
incorporó un poco con ayuda de Esther, pero aún no era capaz de levantarse del
suelo.
- Bien,
creo que estoy bien… un poco confusa –dijo Maca analizando lo que estaba
ocurriendo-, y creo que me duele el culo –trató de sonreír Maca-.
- jaja..
sí cariño, puede ser que te duela, no pude contigo –le dijo Esther riendo al
ver que el susto se había esfumado-. Te me desplomaste, pero no pasó nada grave.
Entonces
Maca se acordó.
-
¿Azucena? –preguntó cambiando de cara-.
- Todo
bien, parece que se marchó tras vernos enzarzadas… no te vio desmayarte –le
dijo Esther mientras la trataba con cariño-. Así que no pienses más en ella.
- Gracias
–le dijo Maca con sinceridad-.
- Para eso
estamos, gatita –le contestó Esther, aunque su corazón había quedado más tocado
de lo que pretendía después de aquellos hechos entre las dos-.
- Ayúdame
a levantarme –le pidió Maca-.
- ¿Segura?
–preguntó Esther y Maca afirmó con la cabeza-.
- Eoooo …
eoooo… ¡Espera fiera! –le gritó Kate viendo que Maca quería levantarse- Deja
que te echemos una mano al menos. ¡Tranquila Esther, yo puedo!
Se ofreció
Kate a levantar a Maca, mientras Esther se incorporaba junto a ella, pues
aunque no se le notara, no se sentía tan fuerte como pensaba. Maca se apoyó en
Kate y dejó que la ayudara a sentarse en uno de los sofás de la sala, Esther se
sentó a su lado sin perderla de vista. Bea apareció con un vaso de agua y se lo
dio a Maca, la cual bebió agradecida por tanta atención. Cuando Maca pareció
estar bien, Kate ya no pudo contenerse más para bromear…
- Vaya con
la de la Harley… el susto que nos has pegado por culpa del calentón –dijo Kate,
ante lo cual Esther y Bea sonrieron, y Maca se sonrojó-.
- Pórtate
bien cariño… -le regañó Bea-.
- No, si
yo bien me porto, amor… pero a ver cuando me das uno de esos a mí, que yo
también quiero desmayarme de gusto –soltó Kate poniendo cara lujuriosa-.
Entonces
sí, las cuatro estallaron en risas, pues tras aquellos momentos tan intensos,
el humor de Kate era sin duda, un gran soplo de aire fresco.
---
Una hora
más tarde, Maca y Esther llegaban al apartamento tras asegurarles a Kate y a
Bea que estaban bien y que las llamarían si las necesitaban.
- Bueno ya
estamos en casa –dijo Esther tras abrir la puerta-.
- Sí, es
un alivio, la verdad –dijo Maca dejándose caer en el sofá-.
- ¿Quieres
que te prepare algo de comer? ¿o cualquier otra cosa? –le preguntó Esther que
no se atrevía a sentarse cerca de Maca, pues el recuerdo de aquella punta del
iceberg que había vislumbrado en ella cuando se habían enredado de pies y
manos, la tenía bastante alterada-.
- No,
gracias… creo que lo mejor va a ser que me duche y me cambie de ropa –dijo Maca
poniéndose de nuevo en pie-.
- ¿Podrás
tú sola? –le preguntó Esther, y rogó porque la respuesta fuera afirmativa, pues
no se veía capaz de ducharse con ella de nuevo-.
Maca la
miró a los ojos, se le acercó y le dejó un beso en la frente.
- ¡Estoy
bien! Así que deja de preocuparte, ¿vale? –le dijo Maca dulcemente-.
- Vale
–contestó Esther y vio como Maca se perdía camino al dormitorio-.
“Diossssssssssss….
Pero dónde coño me he metido yo ahora”, se dijo para sí Esther que sin pensárselo
si quiera, alcanzó la botella de whisky que descansaba en la pequeña barra-bar
que había en el salón, y se metía un buen lingotazo directamente del envase…
“Mierdaaaaaa… mierdaaaaaaaaa… mierdaaaaaaaaaaaaa” quiso gritar Esther, que
necesitaba como una loca descargar todo lo que llevaba dentro y sin embargo no
podía.
Al cabo de
un rato, Maca y Esther ya estaban cambiadas con ropa de casa, y Esther se metió
en la cocina para preparar algo para cenar, pues no le parecía bien que Maca se
acostara con el estómago vacío después de lo ocurrido. Las dos se encontraban
sumergidas en sus pensamientos, con lo que el dialogo entre ellas era escaso
aunque ninguna se percataba de ello. Cuando terminaron de cenar, Esther se
quedó fregando los platos… Maca recogió la mesa y se le quedo mirando.
- Esther
–se atrevió por fin a hablar Maca-.
- ¿Si?
–contestó Esther sin girarse mientras se entretenía con lo que estaba haciendo
más de lo necesario-.
- ¿Estás
enfadada conmigo? –le preguntó Maca-.
Esther
cerró los ojos antes de contestar… “por favor, no juegues conmigo” pensó para
sí, rota por esa ambigüedad que veía en aquella mujer, a veces dulce e inocente
como un infante… y otras tan explosiva como la dinamita.
- Claro
que no, ¿por qué iba a estarlo? –le respondió Esther-
Maca se
quedó callada, se había dado cuenta de que Esther rehuía mirarla desde que
habían llegado, y aunque al principio le había producido un gran alivio no
tener que enfrentarse a aquellos ojos, ahora le parecía una tortura.
-
¿Entonces, qué pasa? –le preguntó Maca con suavidad, mientras se ponía a su
lado y cerraba el grifo del fregadero-.
- No te
entiendo, ¿qué quieres que pase? –le preguntó Esther como si no supiera de qué
le estaba hablando-.
- Yo no
quiero que pase nada, por eso quiero saber por qué me rehúyes –le dijo Maca
directamente con firmeza-.
Esther se
le quedó mirando, no tenía ninguna respuesta que darle. Se sentía desarmada y
no sabía los motivos, notaba muchas emociones rondándole por la cabeza y por la
piel, sensaciones que no conocía. Tanto de deseo, como de miedo e ira, o como
de un cariño que no podía catalogar, y todas juntas se le arremolinaban en
mitad del pecho. Sabía que debía salir corriendo de allí, pero sin embargo sus
pies no le dejaban abandonar aquella casa, a aquella mujer que ahora la miraba
con temor en los ojos, esperando unas palabras que la serenaran y le hicieran
ver que todo seguía como siempre. “Por qué no puedes ser como las otras… porqué
me complicas mi trabajo” pensaba Esther, y acordándose de quien era, esbozó una
sonrisa que resultara convincente.
- No te
rehúyo gatita, es sólo que ha sido un día de muchas emociones, y estoy algo
cansada –le aseguró Esther acariciándole la cara-.
- ¿De
verdad que sólo es eso? –preguntó Maca-.
- Claro
que sí –y como para convencerla, le dio un ligero beso en los labios raudo y
veloz-.
Maca cerró
los ojos por aquel brevísimo contacto, y antes de que la mano de Esther
abandonara su cara la atrapó entre la suya. Esther se quedó parada.
- Quiero
que sepas, que siento mucho lo que te he hecho esta tarde -dijo Maca despacio y
con temor-. No pretendía asustarte, sólo que no lo esperaba y no pude
controlarme.
Ante
aquellas palabras Esther no pudo evitar reaccionar, no podía dejar que Maca
pensara que se comportaba de aquella forma por culpa del momento de pasión que
habían vivido.
- ¿De qué
estás hablando? –se quedó perpleja Esther ante tal interpretación por parte de
Maca-. Maca, no tienes porqué disculparte por haberte dejado llevar un poco, si
no recuerdo mal, creo que fui yo la que lo propicio… y desde luego que no me
asustaste, ni mucho menos hiciste algo malo.
Maca se
quedó parada por la fuerza con que Esther trataba de meter aquellas palabras en
su cabeza, parecía cabreada de repente.
- ¡¡Por
Dioss santoooooooo… pero cómo esa hijaaaa de putaaaa te ha podido quebrar de
esta forma!! -escupió de pronto Esther separándose de Maca, estallando por
primera vez ante sus ojos-. ¿Cómo ha conseguido confundirte tanto, que has
llegado a creer que tu pasión es una abominación si no la tienes bajo control?
Que desees, que tengas ganas de sexo, que te dejes llevar es bueno Maca… no
puedes prescindir de ello para siempre, y que una hija de puta se haya
aprovechado de ti, no significa que seas tú la enferma, la tarada psicópata y
oscura es ella por utilizarlo en tu contra…
Maca no
sabía por dónde le caían tantas verdades, mientras Esther andaba de un lado
para otro enfurecida echando afuera un amasijo de pensamientos de forma brutal
y directa.
- ¡Tú no
tienes nada malo! ¿Me oyes? ¡Ni lo tienes ni haces nada malo por sentir deseo y
tener ganas de un buen polvo, coño! –le dijo Esther mirándola de frente
mientras tomaba aire tras aquel arrebato que no sabía muy bien por qué no había
contenido-.
Maca
notaba que el pulso le latía en las sienes, se frotó la cabeza, le empezaba a
doler como si a presión Esther le hubiera metido aquellas palabras dentro.
Trató de buscar serenidad en aquel caos que sentía… todo era tan confuso, su
razón le decía lo mismo que le decía Esther, su corazón y su temor la cagaban
por entero bloqueándola.
- Yo,… -no
sabía que responder ante aquella mirada que permanecía a la espera-. Yo sólo
tengo miedo, no sé si podré…
- ¡¡¡JODERRR!!!!,
¡¡¡claro que puedes!! -gritó Esther-.
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