Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
81
La boca de
Esther era apremiante, Maca empezó a sentirse invadida por aquel licor que
destilaba mientras sucumbía a aquella suavidad y sabor exquisitos. El corazón
le empezó a golpear con violencia en mitad del pecho, notó el dolor de un ansia
que había luchado por mantener dormida durante mucho tiempo. La alarma se
disparó en su cabeza… “no, no…” gritaba su alma maltrecha, pero su cuerpo
reaccionó con memoria selectiva ante el roce de Esther que se apretaba contra
su cuerpo volviéndola loca. El cuerpo empezó a temblarle, para dejar paso
después a un hormigueo eléctrico que se encargó de tensar cada partícula de su
anatomía. Maca empezó a sentir que se perdía en aquella energía que Esther
estaba llamando a golpes de labio y licor. Una pierna de Esther se hizo paso
con firmeza entre las suyas, volvió a sentir ese golpe preciso maltratando su
entrepierna… Gimió, el sonido de su voz se quedó vibrando en sus oídos como recuerdo
del placer del que se estaba privando… “No, no…” luchaba su alma hecha girones,
mientras un demonio crecía como tempestad desde el bajo de su vientre
apoderándose de sus entrañas. La cabeza empezó a darle vueltas, atrapada entre
aquella boca, aquella pierna y aquel cuerpo que con destreza se apretaba contra
el suyo despertándola. Un mordisco en su labio, unas manos colándose por su
pantalón hasta alcanzar la carne redondeada de su retaguardia, estrujándole el
poco sentido que le quedaba… esta vez no gimió, emitió un gruñido gutural que
traspasó a Esther como una lanza afilada.
-
grrrrrrrrrrrr….
Todo su
autocontrol se fue a la mierda en un segundo bajo aquellas manos. Con una
fuerza no esperada, Maca abrazó a Esther alzándola del suelo mientras sus
lenguas se volvían frenéticas en boca ajena. Con unos cuantos pasos, Maca
trasportó a Esther hasta la mesa de la cocina… A Esther no le dio tiempo a
pensar en el parentesco de su sueño y aquella nueva realidad, pues Maca con un
sólo golpe de brazo tiró el centro de mesa al suelo estallándolo en mil
pedazos.
-
uaaaaaa…. –soltó Esther por la sorpresa del ruido-.
Pero
pronto el impacto de su trasero sobre la mesa la hizo callar. Se detuvo a mirar
apenas un segundo a la mujer que tenía en frente, los ojos de Maca estaban
oscuros como el alquitrán y en su boca una sonrisa perversa se dibujaba
borrando todo resquicio de ternura. “Así que esto es la dinamita” pensó para sí
Esther estremeciéndose, mientras Maca alcanzaba aquel cuello que tanto le
gustaba dejando un reguero de besos y saliva a su paso, mientras Esther notaba
como su cuerpo se fundía con aquella boca que quemaba. De pronto Maca succionó
con intensidad… Esther emitió un pequeño grito por el dolor, Maca volvió a
calmar con su lengua la piel dolorida mientras Esther sentía que moría bajo
aquel calor. Otro nuevo grito ahogado, Esther ya no sabía lo que Maca le estaba
haciendo… sólo sabía que aquel placer doloroso, le estaba haciendo perder el
sentido. Trató de buscar aquella boca que la torturaba, pero no la halló, en su
lugar se encontró con unas manos que atraparon las suyas guiándolas hacia el
techo, para luego ser abandonadas mientras Maca deslizaba con urgencia la
camiseta de su pijama en la misma dirección hasta desprenderse de ella.
- Maca..
–suplicó Esther sin decir nada, a la espera de que aquella mujer que se había
quedado mirando su piel descubierta hiciera algo con ella-.
Maca
levantó los ojos para encontrarse con los de Esther, luego elevó una comisura
de su boca haciéndola temblar… A Esther aquella mirada la inquietó, pues no la
conocía, pero poco pudo pensar si le gustaba o no pues aquella misma boca
desfigurada empezó a mamar de ella como si le faltara la vida. Esther gimió
recordando cómo aquel combate le hacía sentir, como aquella mujer exquisita le
reportaba un placer que ni quería ni podía comparar a ningún otro. Sin
esperárselo, Maca le arrancó el pantalón de un sólo movimiento, con tanta
violencia y rapidez que Esther no tuvo tiempo de adaptar su calor corporal al
frío de la madera.
-Ahhhhh…
-ahogo un grito cortado tras aquel arrebato-.
Por más
que quería acercarse a Maca, la urgencia de aquella mujer no se lo permitía
pues no terminaba de coger aire para volver a perderlo en forma de jadeos ante
la presencia de los dedos de Maca acariciando su sexo.
- Dios…
-gimió Esther.
Cerrando
los ojos cuando Maca empezó a beberse todo lo que había desbordado en ella. El
orgasmo llegó atroz y más deprisa de lo que hubiera imaginado, aquella mujer
definitivamente la descontrolaba por completo. Esther apretó los ojos,
exhalando ese aliento de haber llegado a la cumbre demasiado deprisa…
- Ahhhh…
-gritó de nuevo-.
Maca en
lugar de darle tregua tiró de ella hasta dejarla nuevamente sentada, mientras
con gran pasión volvía a besarla en la boca ahogándola por completo. Esther no
podía respirar, por un momento quiso pedirle un paréntesis para tomar aire,
pero Maca la apretó contra su cuerpo, le hizo rodear con sus piernas su cintura
y mientras con una mano la sujetaba por la nuca aplastándola contra sí, volvía
a introducir dedos gráciles de la otra mano dentro de ella. Su cabeza le dijo
que no podría, su cuerpo sin embargo estaba líquido después de aquellos besos
intensos que le habían robado todo aire de los pulmones. Gimió y jadeó, montada
sobre aquella mujer que se acompasaba obligándola a bailar al son de sus dedos
mientras dejaba cardenales por su cuello chupándola y mordiéndola. La espada la
cortó por la mitad por segunda vez, dejándole los músculos de las piernas
flácidos después de la tensión contenida. Maca la dejó descansar esta vez sobre
la mesa, cayendo ella también sobre Esther por el esfuerzo.
Las dos se
tomaron un momento para recobrar el aliento. No pasó más de un par de minutos
cuando Esther volvió a ser completamente consciente de lo que quemaban los
labios de Maca en su piel desnuda. Alzó la cabeza como pudo, y la vio besándole
el vientre, todavía entera y necesitada… un escalofrío le recorrió desde la
cabeza hasta los pies, pues Maca era hermosa en todas y cada una de sus formas.
- Ven… -la
reclamó Esther tirando de ella, hipnotizada por aquella fuerza y belleza que
desprendía-.
Maca
acudió, su rostro todavía no era el que Esther reconocía, distorsionado por un
deseo que la hacía extraña y misteriosa. Esther la besó, la besó con dulzura
pero no cándidamente… sin embargo bastó para que los ojos de Maca cambiaran de
color suavizándole las facciones del rostro.
- Te
deseo… -le susurró Esther al filo de su boca antes de volver a besarla, esta
vez con intensidad-.
Maca cerró
los ojos con desazón, algo se empezaba a romper en ella y no podía explicarlo.
Recibió las caricias de Esther en su cuerpo, y sin embargo un hilo frío le
recorrió la espalda. Su miedo volvía a tomar partido en aquel encuentro. Trató
de alejarlo de su cabeza, concentrarse en aquella boca, en aquellas manos que
aún navegaban por encima de su ropa… pero el recuerdo de Esther jadeando junto
a ella, su entrega y ese beso dulce que aún bailaba en su boca, volvían a su
pecho recordándole lo que estaba sintiendo por ella, se asustó.
- Ven,
vamos a la cama… quiero amarte despacio –le dijo Esther y tiró de ella rumbo al
dormitorio mientras de espaldas recorría el camino sin dejar de besar a Maca
por miedo a que se rompiera la magia que permitía que aquella mujer continuara
de pie y no desvanecida en el suelo de la cocina tras lo vivido-.
La lengua
de Esther era ávida hasta poder quitar la razón, y Maca notó que por momentos
se perdía en sus recodos teniendo que agarrarse a las paredes del pasillo de
camino a la cama. No quería pensar, quería hacer aquello con Esther… y se dejó
abrazar cuando sus brazos la alcanzaron en un estrecho e íntimo beso al pie del
colchón.
- No te he
dicho ya… cuánto me gustas… -le susurró Esther dejándola tomar aliento antes de
volver a tirar de ella y recostarla consigo en la cama-. ¡Qué me vuelves loca!
Y Maca
sintió que miles de chinchetas se le clavaban en el cuerpo cuando Esther
deslizó su mano por debajo de su camiseta acariciándola. Su respiración empezó
a cortarse agitada, una tempestad muy distinta empezaba a formarse en ella muy
deprisa… Esther sin embargo no la detectó y siguió besándola y acariciando
despacio. Maca cerró los ojos tratando de alejarla, pero cada vez era más
consciente de lo que estaba pasando… el miedo volvió a colarse por las rendijas
de sus defensas quebradas. “No…” pidió Maca en silencio. Esther empezaba a
descubrir su vientre y la besaba en el cuello. Maca jadeó ante aquel calor húmedo
que la recorría… “Nooo…” volvió a pedir sintiendo que se perdía cuando Esther
abandonó su cuello para dibujar un reguero de saliva desde su ombligo hacia su
pecho… La habitación comenzó a dar vueltas ante la vertiginosa vorágine que se
abría en ella… “noooooo” quiso gritar cuando las manos de Esther empezaban a
perderse entre la cintura de su pantalón con suavidad mientras Maca ya estaba
inundada por el miedo de su deseo….
Entonces
la lengua de Esther alcanzó la suavidad de su pecho henchido, y Maca se sintió
morir… Una tremenda descarga la traspasó haciéndola agarrarse a la cama, tensar
la espalda y cerrar los ojos con dolor… la boca se le abrió y el pulso golpeó
en sus tímpanos enérgicamente: “puumm……… puummm…….. puumm……
puum….pumm..puumm..puumm” . Cada vez más rápido, cada vez más ensordecedor
hasta marearla. La piel pareció abrírsele dejando una herida sangrante por su
anatomía, unas lágrimas empezaron a brotar, Esther no lo vio llegar perdida en
el profundo placer de sentirla. Deslizó con suavidad una mano por debajo de
aquel pantalón y notó que los muslos de Maca temblaban inconexos, se fijó en su
vientre plano que se agitaba, sintió que aquel pecho timbreaba…. Esther, se
inquietó, elevó la mirada y se la encontró… ¡Maca, completamente rota!
82
Esther
sintió que le arrancaban el corazón de cuajo, pateaban su hígado hasta sangrar
y la dejaban hecha girones en una cuneta inhóspita. La sangre se le subió a la garganta,
el alma le bajó a los pies… y un miedo no conocido la inundó sobrecogiéndola.
-
Maa…Ma..ca –dijo finalmente con un hilo de voz, deteniéndose-.
Pero Maca
no respondió, se dio la vuelta para que no la viera y se puso a llorar
desconsoladamente. Esther se quedó paralizada sin saber qué hacer, en su cabeza
un frenético aluvión de pensamientos aparecía pero uno destacaba con fuerza
“¿QUÉ HE HECHO?”… Toda la pasión y el calor que había sentido en su cuerpo, se
había trasformado en un viento gélido que le cortaba la piel, la sensación de
haber antepuesto sus deseos a la integridad emocional de Maca la estaba
matando. Sin querer, se había trasformado en cierto modo, en lo que más odiaba,
la fuerte abusando de la más débil. Su corazón no estaba preparado para
soportar aquellos sentimientos que le surgían, sin darse cuenta también empezó
a llorar. Despacio y con temor, se acercó a Maca.
- Maca…
-la llamó sintiendo que temblaba por dentro y por fuera-.
El llanto
de Maca no cesaba, Esther no pudo soportarlo y con mucha inquietud posó una
mano sobre ella para que supiera de su presencia. Entonces Maca se volvió
llorando y se abrazó a Esther con fuerza. Una pequeña llama de alivio se le
instaló en el pecho tras sentir que aún no estaba todo perdido… “al menos no me
odia” pensó Esther, y la acogió entre sus brazos llorando con ella. Quizá todo
lo había hecho mal, pero estaría allí hundiéndose a su lado.
Permanecieron
enlazadas hasta que Maca exhausta, cayó dormida. Esther sin embargo no pudo
pegar ojo por más que lo intentara, pues en su cabeza se repetían una y otra
vez todas las escenas tratando de encontrar aquel “aviso” que había pasado por
alto. Le dolían los brazos de estrechar a Maca, pero no estaba dispuesta a
soltarla, y entre recompensa y castigo, permaneció quieta en aquella postura.
Todo su mundo estaba cambiando… lo que antes no era capaz de ver, ahora parecía
quererse imprimir en sus retinas con fuerza. ¡Maca era diferente a todas! Y a
pesar de que Esther era capaz de muchas formas de querer, no conocía aquella que
le inspiraba Maca, por lo que no sabía qué hacer con lo que sentía.
Poniendo
pequeñas cosas en orden en su interior, la luz del día acabó por visitarlas.
Esther estiró un poco el brazo adormecido que Maca aplastaba, y ésta por su
parte, empezó a despertar.
- Hola
preciosa –le susurró Esther tratando de esbozar una sonrisa, pues a pesar de
tenerla entre sus brazos, aún sentía miedo de que la rechazara sin darle una
oportunidad-.
- Hola –contestó
Maca tratando también de sonreír-. No creo que esté muy guapa precisamente.
Dijo Maca
notando como la cara le dolía mientras se pasaba una mano por los ojos para
testearlo. Esther le apartó la mano, y empezó ella a acariciarla, suavizando
con cuidado lo henchido de su lindo rostro.
- ¡Tú
siempre estás guapa! Deberías saberlo ya –le dijo Esther sinceramente, y Maca
sintió al verse en su mirada, que el miedo se removía en algún recodo de su
alma, pues aquella noche se había dado cuenta de que la amaba-. ¿Te duele?
Le
preguntó Esther viendo que no decía nada.
- Sí, un
poco –contestó aliviada porque Esther dejaba de mirarla directamente a los
ojos-.
- Voy a ir
a por un poco de hielo, verás cómo te alivia –le dijo Esther y se apartó de
ella para ir a la cocina-.
Maca se
quedó aterrada en la cama, siendo consciente de que en ese mismo instante le
hubiera rogado que no se moviera de su lado… Su anhelo por ella, estaba
desbordándola poniéndola en una tesitura en la que le daba pavor encontrarse. ”¡No,
por favor… todavía no! ¡Ahora no!” rogaba Maca cerrando los ojos.
Esther
volvió con el hielo, durante unos minutos se lo aplicó con cuidado hasta que
Maca sintió un gran alivio. Sin nada que hacer, la tensión se apoderó de las
dos, tenían mucho que decirse, pero ninguna quería hablar ni mencionar lo que
había sucedido.
- ¿Cómo
tienes esta semana? –le preguntó Esther tratando de encauzar un tema-.
-
Ajetreado… quedé con varios de los que estuvieron en la comida –dijo Maca-
- Me
alegro que al menos algo haya salido bien –se le escapó a Esther, y sin querer
volvió a establecer el silencio entra las dos-.
- ¿Y tú?
–preguntó entonces Maca para tratar de romperlo-.
-
Ajetreado también –mintió Esther, pues se sentía bastante incómoda-.
- ¿Te
quedarás a dormir durante la semana? –le preguntó Maca con temor, pues podía
soportar que el día no lo pasaran juntas, pero pensar en no tenerla por las
noches le daba más miedo que lo que sentía-.
- Aún no
lo sé –dijo sin pensar, y al notar que Maca se paralizaba trató de controlar su
propio miedo y suavizar su mentira-. Bueno, quiero decir que quizá alguna noche
no pueda…que… bueno que, lo vamos viendo, ¿sí?
- Sí,
claro…-respondió Maca intranquila, tratando de no pensar en el trabajo de
Esther, pues lo que tenía encima ya era lo bastante sobrecogedor para sumarle
aquel detalle-.
El
silencio volvió a aparecer, y Esther notó la necesidad de salir corriendo, pero
no podía, así que buscó un punto medio.
- ¿Tienes
hambre? –le preguntó a Maca-.
- La
verdad es que sí –dijo tímidamente Maca con una sonrisa que a Esther la
cautivó. A veces le resultaba sobrecogedora esa timidez en una mujer como
aquella-.
- Entonces
me ducho y preparo algo de desayunar, ¿vale? –le propuso Esther-.
- Mejor
mientras te duchas, yo preparo algo para las dos -cambió el plan Maca-.
- Vale
–aceptó Esther-.
Y cada una
se dispuso a perderse en aquellos menesteres tan distintos y sin embargo tan
propicios para la necesidad de privacidad que sentían cada una de ellas.
Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
81
La boca de
Esther era apremiante, Maca empezó a sentirse invadida por aquel licor que
destilaba mientras sucumbía a aquella suavidad y sabor exquisitos. El corazón
le empezó a golpear con violencia en mitad del pecho, notó el dolor de un ansia
que había luchado por mantener dormida durante mucho tiempo. La alarma se
disparó en su cabeza… “no, no…” gritaba su alma maltrecha, pero su cuerpo
reaccionó con memoria selectiva ante el roce de Esther que se apretaba contra
su cuerpo volviéndola loca. El cuerpo empezó a temblarle, para dejar paso
después a un hormigueo eléctrico que se encargó de tensar cada partícula de su
anatomía. Maca empezó a sentir que se perdía en aquella energía que Esther
estaba llamando a golpes de labio y licor. Una pierna de Esther se hizo paso
con firmeza entre las suyas, volvió a sentir ese golpe preciso maltratando su
entrepierna… Gimió, el sonido de su voz se quedó vibrando en sus oídos como recuerdo
del placer del que se estaba privando… “No, no…” luchaba su alma hecha girones,
mientras un demonio crecía como tempestad desde el bajo de su vientre
apoderándose de sus entrañas. La cabeza empezó a darle vueltas, atrapada entre
aquella boca, aquella pierna y aquel cuerpo que con destreza se apretaba contra
el suyo despertándola. Un mordisco en su labio, unas manos colándose por su
pantalón hasta alcanzar la carne redondeada de su retaguardia, estrujándole el
poco sentido que le quedaba… esta vez no gimió, emitió un gruñido gutural que
traspasó a Esther como una lanza afilada.
-
grrrrrrrrrrrr….
Todo su
autocontrol se fue a la mierda en un segundo bajo aquellas manos. Con una
fuerza no esperada, Maca abrazó a Esther alzándola del suelo mientras sus
lenguas se volvían frenéticas en boca ajena. Con unos cuantos pasos, Maca
trasportó a Esther hasta la mesa de la cocina… A Esther no le dio tiempo a
pensar en el parentesco de su sueño y aquella nueva realidad, pues Maca con un
sólo golpe de brazo tiró el centro de mesa al suelo estallándolo en mil
pedazos.
-
uaaaaaa…. –soltó Esther por la sorpresa del ruido-.
Pero
pronto el impacto de su trasero sobre la mesa la hizo callar. Se detuvo a mirar
apenas un segundo a la mujer que tenía en frente, los ojos de Maca estaban
oscuros como el alquitrán y en su boca una sonrisa perversa se dibujaba
borrando todo resquicio de ternura. “Así que esto es la dinamita” pensó para sí
Esther estremeciéndose, mientras Maca alcanzaba aquel cuello que tanto le
gustaba dejando un reguero de besos y saliva a su paso, mientras Esther notaba
como su cuerpo se fundía con aquella boca que quemaba. De pronto Maca succionó
con intensidad… Esther emitió un pequeño grito por el dolor, Maca volvió a
calmar con su lengua la piel dolorida mientras Esther sentía que moría bajo
aquel calor. Otro nuevo grito ahogado, Esther ya no sabía lo que Maca le estaba
haciendo… sólo sabía que aquel placer doloroso, le estaba haciendo perder el
sentido. Trató de buscar aquella boca que la torturaba, pero no la halló, en su
lugar se encontró con unas manos que atraparon las suyas guiándolas hacia el
techo, para luego ser abandonadas mientras Maca deslizaba con urgencia la
camiseta de su pijama en la misma dirección hasta desprenderse de ella.
- Maca..
–suplicó Esther sin decir nada, a la espera de que aquella mujer que se había
quedado mirando su piel descubierta hiciera algo con ella-.
Maca
levantó los ojos para encontrarse con los de Esther, luego elevó una comisura
de su boca haciéndola temblar… A Esther aquella mirada la inquietó, pues no la
conocía, pero poco pudo pensar si le gustaba o no pues aquella misma boca
desfigurada empezó a mamar de ella como si le faltara la vida. Esther gimió
recordando cómo aquel combate le hacía sentir, como aquella mujer exquisita le
reportaba un placer que ni quería ni podía comparar a ningún otro. Sin
esperárselo, Maca le arrancó el pantalón de un sólo movimiento, con tanta
violencia y rapidez que Esther no tuvo tiempo de adaptar su calor corporal al
frío de la madera.
-Ahhhhh…
-ahogo un grito cortado tras aquel arrebato-.
Por más
que quería acercarse a Maca, la urgencia de aquella mujer no se lo permitía
pues no terminaba de coger aire para volver a perderlo en forma de jadeos ante
la presencia de los dedos de Maca acariciando su sexo.
- Dios…
-gimió Esther.
Cerrando
los ojos cuando Maca empezó a beberse todo lo que había desbordado en ella. El
orgasmo llegó atroz y más deprisa de lo que hubiera imaginado, aquella mujer
definitivamente la descontrolaba por completo. Esther apretó los ojos,
exhalando ese aliento de haber llegado a la cumbre demasiado deprisa…
- Ahhhh…
-gritó de nuevo-.
Maca en
lugar de darle tregua tiró de ella hasta dejarla nuevamente sentada, mientras
con gran pasión volvía a besarla en la boca ahogándola por completo. Esther no
podía respirar, por un momento quiso pedirle un paréntesis para tomar aire,
pero Maca la apretó contra su cuerpo, le hizo rodear con sus piernas su cintura
y mientras con una mano la sujetaba por la nuca aplastándola contra sí, volvía
a introducir dedos gráciles de la otra mano dentro de ella. Su cabeza le dijo
que no podría, su cuerpo sin embargo estaba líquido después de aquellos besos
intensos que le habían robado todo aire de los pulmones. Gimió y jadeó, montada
sobre aquella mujer que se acompasaba obligándola a bailar al son de sus dedos
mientras dejaba cardenales por su cuello chupándola y mordiéndola. La espada la
cortó por la mitad por segunda vez, dejándole los músculos de las piernas
flácidos después de la tensión contenida. Maca la dejó descansar esta vez sobre
la mesa, cayendo ella también sobre Esther por el esfuerzo.
Las dos se
tomaron un momento para recobrar el aliento. No pasó más de un par de minutos
cuando Esther volvió a ser completamente consciente de lo que quemaban los
labios de Maca en su piel desnuda. Alzó la cabeza como pudo, y la vio besándole
el vientre, todavía entera y necesitada… un escalofrío le recorrió desde la
cabeza hasta los pies, pues Maca era hermosa en todas y cada una de sus formas.
- Ven… -la
reclamó Esther tirando de ella, hipnotizada por aquella fuerza y belleza que
desprendía-.
Maca
acudió, su rostro todavía no era el que Esther reconocía, distorsionado por un
deseo que la hacía extraña y misteriosa. Esther la besó, la besó con dulzura
pero no cándidamente… sin embargo bastó para que los ojos de Maca cambiaran de
color suavizándole las facciones del rostro.
- Te
deseo… -le susurró Esther al filo de su boca antes de volver a besarla, esta
vez con intensidad-.
Maca cerró
los ojos con desazón, algo se empezaba a romper en ella y no podía explicarlo.
Recibió las caricias de Esther en su cuerpo, y sin embargo un hilo frío le
recorrió la espalda. Su miedo volvía a tomar partido en aquel encuentro. Trató
de alejarlo de su cabeza, concentrarse en aquella boca, en aquellas manos que
aún navegaban por encima de su ropa… pero el recuerdo de Esther jadeando junto
a ella, su entrega y ese beso dulce que aún bailaba en su boca, volvían a su
pecho recordándole lo que estaba sintiendo por ella, se asustó.
- Ven,
vamos a la cama… quiero amarte despacio –le dijo Esther y tiró de ella rumbo al
dormitorio mientras de espaldas recorría el camino sin dejar de besar a Maca
por miedo a que se rompiera la magia que permitía que aquella mujer continuara
de pie y no desvanecida en el suelo de la cocina tras lo vivido-.
La lengua
de Esther era ávida hasta poder quitar la razón, y Maca notó que por momentos
se perdía en sus recodos teniendo que agarrarse a las paredes del pasillo de
camino a la cama. No quería pensar, quería hacer aquello con Esther… y se dejó
abrazar cuando sus brazos la alcanzaron en un estrecho e íntimo beso al pie del
colchón.
- No te he
dicho ya… cuánto me gustas… -le susurró Esther dejándola tomar aliento antes de
volver a tirar de ella y recostarla consigo en la cama-. ¡Qué me vuelves loca!
Y Maca
sintió que miles de chinchetas se le clavaban en el cuerpo cuando Esther
deslizó su mano por debajo de su camiseta acariciándola. Su respiración empezó
a cortarse agitada, una tempestad muy distinta empezaba a formarse en ella muy
deprisa… Esther sin embargo no la detectó y siguió besándola y acariciando
despacio. Maca cerró los ojos tratando de alejarla, pero cada vez era más
consciente de lo que estaba pasando… el miedo volvió a colarse por las rendijas
de sus defensas quebradas. “No…” pidió Maca en silencio. Esther empezaba a
descubrir su vientre y la besaba en el cuello. Maca jadeó ante aquel calor húmedo
que la recorría… “Nooo…” volvió a pedir sintiendo que se perdía cuando Esther
abandonó su cuello para dibujar un reguero de saliva desde su ombligo hacia su
pecho… La habitación comenzó a dar vueltas ante la vertiginosa vorágine que se
abría en ella… “noooooo” quiso gritar cuando las manos de Esther empezaban a
perderse entre la cintura de su pantalón con suavidad mientras Maca ya estaba
inundada por el miedo de su deseo….
Entonces
la lengua de Esther alcanzó la suavidad de su pecho henchido, y Maca se sintió
morir… Una tremenda descarga la traspasó haciéndola agarrarse a la cama, tensar
la espalda y cerrar los ojos con dolor… la boca se le abrió y el pulso golpeó
en sus tímpanos enérgicamente: “puumm……… puummm…….. puumm……
puum….pumm..puumm..puumm” . Cada vez más rápido, cada vez más ensordecedor
hasta marearla. La piel pareció abrírsele dejando una herida sangrante por su
anatomía, unas lágrimas empezaron a brotar, Esther no lo vio llegar perdida en
el profundo placer de sentirla. Deslizó con suavidad una mano por debajo de
aquel pantalón y notó que los muslos de Maca temblaban inconexos, se fijó en su
vientre plano que se agitaba, sintió que aquel pecho timbreaba…. Esther, se
inquietó, elevó la mirada y se la encontró… ¡Maca, completamente rota!
82
Esther
sintió que le arrancaban el corazón de cuajo, pateaban su hígado hasta sangrar
y la dejaban hecha girones en una cuneta inhóspita. La sangre se le subió a la garganta,
el alma le bajó a los pies… y un miedo no conocido la inundó sobrecogiéndola.
-
Maa…Ma..ca –dijo finalmente con un hilo de voz, deteniéndose-.
Pero Maca
no respondió, se dio la vuelta para que no la viera y se puso a llorar
desconsoladamente. Esther se quedó paralizada sin saber qué hacer, en su cabeza
un frenético aluvión de pensamientos aparecía pero uno destacaba con fuerza
“¿QUÉ HE HECHO?”… Toda la pasión y el calor que había sentido en su cuerpo, se
había trasformado en un viento gélido que le cortaba la piel, la sensación de
haber antepuesto sus deseos a la integridad emocional de Maca la estaba
matando. Sin querer, se había trasformado en cierto modo, en lo que más odiaba,
la fuerte abusando de la más débil. Su corazón no estaba preparado para
soportar aquellos sentimientos que le surgían, sin darse cuenta también empezó
a llorar. Despacio y con temor, se acercó a Maca.
- Maca…
-la llamó sintiendo que temblaba por dentro y por fuera-.
El llanto
de Maca no cesaba, Esther no pudo soportarlo y con mucha inquietud posó una
mano sobre ella para que supiera de su presencia. Entonces Maca se volvió
llorando y se abrazó a Esther con fuerza. Una pequeña llama de alivio se le
instaló en el pecho tras sentir que aún no estaba todo perdido… “al menos no me
odia” pensó Esther, y la acogió entre sus brazos llorando con ella. Quizá todo
lo había hecho mal, pero estaría allí hundiéndose a su lado.
Permanecieron
enlazadas hasta que Maca exhausta, cayó dormida. Esther sin embargo no pudo
pegar ojo por más que lo intentara, pues en su cabeza se repetían una y otra
vez todas las escenas tratando de encontrar aquel “aviso” que había pasado por
alto. Le dolían los brazos de estrechar a Maca, pero no estaba dispuesta a
soltarla, y entre recompensa y castigo, permaneció quieta en aquella postura.
Todo su mundo estaba cambiando… lo que antes no era capaz de ver, ahora parecía
quererse imprimir en sus retinas con fuerza. ¡Maca era diferente a todas! Y a
pesar de que Esther era capaz de muchas formas de querer, no conocía aquella que
le inspiraba Maca, por lo que no sabía qué hacer con lo que sentía.
Poniendo
pequeñas cosas en orden en su interior, la luz del día acabó por visitarlas.
Esther estiró un poco el brazo adormecido que Maca aplastaba, y ésta por su
parte, empezó a despertar.
- Hola
preciosa –le susurró Esther tratando de esbozar una sonrisa, pues a pesar de
tenerla entre sus brazos, aún sentía miedo de que la rechazara sin darle una
oportunidad-.
- Hola –contestó
Maca tratando también de sonreír-. No creo que esté muy guapa precisamente.
Dijo Maca
notando como la cara le dolía mientras se pasaba una mano por los ojos para
testearlo. Esther le apartó la mano, y empezó ella a acariciarla, suavizando
con cuidado lo henchido de su lindo rostro.
- ¡Tú
siempre estás guapa! Deberías saberlo ya –le dijo Esther sinceramente, y Maca
sintió al verse en su mirada, que el miedo se removía en algún recodo de su
alma, pues aquella noche se había dado cuenta de que la amaba-. ¿Te duele?
Le
preguntó Esther viendo que no decía nada.
- Sí, un
poco –contestó aliviada porque Esther dejaba de mirarla directamente a los
ojos-.
- Voy a ir
a por un poco de hielo, verás cómo te alivia –le dijo Esther y se apartó de
ella para ir a la cocina-.
Maca se
quedó aterrada en la cama, siendo consciente de que en ese mismo instante le
hubiera rogado que no se moviera de su lado… Su anhelo por ella, estaba
desbordándola poniéndola en una tesitura en la que le daba pavor encontrarse. ”¡No,
por favor… todavía no! ¡Ahora no!” rogaba Maca cerrando los ojos.
Esther
volvió con el hielo, durante unos minutos se lo aplicó con cuidado hasta que
Maca sintió un gran alivio. Sin nada que hacer, la tensión se apoderó de las
dos, tenían mucho que decirse, pero ninguna quería hablar ni mencionar lo que
había sucedido.
- ¿Cómo
tienes esta semana? –le preguntó Esther tratando de encauzar un tema-.
-
Ajetreado… quedé con varios de los que estuvieron en la comida –dijo Maca-
- Me
alegro que al menos algo haya salido bien –se le escapó a Esther, y sin querer
volvió a establecer el silencio entra las dos-.
- ¿Y tú?
–preguntó entonces Maca para tratar de romperlo-.
-
Ajetreado también –mintió Esther, pues se sentía bastante incómoda-.
- ¿Te
quedarás a dormir durante la semana? –le preguntó Maca con temor, pues podía
soportar que el día no lo pasaran juntas, pero pensar en no tenerla por las
noches le daba más miedo que lo que sentía-.
- Aún no
lo sé –dijo sin pensar, y al notar que Maca se paralizaba trató de controlar su
propio miedo y suavizar su mentira-. Bueno, quiero decir que quizá alguna noche
no pueda…que… bueno que, lo vamos viendo, ¿sí?
- Sí,
claro…-respondió Maca intranquila, tratando de no pensar en el trabajo de
Esther, pues lo que tenía encima ya era lo bastante sobrecogedor para sumarle
aquel detalle-.
El
silencio volvió a aparecer, y Esther notó la necesidad de salir corriendo, pero
no podía, así que buscó un punto medio.
- ¿Tienes
hambre? –le preguntó a Maca-.
- La
verdad es que sí –dijo tímidamente Maca con una sonrisa que a Esther la
cautivó. A veces le resultaba sobrecogedora esa timidez en una mujer como
aquella-.
- Entonces
me ducho y preparo algo de desayunar, ¿vale? –le propuso Esther-.
- Mejor
mientras te duchas, yo preparo algo para las dos -cambió el plan Maca-.
- Vale
–aceptó Esther-.
Y cada una
se dispuso a perderse en aquellos menesteres tan distintos y sin embargo tan
propicios para la necesidad de privacidad que sentían cada una de ellas.
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